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XXV Confírmase lo últimamente dicho con un muy concienzudo artículo de "La Civiltá Cattolica".
Dudamos se encuentre salida a este
argumento, porque no la tiene. Mas como la materia es
trascendentalísima, y ha sido objeto en estos últimos tiempos
de acalorada controversia; siendo además escasa y de flojo peso
nuestra autoridad para fallar sobre ella en definitiva; habrán
de permitirnos nuestros lectores aduzcamos aquí en pro de
nuestras doctrinas voto de más reconocida, por no decir de
incontestable y de incontestada competencia.
Es el de La Civiltá Cattolica, periódico religioso el primero
del mundo, no oficial en su redacción, pero sí en su origen,
pues fue fundado por Breve especial de Pío IX, y por él
confiado a los Padres de la Compañía de Jesús. Este
periódico, pues, que no deja sosegar con sus artículos, ya en
serio, ya en sátira, a los liberales de su país, se vio varias
veces reprendido de falta de caridad por esos mismos liberales.
Para contestar a estas farisaicas homilías sobre la templanza y
la caridad, publicó dicha Civiltá un artículo donosísimo y
lleno de chiste, a la por que de profunda filosofía Vamos a
reproducirlo aquí para consuelo de nuestros liberales y
desengaño de tantos pobres católicos resabiados que les hacen
coro, escandalizándose a todas horas por nuestra tan
anatematizada falta de moderación.
Dicho artículo se titula: "¡Un poco de caridad!", y
es como sigue:
"Dice De Maistre que la Iglesia y los Papas nunca pidieron
para su causa más que verdad y justicia. Todo al revés de los
liberales, quienes, por cierto saludable horror que deben
naturalmente de tener a la verdad y mucho más a la justicia, no
hacen más que pedirnos a todas horas caridad.
"Cerca de doce años ha que estamos por nuestra parte
asistiendo a este curioso espectáculo que nos dan los liberales
italianos, los que no cesan un punto de mendigar lacrimosamente
fastidiosamente, desvergonzadamente nuestra caridad,
suplicándonos, puestos los brazos en cruz, en prosa y en verso,
en folletos y periódicos, en cartas públicas y privadas,
anónimas y seudónimas, directa o indirectamente, que ¡por
Dios! tengamos con ellos un poco de caridad; que no nos
permitamos ya más hacer reír al prójimo a su costa; que no nos
entretengamos en examinar tan al por menor y con tantos perfiles
sus elevados escritos; que no seamos tan pertinaces en sacar a
luz sus gloriosas hazañas; que hagamos vista gorda y oídos
sordos para con sus descuidos, solecismos, mentiras, calumnias y
mistificaciones; que (en una palabra) les dejemos vivir en paz.
Pues en definitiva, caridad es caridad; y que no la tengan los
liberales, está muy en su lugar y se comprende perfectamente;
pero que no la usen escritores como los de La Civiltá Cattolica,
este sí, que es otro cantar.
"Justo castigo de Dios es que los liberales, que tanto han
aborrecido siempre la publica mendicidad, hasta el punto de
prohibirla en muchos países bajo pena de cárcel, se vean ahora
forzados a hacerse públicos pordioseros, pidiendo de puerta en
puerta, como pícaros reaccionarios... un poco de caridad.
Con cuya edificante conversión al amor de la mendiguez, han
imitado los liberales aquella otra no menos célebre y edificante
conversión de un rico avaro a la virtud de la limosna. El cual,
habiendo asistido una vez al sermón y oído una exhortación muy
fervorosa a la práctica de ella, de tal suerte se conmovió, que
llegó a tenerse por verdaderamente convertido. Y a la verdad,
habíale gustado sobremanera el sermón, tanto que (decía él al
salir del templo) es imposible que esos buenos cristianos que lo
han escuchado no me den de vez en cuando y desde hoy en adelante
alguna cosa por caridad. Así nuestros siempre estupendos
liberalazos, después de haber demostrado con hechos y escritos
(cada cual según sus alcances) que le tienen a la caridad el
mismo amor que el diablo al agua bendita: cuando después, oyendo
hablar de aquélla, vuelven en sí y recuerdan que hay en el
mundo algo que se llama la virtud de la caridad, y que esa puede
en ocasiones serles de algún provecho, muéstranse de repente
furiosamente enamorados de ella y vanla pidiendo a voz en cuello
al Papa, a los Obispos, al clero, a los frailes, a los
periodistas. a todos... hasta a los redactores de La Civiltá.
