XVI.-¿Cabe hoy en lo del Liberalismo error de buena fe? Indice de "El liberalismo es pecado XVIII.-De las señales o síntomas más comunes con que se puede conocer si un libro, periódico o persona andan atacados o solamente resabiados del Liberalismo.

El liberalismo es pecado, Félix Sardà i Salvany

XVII De varios modos con que sin ser liberal un católico puede hacerse no obstante cómplice del Liberalismo.

 

Dánse varios modos con que sin ser precisamente liberal, puede un católico hacerse cómplice del Liberalismo. Y he aquí un punto todavía más práctico que el anterior y acerca del cual debe estar muy frustrada y prevenida la conciencia del fiel cristiano en estos tiempos.

Sabido es que hay pecados de los cuales nos hacemos reos, digámoslo así, no por verdadera y directa comisión de ellos sino por mera complicidad o connivencia con sus autores. Siendo de tal naturaleza esta complicidad, que llega muchas veces a igualar en gravedad a la acción pecaminosa directamente cometida. Puede, pues, y debe aplicarse al pecado de Liberalismo cuanto sobre este punto de complicidad enseñan los tratadistas de Teología moral. Nuestro objeto no es más que dejar apuntados aquí brevemente los principales modos con que acerca del Liberalismo se puede contraer hoy día esta complicidad.

1.° Afiliándose formalmente a un partido liberal. Es la complicidad mayor que puede darse en esta materia, y apenas se distingue de la acción directa a que se refiere. Muchos hay que, en su claro juicio, ven toda la falsedad doctrinal del Liberalismo y conocen sus siniestros propósitos y abominan su detestable historia. Mas, o por tradición de familia, o heredados rencores, o por esperanzas de medro personal, o por consideración a favores recibidos, o por temor a perjuicios que les puedan sobrevenir, o por otra causa cualquiera, aceptan un puesto en el partido que tales doctrinas sustenta y tales propósitos abriga, y permiten se les cuente públicamente entre sus individuos y se honran con su apellido y trabajan bajo su bandera. Estos desdichados son los primeros cómplices, los grandes cómplices de todas las iniquidades de su partido; aun sin conocerlas detalladamente, son verdaderos coautores de ellas y participan de su inmensa responsabilidad. Así hemos visto en nuestra patria a hombres muy de bien, excelentes padres de familia, honrados comerciantes o artesanos, figurar en partidos que traen en su programa usurpaciones y rapiñas que ninguna honradez humana puede justificar. Son, pues, ante Dios responsables de este atentado como el tal partido que los cometió, siempre que el tal partido los considere, no como hecho accidental, sino como lógico procedimiento suyo. La honradez de tales sujetos sólo sirve de hacer más grave esta complicidad. Porque es claro que si un partido malo no se compusiera más que de malvados, no habría gran cosa que temer de él. Lo horrible es el prestigio que a un partido malo dan las personas relativamente buenas que le honran y recomiendan con figurar en sus filas.

2º Aun sin estar formalmente afiliados a un partido liberal, antes haciendo publica protesta de no pertenecer a él, contraen también complicidad liberal los que manifiesten por él públicas simpatías, elogiando sus personajes, defendiendo o excusando sus periódicos, tomando parte en sus festejos. La razón es evidente. El hombre, sobre todo si vale algo por su talento o posición, hace mucho en favor de cualquier idea con sólo mostrarse en relaciones más o menos benévola con sus fautores. Da más con el obsequio de su prestigio personal, que si diese dinero, armas, o cualquier otro material auxilio. Así, por ejemplo, honrar un católico, sobre todo si es sacerdote, a un periódico liberal con su colaboración, es manifiestamente favorecerle con el prestigio de su firma, aunque con ella no se defienda la parte mala del periódico, aunque con ella se disienta de esta misma parte mala. Se dirá tal vez que con escribir allí se logra hacer oír la voz del bien por muchos que en otro periódico no la escucharían. Es verdad, pero también la firma del hombre bueno sirve allí de abonar tal periódico a la vista de los lectores poco hábiles en distinguir las doctrinas de un redactor de las de su vecino; y así, lo que se pretendía fuese contrapeso y compensación del mal, se convierte para la generalidad en efectiva recomendación de él. Mil veces lo hemos oído: "¿Malo es tal periódico? Pues ¿no escribe en él D. Fulano de tal?" Así discurre el vulgo, y vulgo somos casi la totalidad del género humano. Por desgracia es frecuentísima en nuestros días esta complicidad.

