XXIX.-¿Qué conducta debe observar el buen católico con tales ministros de Dios contagiados del Liberalismo? Indice de "El liberalismo es pecado XXXI.-De las pendientes por las que con más frecuencia viene a caer un católico en el Liberalismo.

El liberalismo es pecado, Félix Sardà i Salvany

XXX Qué debe pensarse de las relaciones que mantiene el Papa con los Gobiernos y personajes liberales.

 

Pues entonces (salta uno), ¿qué concepto hemos de formar de las relaciones y amistades que trae la Iglesia con Gobiernos y personas liberales, que es lo mismo que decir con el Liberalismo?

Respuesta al canto.

Hemos de juzgar que son relaciones y amistades oficiales y nada más. No supone afecto alguno especial a las personas con quienes se tienen, y mucho menos aprobación de sus actos, y muchísimo me nos adhesión o sanción a sus doctrinas. Punto es este que conviene explanar algún tanto, ya que sobre él arman gran aparato de teología liberal los sectarios del Liberalismo para combatir la sana intransigencia católica.

Conviene ante todo observar que hay en la Iglesia de Dios dos ministerios: uno que llamaremos apostólico, relativo a la propagación de la fe y a la salvación de las almas; y otro que podríamos muy bien llamar diplomático, relativo a sus relaciones humanas con los poderes de la tierra.

El primero es el más noble; es, por decirlo así, el primario y esencial. El segundo es inferior y subordinado al primero, a cuyo auxilio únicamente se endereza. En el primero es intransigente e intolerante la Iglesia; va recta a su fin, y prefiere romperse antes que doblegarse: Frangi, non flecti. Véase sino la historia de sus persecuciones. Tratase de derechos divinos y de deberes divinos, y por tanto en ellos no cabe atenuación ni transacción. En el segundo es condescendiente y benévola y sufrida. Trata, gestiona, negocia, halaga para ablandar; calla tal vez para mejor conseguir; se retira quizá para mejor avanzar y para sacar luego mejor partido. Su divisa podría ser en este orden de relaciones: Flecti, non frangi. Trátase de relaciones humanas, y éstas admiten cierta flexibilidad y uso de especiales resortes.

En este terreno es lícito y santo todo lo que no declara malo y prohibido la ley común en las relaciones ordinarias entre los hombres. Más claro: la Iglesia cree en esta esfera poder valerse y se vale de todos los recursos que puede utilizar una diplomacia honrada.

¿Quién se atreverá a echárselo en rostro? Así que envía embajadas y las recibe aun de Gobiernos malos, aun de príncipes infieles da a los mismos y de los mismos recibe presentes y obsequios y honores diplomáticos; ofrece distinciones, títulos y condecoraciones a sus personajes; honra con frases de cortesanía y galantería a sus familias; concurre a sus fiestas por medio de sus representantes.

Pero salen luego el tonto o el liberal y dicen como quien habla sentencias: " Pues ¿por qué hemos de aborrecer al Liberalismo y combatir a los Gobiernos liberales, cuando trata con ellos el Papa, y los reconoce y colma de distinciones?" ¡Malvado o majadero! que una de estas cosas o todas juntas puedes muy bien ser. Escucha una comparación y falla luego.

Eres padre de familia y tienes cuatro o seis hijas, a quienes educas con todo el rigorismo de la honestidad, y viven frente o pared en medio de tu casa unas vecinas infames, y tú estás diciendo continuamente a tus hijas que aquellas mujeres no las han de tratar ni siquiera saludar, ni aun mirar; que las han de considerar como malas y perversas; que han de aborrecer su conducta e ideas; que han de procurar distinguirse de ellas y en nada asemejarse a ellas, ni en sus dichos, ni en sus obras, ni en sus trajes. Y tus hijas, dóciles y buenas, es claro que han de observar tu ley y atenerse a tus mandatos, que no son sino de prudente y de muy avisado padre de familias. Mas he aquí que en una ocasión se suscitan cuestiones en la vecindad sobre puntos comunes a ella, sobre confrontación de límites o paso de aguas, por ejemplo; y se hace preciso que tú, honrado padre, sin dejar de ser tal, trates en junta con una de aquellas infames mujeres, sin dejar de ser infames, o por lo menos con quien las represente. Y tenéis para eso vuestros tratos y cabildeos, y os habláis y os dais los cumplidos y fórmulas de cortesía usuales en sociedad, y procuráis de todos modos entenderos y llegar a un acuerdo y avenencia sobre el objeto en que habéis de convenir.

¿Hablarán bien tus hijas si dicen luego: "Pues que nuestro padre trata con esas malas vecinas, no deben ser tan malas como dice él; podemos tratar con ellas también nosotros; buenas hemos de reputar sus costumbres; modestos sus trajes, loable y honrado su modo de vivir? Dime, ¿no hablarían como necias tus hijas si hablasen así? Pues apliquemos ahora la parábola o comparación.

La Iglesia es la familia de los buenos (o que deben serlo y que desea ella lo sean). Pero vive rodeada de Gobiernos del todo perversos o más o menos pervertidos. Y dice a sus hijos: "Aborreced las máximas de esos Gobiernos; combatidlos; su doctrina es error, sus leyes iniquidad." Pero al mismo tiempo, por cuestiones de interés propio o de ambos a la vez, se ve ella en el caso de tratar con los jefes o representantes de tales Gobiernos malos, y efectivamente trata con ellos, recibe sus cumplidos y usa con ellos de las fórmulas de urbanidad diplomática usuales en todos los países; pacta con ellos sobre asuntos de interés común, procurando sacar el mejor partido posible de su situación entre tales vecinos. ¿Es malo esto? Sin duda que no. Pero ¿no es ridículo que salga luego un católico y lo tome por sanción de doctrinas que la Iglesia no cesa de condenar, y por aprobación de actos que la Iglesia no cesa de combatir?

¡Pues qué! ¿Sanciona la Iglesia el Corán tratando de potencia a potencia con los sectarios del Corán? ¿Aprueba la poligamia, recibiendo regalos y embajadas del gran Turco? Pues del mismo modo no aprueba el Liberalismo cuando condecora a sus reyes o ministros, cuando les envía sus bendiciones, que son simples fórmulas de cortesía cristiana que el Papa otorga hasta a los protestantes. Es sofístico pretender que la Iglesia autorice con tales actos lo que por otros actos no deja de condenar. Su ministerio diplomático no anula su ministerio apostólico; en su ministerio apostólico debe, sí, buscarse la explicación de las aparentes contradicciones de su ministerio diplomático

Y así obra el Papa con los jefes de naciones, así el Obispo con los de provincias, así el párroco con los de localidad. Y Se sabe el alcance y significación que tienen estas relaciones oficiales y diplomáticas. Sólo lo ignoran (o fingen ignorarlo) los malaventurados sectarios o resabiados del error liberal.

 



XXIX.-¿Qué conducta debe observar el buen católico con tales ministros de Dios contagiados del Liberalismo? Indice de "El liberalismo es pecado XXXI.-De las pendientes por las que con más frecuencia viene a caer un católico en el Liberalismo.