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XLIV Y ¿qué hay sobre la "tesis" y sobre la "hipótesis" en la cuestión del Liberalismo, de que tanto se ha hablado también en nuestros tiempos? .
Euera este el lugar más oportuno para
aclarar algo lo de la tesis y de la hipótesis, que tanto ha
sonado en estos tiempos, y que es una cierta barbacana o
trinchera en que ha querido parapetarse últimamente el moribundo
Catolicismo liberal. Más este opúsculo va haciéndose ya largo
en demasía, y así nos vemos precisados a decir sobre esto
pocos, muy pocos palabras.
¿Qué es la tesis? Es el deber sencillo y absoluto en que está
toda sociedad o Estado de vivir conforme a la ley de Dios según
la revelación de su Hijo Jesucristo, confiada al ministerio de
su Iglesia.
¿Qué es la hipótesis? Es el caso hipotético de una nación o
Estado donde, por razones de imposibilidad moral o material, no
puede plantearse francamente la tesis o el reinado exclusivo de
Dios, siendo preciso que entonces se contenten los católicos con
lo que aquella situación hipotética pueda dar de sí;
teniéndose por muy dichosos si logran siquiera evitar la
persecución material o vivir en igualdad de condiciones con los
enemigos de su fe, u obtener sobre ellos la más insignificante
suma de privilegios civiles.
La tesis se refiere, pues, al carácter absoluto de la verdad: la
hipótesis se refiere a las condiciones más o menos duras a que
la verdad ha de sujetarse algunas veces en la práctica, de las
condiciones hipotéticas de cada nación.
Nuestra cuestión ahora es la siguiente: ¿Está España en
condiciones hipotéticas que hagan aceptables como mal necesario
la dura opresión en que vive entre nosotros la verdad católica,
y el abominable derecho de ciudadanía que se concede al error?
La tantas veces intentada secularización del matrimonio y de los
cementerios; la horrible licencia de corrupción y de blasfemia
concedida a la prensa; el racionalismo científico impuesto a la
juventud por medio de la enseñanza oficial; estas y otras
libertades de perdición que constituyen el cuerpo y alma del
Liberalismo, ¿vienen de tal modo exigidos por nuestro estado
social, que le sea imposible ya de todo punto al gobernante
prescindir de ellas? ¿El Liberalismo es aquí un mal menor que
tengamos que aguantar los católicos, como remedio para precaver
mayores males; o es, al revés, un gravísimo mal que no nos ha
librado de ninguno y que amenaza, en cambio, con traernos muy
más pavoroso Y desdichadísimo porvenir?
Recórranse una a una todas las reformas (de Religión hablamos)
que de sesenta años acá han ido transformando la organización
católica de nuestra patria en organización atea; ¿cuál de
estas reformas ha sido imperiosamente demandada por una verdadera
necesidad social? ¿Cuál de ellas no ha sido introducida
violentamente como una cuña en el corazón católico de nuestro
pueblo, para que en él fuese penetrando poco a poco, a fuerza de
martillar sobre ella con decretos y más decretos la maza feroz
del Liberalismo? Creación oficial han sido aquí todas las
llamadas exigencias de la época; oficialmente se ha implantado
aquí la Revolución; oficialmente y con el presupuesto se la ha
mantenido; acampada como un ejército invasor vive sobre nuestro
suelo y a costa de él su burocracia, que es la única que
explota sus beneficios. Aquí menos que en otra nación alguna ha
brotado espontáneamente el árbol revolucionario, aquí menos
que en otro pueblo alguno ha logrado siquiera echar raíces.
Después de más de medio siglo de imposiciones oficiales,
todavía es aquí postizo todo lo liberal; un pronunciamiento lo
trajo, otro pronunciamiento lo podría barrer, sin que en nada se
alterase el fondo de nuestra nacionalidad.
