XXV.-Confírmase lo últimamente dicho con un muy concienzudo artículo de la "La Civiltá Cattolica". Indice de "El liberalismo es pecado XXVII.-En que se da fin a la tan oportuna como decisiva cita de "La Civiltá Cattolica"

El liberalismo es pecado, Félix Sardà i Salvany

XXVI Continúa la hermosa y contundente cita de "La Civiltá Cattolica".

 

Prosigue así el famoso artículo de La Civiltá Cattolica, y proseguimos nosotros la oportunísima cita de él.

"Si nos piden (dice) los liberales la verdadera caridad, única que les conviene y única que nosotros como redactores de La Civiltá Catolica les podemos y debemos dar, tan lejos andamos de querer negársela, que, al revés, creemos habérsela prodigado muy mucho hasta ahora, si no según todas sus necesidades, al menos según nuestra posibilidad. Es intolerable abuso de palabras el que cometen por ahí los liberales, diciendo que no usamos con ellos de caridad. La caridad, una en su principio, es varia y multiforme en sus obras. Tanto usa muchas veces de la caridad el padre que reciamente pega a su hijo, como el que le cubre de besos. Y muy fácil es que sea muy a menudo manar para con su hijo la caridad del padre que le besa que la del que le sacude.

Nosotros pegamos a los liberales, no puede negarse, y les pegamos muy a menudo; con meras palabras, por supuesto. Pero ¿se podrá decir por esto que no les amamos?, ¿que no tenemos para con ellos caridad? Esto podráse decir más bien de lo que contra las prescripciones de la caridad interpretan mal las intenciones del prójimo En cuanto a nosotros, lo más que podrán decir los liberales es que la caridad con que les tratamos no es la que ellos desean. Mas no por eso deja de ser caridad, sí, señor, y es mucha caridad, y pues sor ellos quienes piden caridad y nosotros quienes se la regalamos de balde, bien podrían recordar aquí aquel viejo refrán que dice: "A caballo regalado no le mires el pelo"

"Quisieran ellos la caridad de que les alabásemos, admirásemos, apoyásemos, o de que por le. menos les dejásemos obrar, a sus anchas. Nosotros, al revés, no queremos hacerles sino la caridad de gritarles, reprenderles, excitarles por mil modos a salir de su mal camino. Cuando sueltan una mentira, o plantan una calumnia, o pillan los bienes ajenos, quisieran esos liberales que nosotros les cubriésemos esos y otros pecadillos veniales con el manto de la caridad. Nosotros, al contrario, les apostrofamos de ladrones, embusteros y calumniadores, ejerciendo con ellos la caridad más exquisita de todas, la de no adular ni engañar a aquellos a quienes queramos bien. Cuando se les escape algún disparate gramatical, de ortografía, de lenguaje, o simplemente de lógica, quisieran ellos que hiciésemos sobre eso la vista gorda, y lloran y gimotean cuando de eso les advertimos en público, quejándose de que faltamos a la caridad. Nosotros, al revés, hacemos con ellos la buena obra de obligarles como a palpar con sus propias manos una cosa que deben saber, y es que no son tan grandes maestros como se les figura, que no llegan más que a medianejos estudiantes; y así procuramos en lo que podemos, promover en Italia el cultivo de las bellas artes, y en el corazón de esos liberales el ejercicio de la humildad cristiana, de la cual se sabe tienen harta necesidad.

"Quisieran sobre todo esos señores liberales que se les tomase siempre muy en serio, que se les estimase, reverenciase, y obsequiase y tratase como personajes de importancia; resignaríanse a que se les refutase, sí, pero sombrero en mano, inclinando el cuerpo y baja la cabeza en reverente y humildosa actitud. De donde vienen sus quejas cuando alguna vez se les pone en solfa, como se suele decir, esto es, en caricatura, a ellos, los padres de la patria, los héroes del siglo, los italianos de verdad, la "propia Italia, Como suelen decir de sí mismos en más compendiosa expresión.. ¿Quién tiene, empero, la culpa, si es tan ridícula esa pretensión que al mismo Eleráclito le hiciera soltar la carcajada?

"¡Pues qué! ¿Hemos de estar siempre ahogando todo movimiento natural de risa?

"Dejarnos reír cuando ciertamente no se puede pasar por menos, es también obra de misericordia, que los liberales podrían otorgarnos con toda voluntad, ya que por su parte nada les cuesta. Cualquiera comprenderá muy bien que así como hacer reír honestamente a costa del vicio y de los viciosos es de suyo cosa muy buena, según aquello de castigat ridendo mores, y aquello otro de ridendo dicere vetum, quid vetat? así hacer reír alguna que otra vez a nuestros lectores a costa de los liberales, es verdadera obra de misericordia y caridad, para los mismos lectores, que ciertamente, no han de estar siempre serios y con la cuerda tirante mientras leen el periódico. Y al fin y al cabo los mismos liberales, si bien lo consideran, ganan mucho en que se rían los otros a costa de ellos, por cuanto de esta suerte viene a conocer todo el mundo, que no son a voces todos sus hechos tan horribles y espantables como pudiera parecer, ya que la risa no suelen provocarla de ordinario más que las deformidades inofensivas.

"¿No nos agradecerán alguna vez el carácter de inocentonas con que procuramos presentar algunas de sus picardías? Y ¿cómo no advierten que no hay medio más eficaz para lograr se corrijan de ellas, que esta chacota y risa con que se mueve a sabiendas todo aquel que las ve por nosotros puestas en su debida luz? Y ¿cómo no ven que no tienen derecho alguno para acusarnos, cuando así lo hacemos, de no obrar con ellos como manda la caridad?

