XXVI.-Continúa la hermosa y contundente cita de "La Civiltá Cattolica". Indice de "El liberalismo es pecado XXVIII.-Si hay o puede haber en la Iglesia ministros de Dios atacados del horrible contagio del Liberalismo.

El liberalismo es pecado, Félix Sardà i Salvany

XXVII En que se da fin a la tan oportuna como decisiva cita de "La Civiltá Cattolica" .

 

"Hemos defendido (prosigue) contra los liberales nuestra manera especial de escribir, demostrando que no puede estar más conforme a aquella caridad que tan de continuo nos están encomendando. Y porque hablábamos hasta aquí con liberales, a nadie habrá causado maravilla el tono irónico que hemos venido empleando con ellos, no pareciéndonos, por cierto, exceso de crueldad oponer a los dichos Y hechos del Liberalismo ese poquitillo de figuras retóricas. Mas ya que tocamos hoy este asunto, no será quizá ocioso que, cambiando por supuesto de estilo, y repitiendo ahora lo que ya en otra ocasión hemos escrito a igual propósito, demos fin a este artículo con algunas palabras dirigidas en serio y con todo respeto, a los que no siendo en modo alguno liberales, antes siendo firmes adversarios de tal doctrina, puedan no obstante creer que jamás es licito, escríbase contra quien se quiera, salirse de ciertas formas de respeto y caridad, a que tal vez han .juzgado no se conformaban bastante nuestros escritos"

"A cual censure queriendo contestar nosotros, ya por el respeto que a esos tales debemos, ya por el interés que tenemos en nuestra propia defensa, no creemos poder hacerlo más cumplidamente que resumiendo aquí, con brevedad, la apología que de sí mismo hace muy extensamente el P. Mamachi, de la S. O. de Predicadores, en la Introducción al libro III de su doctísima obra: Del libre derecho de la iglesia de adquirir y poseer bienes temporales. "Algunos, dice, si bien confiesan quedar convencidos de nuestras razones, declárannos, sin embargo, amigablemente que hubieran deseado, en las respuestas que damos a nuestros adversarios, mayor moderación. No hemos combatido por nosotros, sino por la causa de Nuestro Señor y de la Iglesia. y por más que se nos haya atacado con manifiestas mentiras y con atroces imposturas, no hemos querido salir jamás en defensa de nuestra persona. Si empleamos, pues, alguna expresión que pueda parecer a alguien áspera o punzante, no se nos hará la injusticia de pensar que provenga eso de mal corazón nuestro o rencor que tengamos contra los escritores que combatimos, supuesto que no hemos recibido de ellos injurias, ni siquiera les tratamos o conocemos. El celo que debemos todos tener por la causa de Dios es quien nos ha puesto en el caso de gritar y de levantar como voz de trompeta nuestra voz.

"-Pero ¿y el decoro del hombre honrado? ¿Y las leyes de la caridad? ¿Y las máximas y ejemplos de los Santos? ¿Y los preceptos de los Apóstoles? ¿Y el espíritu de Jesucristo?

"Poquito a poco, Es verdad que los hombres extraviados y errados han de ser tratados con caridad, mas eso ha de ser cuando hay fundada esperanza de llevarlos con tal procedimiento a la verdad; si no hay tal esperanza, y sobre todo si está probado por la experiencia que callando nosotros y no descubriendo al público el temple y humor del que esparce errores, redunda eso en gravísimo daño de los pueblos, es crueldad no levantar muy libremente el grito contra tal propagandista, y dejar de echarle en rostro las invectivas que tiene muy merecidas.

"De las leyes de la caridad cristiana tenían, a fe, muy claro conocimiento los Santos Padres. Por esto el angélico doctor Santo Tomas de Aquino, al principio de su célebre opúsculo Contra los implanadores de la Religión, presenta a Guillermo y a sus secuaces (que por cierto no estaban aún condenados por la Iglesia) como enemigos de Dios, ministros del diablo, miembros del Anticristo, enemigos de la salud del género humano, difamadores, sembradores de blasfemias, réprobos, perversos, ignorantes, iguales a Faraón, peores que Jovíniano y Vigilancio." ¿Hemos acaso nosotros llegado a tanto?

"Contemporáneo de Santo Tomás fue San Buenaventura, el cual juzga deber increpar con la mayor dureza a Geraldo, llamándole "protervo, calumniador, loco, impío, que añadía necedad a necedad, estafador, envenenador, ignorante, embustero, malvado, insensato, perdido." ¿Alguna vez hemos llamado nosotros así a nuestros adversarios?

"Muy justamente (prosigue el P. Mamachi) es llamado melifluo San Bernardo. No nos detendremos en copiar aquí cuanto escribió durísimamente contra Abelardo. Nos contentaremos con citar lo que escribe contra Arnaldo de Brescia, pues habiendo éste izado bandera contra el clero y habiéndole querido privar de sus bienes fue uno de los precursores de los políticos de nuestros tiempos. Trátale pues, el Santo Doctor de "desordenado, vagabundo, impostor, vaso de ignominia, escorpión vomitado de Brescia, visto con horror en Roma y con abominación en Alemania, desdeñado del Sumo Pontífice, afamado por el diablo, obrador de iniquidad, devorador del pueblo, boca llena de maldición, sembrador de discordias, fabricador de cismas, fiero lobo".

