XLII.-Dase de paso una explicación muy clara y sencilla de un lema por muchos mal comprendido, de la "Revista Popular" . Indice de "El liberalismo es pecado XLIV.-Y ¿qué hay sobre la "tesis" y sobre la "hipótesis" en la cuestión del Liberalismo, que tanto se ha hablado también en nuestros últimos tiempos? .

El liberalismo es pecado, Félix Sardà i Salvany

XLIII Una observación muy práctica y muy digna de tenerse en cuenta sobre el carácter aparentemente distinto que ofrece el Liberalismo en distintos países y en diferentes periodos históricos de un mismo país .

 

El Liberalismo es, como hemos dicho, herejía práctica tanto como herejía doctrinal, y aquel principal carácter suyo explica muchísimos de los fenómenos que ofrece este maldito error, en su actual desarrollo en la sociedad moderna. De los cuales el primero es la aparente variedad con que se presenta en cada una de las naciones infestadas de él, lo que (a muchos de buena fe y a otros con dañado intento) autoriza al parecer para esparcir la falsa idea de que no hay uno solo, sino muchos Liberalismos. Toma en efecto el Liberalismo, merced a aquel su carácter práctico, una cierta forma distinta en cada región, y con ser uno su concepto intrínseco y esencial (que es la emancipación social de la ley cristiana, o sea el naturalismo político), son variadísimos los aspectos con que se ofrece al estudio del observador. Compréndese la razón de esto perfectamente. Una proposición herética es la misma, y lo mismo suena y lo mismo significa en Madrid que en Londres, en Roma que en París o en San Petersburgo. Mas, una doctrina que más bien ha procurado siempre traducirse en hechos y en instituciones que en tesis francamente formuladas, por fuerza ha de tomar mucho del clima regional, del temperamento fisiológico, de los antecedentes históricos, de los intereses de actualidad, del estado de las ideas y de otras mil concomitancias y circunstancias. Por fuerza ha de tomar, repetimos, de todo eso, distintos visos y exteriores caracteres que le hagan aparecer múltiple, cuando en realidad es una y simplicísima. Así, por ejemplo, a quien no hubiese estudiado más que al Liberalismo francés, petulante, descarado, ebrio de volterianos rencores contra todo lo que de lejos tuviese saber cristiano, había de hacérsele difícil a principios de este siglo comprender al Liberalismo español, mojigato, semimístico, arrullado y casi bautizado en su malhadada cuna de Cádiz con la invocación de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Era muy fácil, pues, al observador superficial ocurrirle al momento la idea de que el Liberalismo manso español nada tenía que ver con el desatentado Y francamente satánico que profesaban por aquella misma época nuestros vecinos. Y sin embargo, ojos perspicaces veían ya entonces lo que ahora ha enseñado hasta a los más topos la experiencia de medio siglo. Que el Liberalismo de cirio en mano y cruz en rostro, el Liberalismo que en la primera época constitucional tuvo por padres y por padrinos a sesudos magistrados, a graves sacerdotes y aun a elevadas dignidades eclesiásticas; el Liberalismo que mandaba leer los artículos de su Constitución en el púlpito de nuestras parroquias Y celebraba con repiques de campanas y solemnes Te Deum las infernales victorias del Masonismo sobre la Fe de la antigua España, era igualmente perverso y satánico, en su concepto esencial, que el que colocaba sobre los altares de París a la diosa Razón, y ordenaba por decreto oficial la abolición del culto católico en toda la Francia. Era sencillamente que el Liberalismo se presentaba en Francia, como descaradamente podía presentarse allí, dado el estado social de la nación francesa; al propio tiempo que se introducía mañosamente y prosperaba en España, como únicamente aquí podía crecer y prosperar, dado nuestro estado social, es decir, disfrazado con máscara de católico, y disculpado, o mejor protegido, y casi traído de la mano y casi autorizado con sello oficial por muchos de los mismos católicos.

Este contraste no puede ya presentarse tan extremado hoy día, tales y tan continuados han sido los desengaños a cuya clarísima luz se ha estudiado la cuestión, y tal es la que principalmente han derramado sobre ella las repetidas declaraciones de la Iglesia; sin embargo, no es raro oír a muchos algo todavía de eso, creyendo o aparentando creer que se puede ser liberal en alguna manera acá, y que no se puede ser liberal, por ejemplo, en Francia o en Italia, donde el problema se presenta planteado en distintos términos Achaque propio de quienes miran más a los accidentes del asunto que a su verdadero fondo sustancial.

Todo esto convenía deslindar, y así hemos procurado hacerlo en estos artículos, porque el diablo se parapeta y abroquela tras esos distingos y confusiones, que es un primor. Esto, además, nos obliga a señalar aquí algunos puntos de vista, desde los cuales se verá muy claro lo que en ocasiones se ofrece muy turbio y dudoso a no pocos sobre el particular.

1.° El Liberalismo es uno, como es una la raza humana: a pesar de lo cual se diversifica en las diferentes naciones y climas, como la raza humana ofrece tipos diversificados en cada región geográfica. Y así como de Adán proceden el negro y el blanco y el amarillo, y de una misma estirpe y raíz son el fogoso francés, y el flemático alemán, y el positivista inglés, y el español y el italiano soñadores e idealistas; así son de un mismo tronco y de igual madera el liberal que en unos puntos ruge y blasfema como un demonio, y el que reza en otros y se golpea el pecho como un anacoreta; el que escribe en El Amigo del Pueblo las diatribas venenosas de Marat, como el que con formas urbanas y de salón seculariza la sociedad, o defiende y abona a sus secularizadores como La Epoca o El Imparcial.