" Si hubiesen leído la vida de su gran Victor Alfieri, escrita por él mismo, sabrían que, cuando chicuelo, su madre, que lo quería muy bien educado, solía, cuando le atrapaba en alguna travesura, mandarle ir a Misa con la gorra de dormir. Y cuenta Alfieri que este castigo, que no hacía sino ponerle algo en ridículo, de tal suerte se afligió una vez, que por más de tres meses se portó del modo más intachable. "Después de lo cual (dice él), al primer amago de rareza o travesura, amenazábanme con la aborrecida gorra de dormir, y al punto entraba yo temblando en la línea de mis deberes. Después, habiendo caído un día en cierta faltilla, para excusar la cual le dije a mi señora madre una solemne mentira, fui de nuevo sentenciado a llevar en público la gorra de dormir. Llegó la hora; puesta la tal gorra en la cabeza, llorando yo y aullando, me tomó de la mano el ayo para salir y me empujaba por detrás el criado". Pero por más que llorase y aullase y pidiese inexorable; y ¿cuál fue el resultado? "Fue, continúa Alfieri, que por me atreví a soltar ninguna otra mentira: y ¡quién bendita gorra de dormir debo yo el haber salido más enemigos de aquella!" En cuya última frase el fariseo que siempre suele tenerse por mejor.

"No insistan, pues, los liberales en quejársenos de que no les tratamos con caridad. Digan más bien si quieren que la caridad que nosotros les damos, esa no la reciben de buena gana. Lo sabíamos ya. Mas eso no prueba sino que por su estragado gusto necesitan ser tratados con la sable caridad que gastan los cirujanos con sus enfermos, o los médicos del manicomio con sus locos, o las buenas madres con sus hijos embusteros.

"Mas aunque fuese verdad que no tratamos con caridad a los liberales, y que los tales nada de eso han de agradecernos, no por eso tendrían ellos derecho alguno a quejarse de nosotros. Sabido es que no a todo el mundo se puede hacer caridad. Nuestras facultades son muy escasas: hacemos la caridad según la medida de ellas, prefiriendo, como es nuestro deber, a aquellos que nos manda preferir la misma ley de la caridad bien ordenada.

"Decimos nosotros (entiéndase bien) que hacemos a los liberales toda la caridad que podemos, y creemos haberlo demostrado. Mas en la suposición de que no la hagamos, insistimos aún en que no por eso han de abrumarnos a quejas los liberales. He aquí un símil que hace muy a nuestro caso. Está un asesino con su puñal agarrado a un pobre inocente para clavárselo al garguero. Acierta a pasar de pronto un quídam que lleva en la mano un buen garrote, y le arrima al asesino un firme garrotazo a la cabeza, lo aturde, lo ata, lo entrega a la justicia, y Libra así, por su buena estrella, de la muerte a un inocente, y de un malvado a la sociedad.

"Este tercero ¿ha faltado en nada a la caridad? Si hemos de escuchar al asesino, a quien es regular le duela el porrazo, claro que sí. Dirá tal vez, que contra lo que se llama norma incuipatae tutelae, el golpe fue asaz recio, y que con serlo menos podía bastar. Pero, a excepción del asesino, alabarán todos al pasajero, y dirán que verificó un acto, no sólo de valor, sí que de caridad, no en favor del asesino, ciertamente, sino en favor de su víctima. Y que si por salvar a éste abrió los cascos a aquel, sin tener tiempo de medir muy escrupulosamente la fuerza del golpe, no fue ciertamente por falta de caridad, sino porque la urgencia del lance era tal, que no se podía usar de caridad para con el uno sin sacudirle lindamente al otro, y eso sin pararse en sutilezas sobre el más o el menos de la: inculpata tutela.

"Apliquemos la parábola. Se da a luz por ejemplo, un folleto maldiciente, calumnioso y escandaloso contra la Iglesia, contra el Papa, contra el clero, contra cualquier cosa buena. Creen muchos que todo lo de aquel folleto es pura verdad, supuesto que es su autor un célebre, distinguido honrado escritor, cualquiera que sea. Si alguien para defender a los calumniados y para librar del error a los lectores, le arrima unas cuantos varapalos al desvergonzado autor, ¿habrá aquél faltado a la caridad?

"No podrán ahora negar los liberales que se encuentran ellos más a menudo en el caso de salteadores que en el de víctimas. ¿Qué maravilla será, de consiguiente, que lleven por ello algún trancazo? ¿Qué tendrá de extraño se quejen de que no se les trate con caridad?

Ensayen empero no ser ellos tan bravucones y buscarruidos; acostúmbrense a respetar los bienes y la honra de los demás; no suelten tanta mentira; no derramen tanta calumnia; piénsenlo un poco antes de dar su fallo sobre cualquier cosa; tengan en más las leyes de la lógica y de la gramática; sean sobre todo honrados. como poco ha se lo aconsejó el barón de Ricasoli, con poca esperanza de buen éxito, a pesar de la autoridad y ejemplos de tal consejero, y podrán entonces querellarse con razón si no se les trata, como de la libertad, pretenden ser absolutos monopolizadores.

"Mas ya que obran tan mal como escriben; ya que andan siempre con el partial a la garganta de la verdad y de la inocencia. asesinos de una y de otra con sus hechos y con sus libros, lleven en paciencia si no podemos en nuestros periódicos prodigarles otra caridad que aquella algo dura que creemos, aun contra su parecer, es la más provechosa, así a ellos como a la causa de los hombres de bien".

 



XXV.-Confírmase lo últimamente dicho con un muy concienzudo artículo de la "La Civiltá Cattolica". Indice de "El liberalismo es pecado XXVII.-En que se da fin a la tan oportuna como decisiva cita de "La Civiltá Cattolica"