XVII.-De varios modos con que sin ser liberal un católico puede hacerse no obstante cómplice del Liberalismo. Indice de "El liberalismo es pecado XIX.-De las principales reglas de prudencia cristiana que debe observar el buen católico en su trato con liberales.

El liberalismo es pecado, Félix Sardà i Salvany

XVIII De las señales o síntomas más comunes con que se puede conocer si un libro, periódico o persona andan atacado o solamente resabiados del liberalismo .

 

En esta variedad, o mejor, confusión de matices y medias tintas que ofrece la abigarrada familia del Liberalismo, ¿hay señales o notas características con que distinguir fácilmente al liberal del que no lo es? He aquí otra cuestión también muy práctica para el católico de hoy, y que de un modo u otro frecuentemente el teólogo moralista ha de resolver.

Dividiremos para esto los liberales (sean personas, sean escritos) en tres clases.

-Liberales fieros.

-Liberales mansos.

-Liberales impropiamente dichos o solamente resabiados de Liberalismo.

Ensayemos una descripción semi-fisiológica de cada uno de estos tipos. Es estudio que no carece de interés.

El liberal fiero se conoce, desde luego, porque no trata de negar ni de encubrir su maldad Es enemigo formal del Papa y de los Curas y de la gente toda de Iglesia; bástale sea sagrada cualquier cosa para excitar su desapoderado rencor. Busca entre los periódicos los más encandilados; vota entre los candidatos los más abiertamente impíos; de su funesto sistema acepta hasta las últimas consecuencias. Hace gala de vivir sin práctica alguna de religión, y a duras penas la tolera en su mujer e hijos. Suele pertenecer a sectas secretas, y muere por lo regular sin consuelo alguno de la Iglesia.

El liberal manso suele ser tan malo como el anterior, pero cuida bastante de no parecerlo. Las buenas formas y las conveniencias sociales lo son todo para él; salvado este punto no le importa gran cosa lo demás. Incendiar un convento no le parece bien; apoderarse del solar del convento incendiado, es cosa para él ya más regular y tolerable. Que un periodicucho cualquiera de esos de burdel venda sus blasfemias en prosa, verso o grabado a dos cuartos ejemplar, es un exceso que él prohibiría y hasta lamenta no lo prohiba un Gobierno conservador; pero que se diga todo lo mismo en frases cultas, en un libro de buena impresión o en un drama de sonoros versos, sobre todo si el autor es académico o cosa así, ya no ofrece inconveniente. Oír hablar de clubs le da escalofríos y calentura, porque allí, dice él, se seduce a las masas y se subvierten los fundamentos del orden social. Pero ateneos libres se pueden muy bien consentir porque la discusión científica de todos los problemas sociales ¿quién los va a condenar? Escuela sin Catecismo es un insulto al católico país que la paga. Mas universidad católica, es decir, con sujeción entera al Catecismo, o sea al criterio de la fe, debe dejarse para los tiempos de la Inquisición El liberal manso no aborrece al Papa, sólo no encuentra bien ciertas pretensiones de la Curia romana y ciertos extremos del ultramontanismo que no dicen bien con las ideas de hoy. Ama a los Curas, sobre todo a los ilustrados, es decir, a los que piensan a la moderna como el; en cuanto a los fanáticos y reaccionarios, los evita o los compadece. Va a la iglesia, y tal vez hasta a los Sacramentos; pero su máxima es, que en la iglesia se debe vivir como cristiano, mas fuera de ella conviene vivir con el siglo en que se ha nacido, y no obstinarse en remar contra la corriente. Navega así entre dos aguas, y suelen morir con el sacerdote al lado, pero lleno de libros prohibidos la librería.

El católico simplemente resabiado de Liberalismo se conoce en que, siendo hombre de bien y de prácticas sinceramente religiosas, huelen no obstante a Liberalismo en cuanto habla o escribe o trae entre manos. Podría decir a su modo, como Mad. Sevigné: "No soy la rosa, pero estuve cerca de ella, y tomé algo de su olor". El buen resabiado discurre y habla y obra como liberal de veras, sin que él mismo, pobrecito, lo eche de ver. Su fuerte es la caridad: este hombre es la caridad misma. ¡Cómo aborrece él las exageraciones de la prensa ultramontana! Llamarle malo a un hombre que difunde malas ideas, parécele a ese singular teólogo pecado contra el Espíritu Santo. Para el no hay más que extraviados. No se deba resistir ni combatir; lo que se debe procurar siempre es atraer. "Ahogar el mal con la abundancia del bien", esta es su fórmula favorita, que leyó un día en Balmes por casualidad, -y fue lo único que del gran filósofo catalán se le quedó en la memoria. Del Evangelio aduce únicamente los textos que saben a miel y almíbar. Las invectivas espantosas contra el fariseísmo diríase que las tiene él por genialidades e intemperancias del divino Salvador. A bien que sabe usarlas él mismo muy reciamente contra los irritables ultramontanos, que con sus exageraciones comprometen cada día la causa de una Religión que toda es paz v amor. Contra éstos anda acerbo y duro el buen resabiado, contra éstos es amargo su celo y agria su polémica y agresiva su caridad. Por él exclamó el P. Felix en un discurso célebre, a propósito de las acusaciones de que era objeto en persona del gran Veuillot: "Señores, amemos y respetemos hasta a nuestros amigos". Pero no; el buen resabiado no lo hace así: guarda todos sus tesoros de tolerancia y de caridad liberal para los enemigos jurados de su fe. ¡Es claro, como que el infeliz los ha de atraer! En cambio, no tiene más que el sarcasmo y la intolerancia cruel para sus más heroicos defensores. En suma. al buen resabiado, aquello de la oposición per diametrum del Padre San Ignacio en sus Ejercicios espirituales, nunca le pudo entrar. No conoce más táctica que la de atacar por los flancos, que en religión suele ser la más cómoda, pero no la más decisiva. Bien quisiera él vencer, pero a trueque de no herir al enemigo ni causarle mortificación o enfado. El nombre de guerra le alborota los nervios mas le acomoda la pacífica discusión. Está por los Círculos liberales en que se perorea y delibera, no por las Asociaciones ultramontanas en que se dogmatiza e increpa. En una palabra, si por sus frutos se conoce al liberal fiero y al manso, por sus acciones principalmente es como al resabiado de liberalismo se le ha de conocer.

Por estos rasgos mal perfilados, que no llegan a diseños o bocetos, cuando menos a verdaderos y acabados retratos, será fácil conocer muy luego a cualquiera de los tipos de la familia en sus diversas gradaciones. Resumiendo en pocas palabras el rasgo más característico de su respectiva fisonomía, diremos que el liberal fiero ruge su Liberalismo; el liberal manso lo perora; el pobre resabiado lo suspira y gimotea.

Todos son peores, como decía de su padre y madre aquel pillete del cuento; pero al primero le paraliza muchas veces su propio furor; al tercero su condición híbrida, de suyo infecunda y estéril. El segundo es el tipo satánico por excelencia, y el que en nuestros tiempos produce el verdadero estrago liberal.

 



XVII.-De varios modos con que sin ser liberal un católico puede hacerse no obstante cómplice del Liberalismo. Indice de "El liberalismo es pecado XIX.-De las principales reglas de prudencia cristiana que debe observar el buen católico en su trato con liberales.