No hay evolución alguna del Liberalismo que no la haya
verificado, más que el pueblo, una insurrección militar; las
mismas elecciones que se pregonan como el acto más sagrado e
inviolable de los pueblos libres, no es un secreto para nadie que
nos las da siempre hechas a su imagen y semejanza el ministro de
la Gobernación. ¿Qué más? El mismo criterio liberal por
excelencia, el de las mayorías, si lealmente se escuchase su
fallo, resolvería la cuestión en favor de la organización
católica del país y en contra de su organización liberal o
racionalista. En efecto. La última estadística de la población
da el siguiente cuadro de las sectas heterodoxas en nuestra
patria.
Repárese que los datos no son sospechosos, porque son de origen
oficial. Hay en España, según el último censo:
Israelitas 402. Protestantes de varias sectas. 6.654
Librepensadores declarados 452 Indiferentes 358 Espiritistas 258
Racionalistas 236 Deístas 147 Ateos 104 Sectarios de la moral
universal 19 de la moral natural 16 de la conciencia 3 . de la
especulativa 1. Positivistas 9 Materialistas3 Mahometanos 271
Budistas 208 Paganos (! ) 16 Creyentes de Confucio 4 Sin
profesión determinada . 7.982
Dígasenos ahora; para contentar a esos grupos y grupitos de
sectarios, a alguno de los cuales costaría gran trabajo definir
y precisar el símbolo de su estrafalaria secta, ¿está puesto
en razón que se sacrifique el modo de ser religioso y social de
dieciocho millones de españoles, que por ser católicos tienen
derecho a vivir católicamente y a que católicamente les trate
el Estado, al que sirven con su sangre y con su dinero? ¿No hay
aquí la más irritante opresión de la mayoría por una minoría
audaz y de todo punto indigna de influir tan decisivamente en los
destinos de la patria? ¿Qué razones de hipótesis se pueden,
pues, invocar aquí para la implantación del Liberalismo, o sea
del ateísmo legal en nuestra sociedad?
Resumamos.
La tesis católica es el derecho que tiene Dios y el Evangelio a
reinar exclusivamente en la esfera social y el deber que tienen
todos los órdenes de la esfera social de estar sujetos a Dios y
al Evangelio.
La tesis revolucionaria es el falso derecho que pretende tener la
sociedad a vivir por sí solo y sin sujeción alguna a Dios, a su
fe, y en completa emancipación de todo poder que no proceda de
ella misma.
Y la hipótesis, que entre estas dos tesis nos vienen predicando
los católicos-liberales, no es más que una mutilación de
aquellos absolutos derechos de Dios en aras de una falsa
concordia entre El y su enemigo. Para lo cual ¡repárese cuán
artera es la Revolución! se procura de todos modos dar a
entender y persuadirse que se halla y a la nación española en
condiciones tales, que no le permiten buscar para sus desgarros
otro género de remiendo y compostura que esa especie de
conciliación o transacción entre los pretendidos derechos del
Estado rebelde y los verdaderos derechos de Dios, su único Rey y
Señor. Y mientras se predica que España se halla ya en esta
desdichada hipótesis, lo cual es falso y no pasa de un mal
deseo, lo que se procura por todos medios es que pase esta
hipótesis deseada a ser efectiva realidad, y que un día u otro
llegue a ser verdaderamente imposible la tesis católica, y
llegue a ser inevitable abismo, donde a una naufraguen nuestra
nacionalidad y nuestra fe, la tesis francamente revolucionaria.
¡Gran responsabilidad alcanzará ante Dios y ante la patria a
los que de palabra o de hecho, por directa comisión o por simple
omisión, se hayan hecho cómplices de esta horrible celada, por
la cual con falsas excuses del mal menor y de hipotéticas
circunstancias, no se logra otra cosa que anular los esfuerzos de
los que sostienen ser aún posible para España la íntegra
soberanía social de Dios. y ayudar a los que pretenden llegue a
ser un día absoluta en ella la soberanía social del demonio!.