|
XXXVI Si es alguna vez recomendable la unión entre católicos y liberales para un fin común, y con qué condiciones.
Otra cuestión se ha agitado muchísimo
en nuestros días, y es la relativa a la unión entre católicos
y liberales menos avanzados, para el fin común de contener a la
revolución más radical y desencadenada. Sueño dorado o
candorosa ilusión de algunos; de otros, empero, pérfida
asechanza con que sólo pretendieron (y hánlo logrado en parte)
desunirnos y paralizarnos. ¿Qué hemos de pensar, pues, de tales
conatos unionistas los que deseamos, sobre todo otro interés, el
de nuestra Santa Religión?
En tesis general hemos de pensar que no son buenas ni
recomendables tales uniones. Dedúcese rectamente de los
principios hasta aquí sentados. El Liberalismo es en su esencia,
por moderado y mojigato que se presente en la forma, oposición
directa y radical al Catolicismo. Los liberales son, pues,
enemigos natos de los católicos, y sólo en algún concepto
accidental pueden tener intereses verdaderamente comunes .
Pueden, sin embargo, darse de estos algunos rarísimos casos.
Puede, en efecto, suceder que contra una de las fracciones más
avanzadas del Liberalismo sea útil en un caso dado la unión de
fuerzas íntegramente católicas con las de otro grupo más
moderado del propio campo liberal. Cuando realmente así
convenga, deben tenerse en cuenta las siguientes bases para la
unión.
1ª No partir del principio de una neutralidad o conciliación
entre lo que son principios o intereses esencialmente opuestos,
cuales son los católicos y los liberales. Esta neutralidad o
conciliación está condenada por el Syllabus, y es de
consiguiente base falsa; tal unión es traición, es abandono del
campo católico por parte de los encargados de defenderlo. No se
diga, pues: "prescindamos de diferencias de doctrina y de
apreciación". Nunca se haga esta vil abdicación de
principios. Dígase ante todo: "A pesar de la radical y
esencial oposición de principios y apreciaciones, etc."
Háblese así y óbrese así para evitar confusión de conceptos,
escándalo de incautos y alardes del enemigo.
2.ª Mucho menos se concede al grupo liberal la honra de
capitanearnos con su bandera. No; conserve cada cual su propia
divisa, o véngase por aquellos momentos a la nuestra quien con
nosotros quiera luchar contra un común enemigo. Más claro:
únanse ellos a nosotros; nunca nosotros a ellos. A ellos,
abigarrados siempre en su insignia, no les será tan difícil
aceptar nuestro color; a nosotros, que lo queremos todo puro y
sin mezcla, ha de sernos más intolerable tal barajamiento de
divisas.
3.ª Nunca se crea con esto dejar establecidas bases para una
acción constante y normal. No pueden serlo más que para una
acción fortuita y pasajera. Una acción constante y normal no
puede establecerse más que con elementos homogéneos y que
engranen entre sí como ruedas perfectamente combinadas. Para
entenderse durante mucho tiempo personas radicalmente opuestas en
su convicción, fueran necesarios continuos actos de heroica
virtud por parte de todos. Y el heroísmo no es cualidad común
ni de todos los días. Es exponer, pues una obra a lamentable
fracaso, edificarla sobre base de encontradas opiniones, por más
que en algún punto accidental concuerden ellas entre sí. Para
un acto transitorio de defensa común o de común arremetida,
puede muy bien intentarse esta coalición de fuerzas, y puede ser
laudable y de verdaderos resultados, siempre que no se echen en
olvido las otras condiciones o reglas que hemos puesto como de
imprescindible necesidad.
A no ser con estas condiciones, no sólo no creemos favorable la
unión de católicos y liberales para empresa alguna, sino que la
estimamos altamente perjudicial. En vez de multiplicar las
fuerzas, como sucede cuando la suma es de cantidades homogéneas,
paralizará y anulará el vigor de aquellas mismas que aisladas
hubieran podido hacer algo en defensa de la verdad. Es cierto que
hay un proverbio que dice: "¡Ay del que va solo!" Pero
también hay otro enseñado por la experiencia y en nada opuesto
a éste, que dice: "Vale más soledad que ruin
compañía" Creemos que es Santo Tomás quien dice en no
recordamos qué punto: Bona est unio, ser potior est unitas.
"Excelente cosa es la unión, pero mejor es la unidad".
Si se debe, pues. sacrificar la unidad verdadera en aras de una
ficticia y forzada unión, nada se gana en el cambio, antes se
pierde muchísimo, a nuestro pobre entender.
Además de estas consideraciones, que podrían creerse meras
divagaciones teóricas, la experiencia acreditó ya de sobras lo
que sale por lo regular de tales conatos de unión. El resultado
suele ser siempre mayor exacerbación de luchas y rencores No hay
ejemplo de una coalición de éstas que haya servido para
edificar o consolidar.