XXXVIII.-Si es o no es indispensable acudir cada vez al fallo concreto de la Iglesia y de sus Pastores para saber si un escrito o persona deben repudiarse y combatirse como liberales. Indice de "El liberalismo es pecado LX.-Si es más conveniente defender en abstracto las doctrinas católicas contra el Liberalismo, o defenderlas por medio de una agrupación o partido que las personifique.

El liberalismo es pecado, Félix Sardà i Salvany

XXXIX ¿Y qué me decís de la horrible secta del "laicismo", que desde hace poco, al decir de algunas gentes, causa tan graves estragos en nuestro País?.

 

Esta es la ocasión de hablar del Laicismo de esa espantosa secta, como se la ha llamado, que ha tenido el singular privilegio de excitar la pública atención en estos últimos tiempos, en que apenas ninguna otra cuestión teológica ha merecido este honor. Gran monstruo habrá debido de ser el de que aquí se trata, cuando con tan general rebato se han crecido en el caso de embestir contra el hasta los menos aficionados a polémica religiosa, hasta los menos inclinados a velar por la honra de la Iglesia. El Laicismo ha sido una herejía singular de estos últimos tiempos, que ha tenido contra si la saña de todos los que aborrecen a Jesucristo. ¡Habrá rareza como ésta! En cambio, haberse levantado un hombre, sea seglar, sea eclesiástico, contra el Laicismo, ha sido al punto título de gloria y motivo de ruidoso aplauso y palutoteo en el grupo francmasón. He aquí un hecho que nadie puede desmentir, porque ha pasado a la vista de todos. ¿No podría ser éste un dato suficiente para dejar completamente resuelto desde el primer momento tan pavoroso problema?

Mas qué es el Laicismo? Sus fieros contradictores se han tomado mas bien la pena de anatematizarlo desde sus respectivas cátedras, más o menos autorizadas, que de definirlo. Nosotros, que andamos años ha en tratos públicos y privados con él, ensayaremos sacarlos de este apuro y darles, para que tengan alguna base en sus invectivas, una definición.

De Laicismo se han calificado tres cosas:

1.ª La pretendida exageración de la iniciativa seglar en la edificación de personas y de doctrinas.

2.ª La pretendida exageración de la iniciativa seglar en la dirección y organización de obras católicas.

3ª La pretendida falta de sumisión de ciertos seglares a la autoridad episcopal.

He aquí los tres puntos del enconado proceso que contra los laicistas se ha entablado de dos o tres años acá. Excusado es decir que esos tres puntos que damos aquí claramente deslindados por primera vez, nunca los ha deslindado en sus fogosas peroratas el ampuloso fiscal que ha llevado principalmente la voz contra nosotros. Eso de concretar cargos y precisar conceptos no debe de entrar en las leyes de su polémica, por todo extremo original. Mucho vociferar a grito herido: " ¡Cisma! ¡cisma! ¡secta! ¡secta! ¡ rebeldía! ¡Rebeldía! y, mucho ponderar los fueros y prerrogativas de la autoridad episcopal, mucho probar con autoridades y cánones verdades que nadie niega sobre esta autoridad; pero nada de acercarse (ni de lejos) al verdadero punto del debate; nada de probar gravísimas acusaciones, olvidando que, acusación que no se aprueba, deja de ser acusación y pasa a ser desvergonzada calumnia. ¡Oh, qué lujo de erudición, qué profundidad de teología, qué sutileza de derecho canónico, qué énfasis de retórica escolar se ha malgastado en probar que eran los peores enemigos de la causa católica sus más firmes defensores; que eran los autores y fautores del Laicismo, precisamente los de continuo apostrofados de Clericalismo; que tendían a emanciparse del santo magisterio episcopal los que han sido en todos tiempos los más adictos y dóciles al cayado de sus Pastores, en lo que pertenece a su jurisdicción!

Esta última frase (en lo que pertenece a su jurisdicción) la tiene en lamentable y tal vez calculado olvido los fieros impugnadores del mal llamado Laicismo, y con tanto traer y llevar por arriba y por abajo la Encíclica Cum multa, diríase no han acertado aun a ver en ella ese paréntesis, que da de lo más sustancioso de ella la debida y natural explicación. En efecto; todas las acusaciones de rebeldía dirigidas contra ciertas asociaciones y periódicos, estarían muy en su lugar siempre que se probase (como efectivamente nunca se ha probado ni se probará) que tales asociaciones y periódicos, al resistirse con varonil firmeza a formar parte de la malhadada unión católico-liberal que se les quiso canónicamente imponer resistieron a su natural jefe religioso en algo que era de su jurisdicción. El colosal talento de los descubridores e impugnadores del Laicismo podría bien ocuparse en eso, que seria tarea digna de su laboriosidad, y que por cierto habían de tardar en ver concluida. Mas ¿qué hacer? No les ha dado por ahí a los antilaicistas, ni debe haber para ellos señalado en. su manualito de Lógica aquel vicio llamado mutatio elenchi, que es el que de continuo les hace cantar extra chorum." por no emplear otro modismo, si más gráfico, menos limpio y oloroso, que tiene entre los suyos el enérgico idioma catalán.

