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XL Si es más conveniente defender en abstracto las doctrinas católicas contra el Liberalismo, o defenderlas por medio de una agrupación o partido que las personifique.
¿Es más conveniente defender en abstracto
las doctrinas católicas contra el Liberalismo, o defenderlas
formando un partido que las personifique?
Esta cuestión se ha propuesto mil veces, aunque nunca
seguramente coa la franqueza con que nos atrevemos nosotros a
proponerla aquí. De la confusión de ideas que hay sobre esto,
aun entre muchos que son indudablemente verdaderos católicos,
han nacido tantas proyectadas y siempre fracasadas fórmulas de
Unión fuera o con abstracción de la cuestión política,
fórmulas en algunos, sin duda bien intencionadas, aunque en
otros hayan sido máscara de astutas y pérfidas maniobras.
Volvernos, pues, a preguntar con toda sinceridad y llaneza:
¿Conviene más defender las ideas antiliberales en abstracto, o
defenderlas en concreto, o sea personificadas en un partido
franca y resueltamente antiliberal?
Una buena parte de nuestros hermanos, los que pretenden (aunque
no lo consiguen) aparecer neutrales en política, dicen que sí
conviene. Nosotros sostenemos decididamente que no. Es decir,
creemos que es mejor, y que es lo único práctico y viable y
eficaz, atacar al Liberalismo y defender y oponerle las ideas
antiliberales, no en abstracto, sino en concreto, esto es, no
solamente por media de la palabra hablada o escrita, sino por
medio de un partido de acción, perfectamente anti liberal .
Vamos a probarlo.
¿De qué se trata aquí? Trátase de defender ideas prácticas y
de práctica aplicación a la vida pública y social, y a las
relaciones entre los modernos Estados y la Iglesia de Dios. Ahora
bien; tratándose de buscar, ante todo, resultados inmediatamente
prácticos, son los más conducentes a este fin los
procedimientos mas prácticos. Y lo más práctico aquí es, no
la defensa simplemente abstracta y teórica de las doctrinas,
sino ayudar y favorecer a los que en el terreno práctico
procuran plantearlas, y combatir, desautorizar y aniquilar, si se
pudiese, a los que en el mismo terreno práctico se oponen a su
realización
Cansados estamos de idealismos místicos y poéticos, que a nada
conducen más que a una vaga admiración de la verdad, si a tanto
llegan. A la Iglesia, como a Dios, se la ha de servir spiritu et
veritatc, "en espíritu y en verdad"; cogitatione,
verbo et opera, "con pensamiento, palabra y obra". El
problema actual, en que anda revuelto el mundo, es brutalmente
práctico con toda la propiedad del adverbio subrayado. Mas que
con razones, pues, se ha de resolver con obras, que obras son
amores y no buenas razones, dice el refrán. No es principalmente
la cháchara liberal lo que ha trastornado al mundo sino el
trabajo eficaz y práctico de los sectarios del Liberalismo. Con
la mano más que con la lengua se ha destronado a Dios y al
Evangelio de su social soberanía de dieciocho siglos: con la
mano más que con la lengua se los ha de volver a colocar en su
trono. las ideas, hemos dicho ya más arriba, no se sostienen en
el aíre, ni hacen camino por sí solas, ni por sí solas
producen en el mundo general conflagración. Son pólvora que no
se inflama si no hay quien, aplicando la mecha, la ponga en
combustión. Las herejías puramente teóricas y doctrinales han
dada poco que hacer a la Iglesia de Dios: más se ha servido al
error el brazo que blande la espada que la pluma que escribe
falsos silogismos. Nada hubiera sido el Arrianismo sin el apoyo
de los emperadores arrianos; nada el Protestantismo sin el favor
de los príncipes alemanes deseosos de sacudir el yugo de Carlos
V; nada el Anglicanismo sin el de los lores ingleses cebados por
Enrique VIII con los bienes de los Cabildos y monasterios. Urge,
pues, oponer a la pluma, la pluma; a la lengua, la lengua; pero
principalmente al trabajo el trabajo; a la acción, la acción;
al partido, el partido; a la política, la política; a la espada
(en ocasiones dadas), la espada.
Así se han hecho siempre las cosas en el mundo, y así se
harán. hasta el fin de él. Prodigios no los suele obrar Dios
para la defensa de la fe, más que en los principios de ella.
Arraigada ésta en un pueblo, quiere que sea defendida
humanamente y al modo humano la que en el mundo y al modo humano
ha descendido a vivir.
Lo que se llama, pues, un partido católico, sea cualquiera el
otro apellido que se le dé, es hay día una necesidad. Tanto
significa como haz de fuerzas católicas, núcleo de buenos
católicos, unión de trabajos católicos, para obrar en el
terreno humano en favor de la Iglesia, allí donde la Iglesia
jerárquica no puede muchas veces descender. Que se procure una
política católica, una legalidad católica, un Gobierno
católico, por medios dignos y católicos, ¿quién lo puede
reprobar? ¿No bendijo la Iglesia en la Edad Media la espada de
los cruzados, y en la Moderna la bayoneta de los zuavos
pontificios? ¿No les dio su pendón? ¿No fue ella la que les
prendió al pecho la divisa? Si San Bernardo no se contentó con
escribir sobre eso patéticas homilías, sino que recluto
soldados y los lanzó a las costas de Palestina, ¿qué
inconveniente hay en que un partido católico se lance hay día a
la cruzada que permitan las circunstancias, la de los
periódicos, la de los círculos, la de los votos, la de la
pública manifestación, mientras aguarda la hora histórica en
que disponga Dios enviar a favor de su pueblo cautivo la espada
de un nuevo Constantino o de un segundo Calomagno?
Extraño será no le parezcan blasfemias estas verdades a la
secta liberal. Pues, por lo mismo, nos han de parecer a nosotros
las máximas más sólidas y las más oportunas hoy día.