"San Gregorio Magno, reprendiendo a Juan, obispo de Constantinopla, le echa en cara su "profano y nefando orgullo, su soberbia de Lucifer, sus necias palabras, su vanidad, su corto talento, ``No de otro modo hablaron los Santos Fulgencio, Próspero, Jerónimo, Siricio Papa, Juan Crisóstomo, Ambrosio, Gregorio Naciarcen, Basilio, Hilario, Atanasio, Alejandro obispo de Alejandría, los santos mátires Cornelio y Cipriano, Atenágora, Ireneo, Policarpo, Iguacio mártir, Clemente, todos los Padres en fin, que en los mejores tiempos de la Iglesia se distinguieron por su heroica caridad.

"Omitiré describir los cáusticos aplicados por algunos de éstos a los sofistas de su tiempo, aunque menos delirante que los de los nuestros, y agitados de menos ardientes pasiones políticas.

"Citare sólo algunos pasajes de San Agustín, quien observó "que los herejes son tan insolentes como poco sufridos en la reprensión; que muchos, por sufrir la corrección, apostrofan de buscarruidos y de disputadores a aquellos que les reprenden>; añadiendo "que algunos extraviados han de ser tratados con cierta caritativa aspereza, Veamos ahora cómo seguía él estos sus propios documentos. A varios llama "seductores, malvados, ciegos, tontos, hinchados de soberbia, calumniadores"; a otros, "embusteros de cuyas bocas no salen más que monstruosas mentiras, perversos, maldicientes, delirantes"; a otros, "neciamente locuaces, furiosos, frenéticos, entendimientos de tinieblas, rostros desvengonzados, lenguas procaces, Y a Juliano le decía: "O a sabiendas calumnias, fingiendo tales cosas, o no sabes lo que dices, por creer a embusteros"; y en otro lugar le llama "tramposo, mentiroso, de no sano juicio, calumniador, necio.",

"Digan ahora nuestros acusadores, ¿hemos dicho nosotros algo de eso, o siquiera mucho menos?"

"Mas basta ya de ese extracto, en el cual no hemos puesto palabra nuestra, aunque algunas hemos omitido de dicho P. Mamachi, entre otras las citas de los lugares de los Santos Padres, por deseo de abreviar. Por igual razón no hemos extractado la parte de la defensa, en que dicho Padre saca del Evangelio iguales ejemplos de caritativa aspereza.

"De tales ejemplos, pues, bien pueden deducir nuestros amables censuras, que en cualquier motivo en que afiancen su crítica, sea en un principio moral, sea en reglas de conveniencia social y literaria, si no queremos decir que su opinión resulta plenamente refutada por el ejemplo de tantos Santos, que fueron a la vez excelentes literatos, queda por lo menos muy desautorizada y muy de incierto valor.

"Y si a la autoridad de los ejemplos quiere verse reunida la de las razones, muy breve y claramente las expuso el cardenal Pallavicini, en el capítulo II del libro de su Historia del Concilio de Trento. En la cual dicho autor, antes de empezar a probar como fue Sarpi Malvado, de maldad notoria, falsificador, reo de enormes felonías, despreciador de toda religión, impío y apóstata", dice entre otras cosas, que "así como es caridad no perdonar la vida a un malhechor, para salvar a muchos inocentes, así es caridad no perdonar la fama de un impío, para salvar la honra de muchos buenos." Permite toda ley que, para defender a un cliente de un falso testigo, se aduzca en juicio y se pruebe lo que a éste puede infamarle, y que en otra ocasión el decirlo seria castigado con gravísima pena. Por esto yo, defendiendo en este tribunal del mundo, no a un particular cliente, sino a toda la Iglesia católica, seria vil prevaricador si no opusiese al testigo falso aquellas notes y tachas que desvirtúan y anulan su testimonio.

"Si, pues, todos creerían prevaricador al abogado que, pudiendo demostrar que su acusador es un calumniador, no lo hiciese por razones de caridad, ¿por qué no se ha de comprender de igual manera que, por lo menos, no puede acusarse de haber violado la caridad al que hace lo mismo con los perseguidores de toda clase de inocencia? Sería esto desconocer la instrucción que da San Francisco de Sales en su Filotea al final del capítulo XX de la parte II. "De eso, dice, exceptuad a los enemigos declarados de Dios y de su Iglesia, los cuales deben ser difamados tanto como se pueda (por supuesto, sin faltar a la verdad), siendo gran obra de caridad gritar: "¡Al lobo!" cuando está entre el rebaño o en cualquier lugar en que se le divise."

Hasta aquí La Civilta Cattolica (vol. I ser. V, página 27), cuyo artículo tiene la fuerza de su elevado y respetabilísimo origen, la fuerza de las razones incontrovertibles que aduce; la fuerza, por fin, de los gloriosos testimonios que emplaza. Nos parece que con mucho menos baste para convencer a quien no sea liberal o miserablemente resabiado de Liberalismo.

 



XXVI.-Continúa la hermosa y contundente cita de "La Civiltá Cattolica". Indice de "El liberalismo es pecado XXVIII.-Si hay o puede haber en la Iglesia ministros de Dios atacados del horrible contagio del Liberalismo.