Es por de pronto un Laicismo, singular este que en España, y en Cataluña sobre todo anda al frente de todas las obras católicas vulgarmente llamadas ultramontanas; que a la voz del Papa levanta romerías; que para secundar al Papa cubre adhesiones con millares de firmas; que para socorrer al Papa manda de continuo a Roma limosnas y más limosnas; que está siempre al lado de sus Prelados en cuanto éstos ordenen para combatir a la impiedad; que funda y paga y sostiene escuelas católicas contra las llamadas laicas y protestantes; que forma, en una palabra, en la academia, en el templo, en la prensa, el grupo más ardientemente batallador en defensa de los derechos de la fe y de la Santa Sede. Es un Laicismo raro y fenomenal éste del cual son amigos e inspiradores los sacerdotes más ejemplares, y focos las casas religiosas más observantes; que ha recibido en pocos años él solo más bendiciones expresas de Su Santidad que cualquier otro grupo en medio siglo de fecha; que lleva sobre sí el certificado mas auténtico de ser cosa de Cristo en la animadversión y rabia con que le miran y tratan todos los enemigos más declarados del nombre cristiano. ¿No es verdad que es este un Laicismo que en todo se parece al más puro Catolicismo?

Resumen: que no hay tal Laicismo ni cosa que lo parezca. Hay sí, un puñado de católicos seglares que valen por un ejército, y que incomodan de veras a la secta católico-liberal, que tiene por eso muy legítima y justificada razón para odiarlos.

Y hay además:

1.° Que el católico seglar ha podido siempre, y puede y debe con más justo motivo hoy día, dadas las presentes circunstancias, tomar parte muy activa en la controversia religiosa, exponiendo doctrinas, calificando libros y personas, desenmascarando fachas de sospechosa catadura, tirando derecho a los blancos que de antemano le señala la Iglesia Entre los cuales el blanco preferente debe ser en nuestros días el error contemporáneo del Liberalismo, y su hijuela y cómplice y encubridor el catolicismo liberal, contra los cuales cien veces ha dicho el Papa que era muy recomendable guerreasen sin cesar todos los buenos católicos, aun los seglares.

2.º Que el fiel seglar ha podido en todos tiempos, y puede hoy emprender, organizar, dirigir y llevar a cabo toda suerte de obras católicas, con sujeción a los trámites que para eso prescribe el Derecho canónico, y sin otra limitación que la que éste señala. De lo cual nos dan ejemplo grandes Santos que, siendo simples seglares, han creado en la Iglesia de Dios magníficas instituciones de todo género, y hasta verdaderas Ordenes religiosas, como fue San Francisco de Asís, que, ¡pásmense los antilaicistas!, nunca llegó a ser sacerdote' ni era subdiácono, sino un pobre seglar, cuando puso los cimientos de la suya. Con mucha mayor razón se puede, pues, fundar un periódico, una academia, un círculo, o un casino propagandista, sin más que atenerse a las reglas generales que para esto establece, no el criterio de un hombre, sea el que fuere, sino la sabia legislación canónica, de quien son súbditos todos y a quien deben ser todos obedientes, desde el Príncipe más alto de la Iglesia hasta el mas obscuro seglar.

3.º Que tratándose de cuestiones libres no hay rebeldía ni desobediencia en que quiera resolverlas cada periódico o asociación o individuo según su criterio particular. Siendo muy de notar, aunque nada extraño, que en eso tengamos los católicos que dar lecciones a los liberales de cuáles sean los fueros de la verdadera libertad cristiana, y de cuán distinta es la noble sumisión de la fe. del bajo y rastrero servilismo. Las opiniones libres ni el confesor puede imponerlas a su confesado, aunque las crea más provechosas o seguras, ni el Párroco a su feligrés, ni el Prelado a sus diocesanos, y seria muy conveniente que sobre eso diesen nuestros ilustrados contradictores un repaso al Bouix, o por lo menos al F. Larraga. Por lo mismo no hay crimen, ni hay pecado, ni hay siquiera falta venial (y mucho menos herejía, cisma o cualquiera otra majadería) en ciertas resistencias. Son resistencias que la Iglesia autoriza y que por tanto nadie puede condenar. Eso sin prejuzgar si tales resistencias son algunas veces no sólo lícitas, si que recomendables; y no sólo recomendables, si que obligatorias en conciencia. Como seria, si de buena o mala fe, con rectas o no rectas intenciones, se pretendiese llevar a un súbdito a que suscribiese fórmulas o adoptase actitudes, o aceptase connivencias abiertamente favorables al error, y deseadas y urdidas y aplaudidas por los enemigos de Jesucristo. En tal caso el deber del buen católico es la resistencia a todo trance, y antes morir que condescender.

He aquí lo que hay sobre la tan debatida cuestión del Laicismo, que mirada a buena luz y con mediano conocimiento de la materia. ni siquiera llega a ser cuestión. De ser cierta la teología que sobre eso han sentado los padres graves del catolicismo liberal, poco le quedaría que hacer al diablo para ser dueño del campo, porque en rigor, todo se lo daríamos ya hecho con nuestras propias manos. Para hacer imposible en la práctica todo movimiento católico seglar, no hay mejor recurso que exigirle tales condiciones por las que resulte moralmente impracticable. En una palabra, lo hemos dicho ya: Jansenismo puro es éste, al que por fortuna le ha caído ya el disfraz.

 



XXXVIII.-Si es o no es indispensable acudir cada vez al fallo concreto de la Iglesia y de sus Pastores para saber si un escrito o persona deben repudiarse y combatirse como liberales. Indice de "El liberalismo es pecado LX.-Si es más conveniente defender en abstracto las doctrinas católicas contra el Liberalismo, o defenderlas por medio de una agrupación o partido que las personifique.