"¡Y es preciso oírles cuán bellas razones saben aducir en
su abono! A creerles a ellos, no hablan en eso por interés
propio, ¡santo Dios! sino por el interés de nuestra Religión
santísima, que tienen ellos en las entretelas del corazón, y
que no puede menos que salir muy perjudicada del modo tan poco
caritativo con que nosotros la defendemos. Hablan por el interés
de los mismos reaccionarios, y especialmente (¡quién lo
creyera!) por el de nosotros mismos, los redactores de La
Civiltá Cattolica. "¿Qué necesidad tenéis, en efecto
(así dicen en tono confidencial), de meteros en esas peleas?
¿No tenéis bastantes hostilidades que arrostrar? Sed
tolerantes, y lo serán con vosotros vuestros adversarios. ¿Qué
os ganáis con este ruin oficio de perros aullando siempre al
ladrón? Y si a la postre salís de eso molidos y apaleados, ¿a
quién debéis la culpa sino a vosotros mismos, que os lo andáis
buscando, al parecer, con el mayor empeño?"
"Sabia y desinteresada manera de discurrir, que no tiene
otro defecto que el de ser muy parecida a aquella que en la
novela I pro messi spossi recomendaba a Renzo Tramaglino el
comisario de policía, cuando a las buenas quería llevarle a la
cárcel, porque presumía que a las malos el mancebo no se había
de dejar conducir "Creedme (le decía a Renzo), creedme a
mí, que soy práctico en esas cosas. Caminad pasito y en
derechura, sin ladearos acá ni allá, sin que os noten; así
nadie reparará en nosotros, nadie advertirá lo que hay, y
conserváis así vuestro honor.
"Mas aquí observa Manzoni que "de tan galanas razones
Renzo no creía ni una, ni que el comisario le quisiese a él, ni
que tomase muy a pecho su honra y reputación, ni que de veras
tuviese intención alguna de favorecerle. De suerte que tales
exhortaciones no sirvieron más que de confirmarle en el designio
ya preconcebido de portarse enteramente al revés."
"Designio que (hablando en plata) estamos muy tentados de
formar también nosotros. Porque no sabemos, a fe, persuadirnos
de que a los liberales les importe poco o mucho el daño mucho o
poco que podamos causar a la Religión, o de que se tomen gran
pena por lo que realmente a nosotros pueda convenirnos. Creemos,
al contrario, que si los liberales juzgasen verdaderamente que
nuestro modo de vivir perjudicaba a la Religión, o siquiera a
nosotros mismos, no solamente guardaríanse de advertírnoslo,
sino que antes bien nos alentarían con aplausos.
"Y se nos figure que ese hacerse el celoso y ese rogarnos
que modifiquemos nuestro estilo, son clara señal de que nada
pierde en eso por culpa nuestra la Religión, y que nuestros
escritos tienen algunos lectores, lo cual para el escritor no
deja de ser siempre algún consuelo.
"Y por lo que toca a nuestro interés y al principio
utilitario, toda vez que los liberales han sido con justa razón
tenidos siempre por grandes maestros en este particular, y tienen
fama de haber aplicado este principio más bien en provecho
propio que en favor nuestro, habrán de permitirnos creer, como
hasta hoy hemos creído, que en todo este negocio que se ventila
sobre nuestro modo de escribir contra ellos, no somos nosotros
los que más perjudicados salimos, ni es la Religión.
"Por lo cual habiendo manifestado esta nuestra pobre
opinión! y supuesto que las razones que podríamos llamar
intrínsecas e independientes del principio utilitario, que
alegan los liberales en favor propio y contra nuestro modo de
escribir, han sido muchas veces refutadas en las pasadas series
de La Civilta Cattolica, no nos restaría aquí más que despedir
con buenos modos a esos mendigos de nuevo cuño, advirtiéndoles
hagan en adelante su oficio de abogados en causa propia, mejor de
lo que lo hacían con Renzo aquéllos dichos esbirros del siglo
XVII. Mas porque no dejan aun alguno de ellos de seguir
pordioseando, y recientemente han publicado en Perusa un
opúsculo con el título: "¿Qué es el llamado partido
católico?" en que no se hace más que mendigarle a La
Civiltá Cattolica un poco de caridad, no será inútil repitamos
una vez más en. el principio de esta quinta serie las mismas
antiguas respuestas contra las mismas antiguas objeciones. Y
también será eso gran obra caritativa. No ciertamente aquella
que nos piden los liberales, sino otra que tiene también su
mérito, cual es el de escucharlos con paciencia, no sabemos ya
si por la centésima vez.
No merece menos el tono humilde y quejumbroso con que de algún
tiempo acá nos andan pidiendo un poco de caridad.