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Una obra incomparable
No hay en la Historia universal
obra comparable a la realizada por España, porque hemos
incorporado a la civilización cristiana a todas las razas que
estuvieron bajo nuestra influencia. Verdad que en estos dos
siglos de enajenación hemos olvidado la significación de
nuestra Historia y el valor de lo que en ella hemos realizado,
para creernos una raza inferior y secundaria. En el siglo XVII,
en cambio, nos dábamos plena cuenta de la trascendencia de
nuestra obra; no había entonces español educado que no tuviera
conciencia de ser España la nueva Roma y el Israel cristiano. De
ello dan testimonio estas palabras de Solórzano Pereira en su
Política indiana:
"Si, según sentencia de Aristóteles, sólo el hallar o
descubrir algún arte, ya liberal o mecánica, o alguna piedra,
planta u otra cosa, que pueda ser de uso y servicio a los
hombres, les debe granjear alabanza, ¿de qué gloria no serán
dignos los que han descubierto un mundo en que se hallan y
encierran tan innumerable grandezas? Y no es menos estimable el
beneficio de este mismo descubrimiento habido respecto al propio
mundo nuevo, sino de antes muchos mayores quilates, pues además
de la luz de la fe que dimos a sus habitantes, de que luego
diré, les hemos puesto en vida sociable y política, desterrando
su barbarismo, trocando en humanas sus costumbres ferinas y
comunicándoles tantas cosas tan provechosas y necesarias como se
les han llevado de nuestro orbe, y, enseñándoles la verdadera
cultura de la tierra, edificar casas, juntarse en pueblos, leer y
escribir y otras muchas artes de que antes totalmente estaban
ajenos."
Pero todavía hicimos más y no tan sólo España (porque aquí
debo decir que su obra ha sido continuada por todos los pueblos
hispánicos de América, por todos los pueblos que constituyen la
Hispanidad):no sólo hemos llevado la civilización a otras razas
sino algo que vale más que la misma civilización, y es la
conciencia de su unidad moral con nosotros; es decir, la
conciencia de la unidad moral del género humano, gracias a la
cual ha sido posible que todos o casi todos los pueblos
hispánicos de América hayan tenido alguna vez por gobernantes,
por caudillos, por poetas, por directores, a hombres de raza de
color o mestizos. Y no es esto sólo. Un brasileño eminente, el
Dr. Oliveira Lima, cree que en los pueblos hispánicos se está
formando una unidad de raza gracias a una fusión, en que los
elementos inferiores acabarán bien pronto por desaparecer,
absorbidos por el elemento superior, y así ha podido encararse
con los Estados Unidos de la América del Norte para decirles:
"Cuando entre nosotros ya no haya mestizos, cuando la sangre
negra o india se haya diluido en la sangre europea, que en
tiempos pasados y no muy distantes, fuerza es recordarlo,
recibió contingentes bereberes, númidas, tártaros y de otras
procedencias, vosotros no dejaréis de conservar indefinidamente
dentro de vuestras fronteras grupos de población irreductible,
de color diverso y hostiles de sentimientos."
No garantizo el acierto de Oliveira Lima en esta profecía. Es
posible que se produzca la unidad de las razas que hay en
América; es posible también que no se produzca. Pero lo
esencial y más importante es que ya se ha producido la unidad
del espíritu, y esta es la obra de España en general y de sus
Ordenes Religiosas particularmente; mejor dicho, la obra conjunta
de España: de sus reyes, obispos, legisladores, magistrados,
soldados y encomenderos, sacerdotes y seglares...;pero en la que
el puesto de honor corresponde a las Ordenes Religiosas, porque
desde el primer día de la Conquista aparecen los frailes en
América.
Ya en 1510 nos encontramos en la Isla Española con P. Bernardo
de Santo Domingo, preocupados de la tarea de recordar, desde sus
primeros sermones, que en el testamento de Isabel la Católica se
decía que el principal fin de la pacificación de las Indias no
consistía sino en la evangelización de sus habitantes, para lo
cual recomendaba ella, al Rey, su marido, D. Fernando, y a sus
descendientes, que se les diera el mejor trato. También aducían
la bula de Alejandro VI, en la cual, al concederse a España los
dominios de las tierras de Occidente y Mediodía, se especificaba
que era con la condición de instruir a los naturales en la fe y
buenas costumbres. Y fue la acción constante de las Ordenes
Religiosas la que redujo a los límites de justicia la misma
codicia de los encomenderos y la prepotencia de los virreyes.
La piedad de estos primeros frailes dominicos fue la que suscitó
la vocación en Fr. Bartolomé de Las Casas y le hizo profesar en
la Orden de Santo Domingo, hasta convertirle después en el
apóstol de los indios y en su defensor, con una caridad tan
arrebatada, que no paraba mientes en abultar, agrandar y exagerar
las crueldades inevitables a la conquista y en exagerar también
las dulzuras y bondades de los indios, con lo cual nos hizo un
flaco servicio a los españoles, pues fue el originador de la
Leyenda Negra; pero, al mismo tiempo, el inspirador de aquella
reforma de las leyes de Indias, a la cual se debe la
incorporación de las razas indígenas a la civilización
cristiana
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"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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