3.º Se comete verdadera complicidad votando candidatos liberales, y esto aunque no se voten por la razón de tales, sino por opiniones económicas o administrativas, etc., de aquel diputado. Por más que en una cuestión de éstas puede estar conforme tal diputado con el Catolicismo, es evidente que en las demás cuestiones ha de hablar y votar según su criterio herético; y se hace cómplice de sus herejías el que le puso en el caso de que fuese a escandalizar con ellas el país.

4.° Es complicidad estar suscrito al periódico liberal o recomendarlo en el periódico sano por falsa razón de compañerismo, o lamentar por análoga razón de falsa cortesía, su cese o suspensión. Ser suscriptor de un periódico liberal es dar dinero para fomentar el Liberalismo; más aún, es ocasionar que otro incauto se decide a leerlo viendo que vos lo tomáis; es, además, propinar a la familia y a los amigos de la casa una lectura más o menos envenenada. ¿Cuántos periódicos malos debieran desistir de su ruin y maléfica propaganda, si no los apoyasen ciertos bonachones suscriptores? Lo mismo decimos de la frase de cajón entre periodistas: nuestro estimado colega, o la otra de desearle abundante suscripción, o la más común de sentimos el percance de nuestro compañero, tratándose respectivamente de la primera salida o de la suspensión de un periódico liberal No debe haber estos compadrazgos entre soldados de tan opuesta bandera como lo son la de Dios y la de Satanás. Al cesar o ser suspendido un periódico de éstos deben darse gracias a Dios porque venga Su Divina Majestad ,un enemigo menos: al anunciarse su aparición debe, no saludarse ésta, sino lamentarse como una calamidad.

5º Complicidad es administrar, imprimir, vender, repartir, anunciar o subvencionar tales periódicos o libros, aunque sea haciéndolo a la vez con los buenos, aunque sea por mera profesión industrial, aunque sea como medida material de ganar el diario sustento.

6º Es complicidad en los padres de familia, directores espirituales, dueños de talleres, catedráticos y maestros, callar cuando son preguntados sobre estas cosas; o simplemente no explicarlas cuando tienen obligación, para ilustrar las conciencias de sus subordinados.

7.º Es complicidad a voces ocultar la convicción, propia buena, dando lugar a que se sospeche que se tiene malo. No se olvide que hay mil ocasiones en que es obligación del cristiano dar público testimonio de la verdad, aun sin ser formalmente requerido.

8º .-Es complicidad comprar fincas sagradas o de beneficencia sin el beneplácito de la Iglesia, aunque las saque a pública subasta la desamortización, como no se compren para devolverlas a su legitimo dueño. Es complicidad redimir censos eclesiásticos sin permiso del verdadero señor de ellos, aunque se presente muy lucrativa la operación. Es complicidad intervenir como agente en tales compras y ventas, publicar los anuncios de subastas, practicar corredurías, etc. Todos estos actos traen además consigo obligación de restituir en la proporción de lo que con ello se ha contribuido al inicuo despojo.

9º.-Es en algún modo complicidad prestar la casa propia para actos liberales o cederla en alquiler para ello, como por ejemplo, para casinos patrióticos, escuelas laicas, clubs, redacciones de periódicos liberales, etc.

10º .-Es complicidad celebrar fiestas cívicas o religiosas por actos notoriamente liberales o revolucionarios; asistir voluntariamente a dichas fiestas; celebrar exequias patrióticas que tienen más de significación revolucionaria que de sufragio cristiano; pronunciar discursos fúnebres en elogio de difuntos notoriamente liberales; adornar con coronas y cintas sus sepulcros, etc. ¡Cuántos incautos han flaqueado en su fe por estas causas!

Estas indicaciones hacemos, abarcando sólo lo más común en esta materia. Las complicidades pueden ser de variedad infinita, como los actos de la vida del hombre, que son, por lo infinitos, inclasificables. Grave es la doctrina que en algunos puntos hemos sentado, pero si es cierta la Teología moral aplicada a otros errores y crímenes, ¿ha de serlo menos aplicada al que nos ocupa esta ocasión?.

 



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