2.º El Liberalismo, además de la forma especial que presenta en cada nación, dada la idiosincrasia (esta palabra vale un Perú) de la misma, presenta formas especiales según su grado mayor o menor de desarrollo en cada país. Es una como tisis maligna que tiene diferentes períodos, que se señala en cada uno de ellos con síntomas propios y especiales. Tal nación, como Francia, se halla en el último grado de estas tisis, roídas ya hasta sus más interiores vísceras por la putrefacción: tal otra, como España, tiene sana aún una buena parte, una grandísima parte de su organismo. Conviene, pues, no juzgar enteramente sano a un individuo sólo porque esté relativamente menos enfermo que su vecino; Ni dejar de llamar peste e infección a lo que realmente lo es, aunque no aparezca todavía con los asquerosos hedores de la descomposición y de la grangrena. Tisis es ésta como aquélla, y gangrena será ésta al fin como aquélla llegó a ser, si no se extirpa con oportunos cauterios. Ni se haga la ilusión el pobre tísico de que está bueno, sólo porque no se anda ya pudriendo en vida como otros más adelantados en su enfermedad, ni crea a falsos doctores que le dicen no es de temer su mal, y que todo son exageraciones y alarmas de pesimistas intransigentes.

3.° Diferente grado de enfermedad exige diferente tratamiento y medicación. Esto es evidente per se, y no necesita nos entretengamos en demostrarlo. Sin embargo, en la Propaganda católica da lugar su olvido a frecuentes tropiezos. Sucede muy a menudo que reglas muy sabias y muy discretas, señaladas por grandes escritores católicos en algún país contra el Liberalismo, se invocan en otro como poderosos argumentos en favor del propio Liberalismo, y contra la conducta que señalan en el último los más autorizados propagandistas y defensores de la buena causa. Hace poco vimos aducida, como condenatoria de la línea de conducta de los más firmes católicos españoles, una cita del famoso cardenal Manning, lustre de la Iglesia católica en Inglaterra, y que en nada sueña menos que en ser liberal o amigo de liberales ingleses o españoles. ¿Qué hay aquí? Hay sencillamente lo que acabamos de señalar. Distingue tempora, dice un apotegma jurídico, et concordabis jura. En vez de esto dígase: Distingue loca, y aplícase al caso. Vamos a un ejemplo: La prescripción facultativa dictada para un enfermo de tisis en tercer grado, perjudicará tal vez si se aplica a un enfermo de tisis en el primero; y la receta ordenada para éste producirá tal vez la muerte instantánea de aquel. Así remedios muy oportunamente prescritos contra el Liberalismo en una nación, serán contraproducentes aplicados al estado de otra. Más claro y sin alegorías: soluciones que en Inglaterra aceptarán y pedirán y bendecirán aquellos católicos como inmensa ventaja, deben ser combatidas a todo trance en España como desastrosa calamidad; convenciones que ha hecho la Sede Apostólica con ciertos Gobiernos. y que han sido para ella verdaderas victorias, pueden ser aquí vergonzosas derrotas para la fe; palabras, de consiguiente, con que en un punto ha combatido muy bien al Liberalismo un gran periodista o un sabio Prelado, pueden ser en otro armas espantosas con que el Liberalismo contrarreste los esfuerzos de los más decididos campeones del Catolicismo. Y ahora nos ocurre una observación, que tenemos todos aquí al ojo. Los más decididos fautores del Catolicismo liberal en nuestra patria, ¿no habéis visto como casi siempre, hasta hace muy poco, han ido recogiendo principalmente sus testimonios Y autoridades de la prensa y del Episcopado belga o francés?

4.º Los antecedentes históricos y el estado social presente de cada nación son los que principalmente deben determinar el carácter de la ,propaganda antiliberal en ella, como determinan en ella el carácter especial del Liberalismo. Así la Propaganda antiliberal en España debe ser ante todo y sobre todo española, no francesa, ni belga, ni alemana, ni italiana, ni inglesa. En nuestras tradiciones propias, en nuestros hábitos propios, en nuestros escritores propios, en nuestro genio nacional propio, ha de buscarse el punto de partida para la restauración propia, y las armas para comprenderla o acelerarla. El buen médico lo primero que procura es poner sus remedios en armonía con el temperamento hereditario de su enfermo. Aquí, belicosos que hemos sido siempre, es muy natural que sea alga belicosa siempre nuestra actitud: aquí, amamantados en los recuerdos de una lucha popular de siete siglos en defensa de la fe, no debe echársele jamás en rostro al pueblo católico el enorme pecado de haberse levantado en armas alguna vez para defender su Religión vilipendiada; aquí en España (país de eterna cruzada, como ha dicho con acierto de noble envidia el ilustre P. Fáber), la espada del que defiende en buena lid a su Dios y la pluma del que la predica con el libro, han sido siempre hermanas, nunca enemigas: aquí, desde San Hermenegildo hasta la guerra de la Independencia y más acá, la defensa armada de la fe católica es un hecho poco menos que canonizado Y lo mismo decimos del estilo algo recio empleado en las polémicas; lo mismo de la poca consideración otorgada al adversario; lo mismo de la santa intransigencia, que no admite del error ni siquiera las afinidades más remotas Al modo español; como nuestros padres y abuelos; como nuestros Santos y Mártires; de esta suerte deseamos siga defendiendo el pueblo la santa Religión, no como tal vez aconseja o exige el estado menos viril de otras nacionalidades.

 



XLII.-Dase de paso una explicación muy clara y sencilla de un lema por muchos mal comprendido, de la "Revista Popular" . Indice de "El liberalismo es pecado XLIV.-Y ¿qué hay sobre la "tesis" y sobre la "hipótesis" en la cuestión del Liberalismo, que tanto se ha hablado también en nuestros últimos tiempos? .