XXIII.-Si es conveniente al combatir el error, combatir y desautorizar la personalidad del que lo sustenta y propala. Indice de "El liberalismo es pecado XXV.-Confírmase lo últimamente dicho con un muy concienzudo artículo de la "La Civiltá Cattolica".

El liberalismo es pecado, Félix Sardà i Salvany

XXIV Resuélvese una objeción a primera vista grave contra la doctrina de los dos capítulos precedentes.

 

Dificultad, a primera vista gravísima, puede al parecer oponerse por nuestros contrarios a la doctrina que en los anteriores capítulos acabamos de sentar. Nos conviene dejar de esos escrúpulos (o lo que fueren) limpio y desembarazado nuestro camino.

El Papa, dicen, es cierto, ha recomendado diferentes veces a los periódicos católicos la templanza y moderación en las formas de la polémica, la observancia de la caridad, el huir las maneras agresivas, los epítetos denigrantes y las injuriosas personalidades. Y esto dirán ahora, es lo diametralmente opuesto a cuanto acabáis de exponer.

Vamos a demostrar que no hay contradicción ¡válganos Dios entre estas nuestras indicaciones y los sabios consejos del Papa. Y no nos costará, por fortuna, ponerlo patente.

En efecto: ¿a quién se ha dirigido el Papa en esas sus repetidas exhortaciones? Siempre a la prensa católica, siempre a los periodistas católicos, siempre suponiendo que lo son. De consiguiente, es evidente que al dar tales consejos de moderación y templanza, los refirió a católicos que trataban con otros católicos cuestiones libres entre ellos; no a católicos que sostenían contra anticatólicos declarados el recio combate de la fe.

Es evidente que no aludió a las incesantes batallas entre católicos y liberales; que por lo mismo que el Catolicismo es la verdad y el Liberalismo la herejía, han de reputarse en buena lógica batallas entre católicos y herejes. Es evidente que quiso se entendiesen sus consejos sólo en relación con nuestras disidencias de familia, que no pocas son por desgracia, y que no pretendió que con los eternos enemigos de la Iglesia y de la fe luchásemos nosotros con armas sin filo y sin punta, usadas sólo en justas y torneos. De consiguiente, no hay oposición entre la doctrina sentada por nosotros y la que contienen los aludidos Breves y Alocuciones de Su Santidad Porque la oposición en buena lógica debe ser ejusdem, de eodem el secundum idem. Y aquí nada de esto tiene lugar.

¿Y cómo podría la palabra del Papa interpretarse rectamente de otra manera? Es regla de sana hermenéutica que un texto de las Sagradas Letras debe interpretarse en sentido literal, cuando a este sentido no se opone el restante contexto de los Libros Santos; acudiendo al sentido libre o figurado cuando aparece dicha oposición. Análogo es lo que podemos establecer al tratar de la interpretación de los documentos pontificios.

¿Puede suponerse al Papa en contradicción con toda la tradición católica desde Jesucristo hasta nuestros días? ¿Pueden creerse condenados de una plumada el estilo y manera de los más insignes apologistas y controverstista de la Iglesia, desde San Pablo hasta San Francisco de Sales? Es evidente que no. Y es evidente que así sería, si debiesen entenderse tales consejos de moderación y de templanza en el sentido en que (para su conveniencia particular) los interpreta el criterio liberal. Es, pues, sólo admisible conclusión la de que el Papa, al dar tales consejos (que para todo buen católico deben ser preceptos) intentó referirse, no a las polémicas entre católicos y enemigos del Catolicismo, como son los liberales, sino a la de los buenos católicos en sus disidencias y diferencias entre sí.

No, no puede ser de otra manera, y lo dice el mismo sentido común. Nunca en batalla alguna les encargó el capitán a sus soldados que no hiriesen demasiado al adversario; nunca les recomendó blandura con él; nunca halagos y consideraciones. La guerra es guerra; y nunca se hizo de otra manera que ofendiendo. Sospecha lleva de ser traidor el que en el fragor del combate anda gritando entre las filas de los leales: "¡Cuidado con que no se disguste el enemigo! ¡no tirarle demasiado al corazón!"

Pero ¿qué más? El mismo Papa Pío IX nos dio por sí propio la interpretación auténtica de aquellas palabras, y mostró de qué manera aquellos consejos de templanza y moderación deben aplicarse. A los sectarios de la Comuna llamó en una ocasión solemnísima demonios, y a los del Catolicismo-liberal llamo peores que esos demonios. Esta frase dio la vuelta al mundo, y salida de los labios mansísimos del Papa, quedóle grabada en la frente al Liberalismo como estigma de eterna execración. ¿Quién, después de ella. temerá excederse en la dureza de los calificativos?

Y las mismas palabras de la Encíclica Cum multa, de que tanto ha abusado contra los más firmes católicos la impiedad liberal, aquellas mismas palabras en que nuestro Santísimo Padre León XIII encarga a los escritores católicos que "las disputas en defensa de los sagrados derechos de la Iglesia no se logran con altercados, sino con moderación y templanza, de suerte que dé al escritor la victoria en la contienda, más bien el peso de las razones que la violencia y aspereza del estilo, es evidente que no pueden entenderse más que de las polémicas entre católicos y católicos sobre el mejor modo de servir a su causa común, no a las polémicas entre católicos y enemigos declarados del Catolicismo, cuales son los sectarios formales y conscientes del Liberalismo.

Y la prueba está al ojo con sólo mirar el contexto de la referida preciosísima Encíclica.

El Papa acaba de exhortar a que se mantengan unidas las Asociaciones y los individuos católicos. Y después de ponderar las ventajas de esta unión, señala como media principalísimo para conservarla esta moderación y templanza en el estilo que acabamos de indicar.

He aquí deducido de esto un argumento que no tiene contestación.

El Papa recomienda la suavidad del estilo a los escritores catóIicos para que les ayude a conservar la paz y la mutua unión. Es así que esta paz y mutua unión sólo debe quererla el Papa entre católicos y católicos, y no entre católicos y enemigos del Catolicismo. Luego la suavidad y moderación que recomienda el Papa a los escritores sólo se refiere a las polémicas de los católicos entre sí, nunca a las que debe haber entre católicos y sectarios del error liberal. Más claro. Esta moderación y templanza la ordena el Papa como medio para el fin de aquella unión. Aquel media debe, de consiguiente, caracterizarse por este fin al que se ordena. Es así que este fin es puramente la unión entre católicos, nunca (quia absurdum) entre católicos y enemigos del Catolicismo. Luego tampoco debe entenderse aplicada a otra esfera aquella moderación.

 



XXIII.-Si es conveniente al combatir el error, combatir y desautorizar la personalidad del que lo sustenta y propala. Indice de "El liberalismo es pecado XXV.-Confírmase lo últimamente dicho con un muy concienzudo artículo de la "La Civiltá Cattolica".