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XXXII Causas permanentes del Liberalismo en la sociedad actual.
Hay, además de esas pendientes por donde
se va al Liberalismo, lo que podríamos llamar causas permanentes
de él en la actual sociedad; y en éstas hemos de buscar los
motivos por qué se hace tan difícil su extirpación.
Son en primer lugar causas permanentes del Liberalismo las mismas
que hemos antes señalado como pendientes y resbaladeros que
llevan a él. Dice la filosofía: Per quoe res gignitur, per
eadem et servatur et angetur: "las cosas comúnmente se
conservan y aumentan por las mismas causas por las que nacieron.
Pero además de ellas podemos aquí todavía señalar alguna que
ofrece carácter especial.
1. La corrupción de costumbres. La Masonería lo ha decretado, y
a la letra se cumple su programa infernal. Espectáculos, libros,
cuadros, costumbres públicas y privadas, todo se procura saturar
de obscenidad y lascivia; el resultado es infalible: de una
generación inmunda, por necesidad saldrá una generación
revolucionaria. Así se nota el empeño que tiene el Liberalismo
en dar rienda suelta a todo exceso de inmoralidad Sabe bien lo
que éste le sirve. Es su natural apóstol y propagandista.
2º El periodismo. Es incalculable la influencia que ejercen sin
cesar tantas publicaciones periódicas como esparce cada día el
Liberalismo por todas partes. Ellas hacen, ¡mentira parece!, que
(quiera o no) haya de vivir el ciudadano de hoy dentro de una
atmósfera liberal. El comercio, las artes, la literatura, la
ciencia, la política, las noticias nacionales y extranjeras,
todo se da casi por conductos liberales, todo de consiguiente
toma, por necesidad, color o resabio liberal. Y se encuentra uno,
sin advertirlo, pensando y hablando y obrando a lo liberal; tal
es la maléfica influencia de este envenenado ambiente que se
respira. El pobre pueblo lo traga con más facilidad que nadie,
por su natural buena fe. Lo traga en verso, en prosa, en grabado,
en serio, en broma, en la plaza, en el taller, en el campo, en
todas partes. Este magisterio liberal se ha apoderado de él y no
le deja ni un instante. Y se hace más funesta su acción por la
especial condición del discípulo, como diremos ahora.
3.ª La ignorancia casi general en materias de Religión. El
Liberalismo, al rodear por todas partes al pueblo de embusteros
maestros, ha cuidado muy bien de incomunicarle con el único que
le podía hacer notar el embuste. Este es la Iglesia. Todo el
empeño del Liberalismo cien años ha es paralizar a la Iglesia,
que enmudezca, que no tenga a lo más sino carácter oficial, que
no logre contacto con el pueblo. A eso obedeció (confesado por
los liberales) la destrucción de los conventos y monasterios; a
eso las trabas puestas a la enseñanza católica; a eso el tenaz
empeño en desprestigiar y ridiculizar al clero. La Iglesia se ve
rodeada de lazos artificiosamente discurridos para que en nada
moleste la marcha avasalladora del Liberalismo. Los Concordatos,
tal como se cumplen hay día en casi todas las naciones, son como
otras tantas argollas para apretar su garganta y entorpecer sus
movimientos. Entre el clero y el pueblo se ha puesto y se procura
poner más y más cada día un abismo de adiós, preocupaciones y
calumnias. Así que una parte de nuestro pueblo, cristiano por el
bautismo, sabe tan poco de su religión como de la de Mahoma o de
Confucio. Se procura además evitarla todo roce necesario con la
parroquia, dándole registro civil, matrimonio civil, sepultura
civil, etc., a fin de que acabe de romper todo lazo con la
Iglesia. Es un programa separatista completo, en cuya unidad de
principios, medios y fines se ve bien clara la mano de Satanás.
Cabe aún apuntar otras causas, pero ni la extensión de este
trabajo lo permite, ni todas se podrían decir aquí.