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XVI ¿Cabe hoy en lo del Liberalismo error de buena fe? .
He hablado arriba de liberales de buena
fe, y me he permitido cierta frase de duda sobre si hay o no hay
in reram natura algún tipo de esta rarísima familia. Inclínome
a creer que pocos hay, y que apenas cabe hoy día en la cuestión
del Liberalismo ese error de buena fe, que podría alguna vez
hacer excusable su profesión. No negaré en absoluto que tal o
cual caso excepcional puede darse, pero ha de ser verdaderamente
caso fenomenal.
En todos los períodos históricos dominados por una herejía se
han dada casos frecuentísimos de algún o algunos individuos
que, a pesar suyo, arrollados en cierta manera por el torrente
invasor, se han encontrado participantes de la herejía, sin que
se pueda explicar tal participación más que por una suma
ignorancia o buena fe.
Forzoso es, no obstante, convenir en que si algún error se
presentó jamás con ningunas apariencias que le hiciesen
excusable, fue este del Liberalismo. La mayor parte de las
herejías que han asolado el campo de la Iglesia procuraron
encubrirse con disfraces de afectada piedad, que disimulasen su
maligna procedencia. Los Jansenistas, más hábiles que ningún
otro de sus antecesores, llegaron a tener adeptos en gran
número, a quienes faltó poco para que el vulgo ciego tributase
los honores sólo debidos a la santidad. Su moral era rígida,
sus dogmas tremendos, el aparato exterior de sus personas
ascético y hasta iluminado. Añádase que la mayor parte de las
antiguas herejías versaron sobre puntos muy sutiles del dogma,
sólo discernibles por el hábil teólogo, y que no podía por
sí propia formar criterio la indocta multitud, como no fuera
sometiéndose confiada al criterio de sus maestros reconocidos.
Por donde, era natural que caído en el error el superior
jerárquico de una diócesis o provincia, cayesen con el
igualmente la mayor parte de sus subordinados que tenían
depositada en su Pastor la mayor confianza; máxime cuando las
comunicaciones, en otro tiempo menos fáciles con Roma, hacían
menos accesible a toda la grey cristiana la voz nunca errada del
Pastor universal. Esto explica la difusión de muchas antiguas
herejías, que nos permitiremos calificar de meramente
teológicas; esto da la razón de aquel angustioso grito con que
exclamaba San Jerónimo en el siglo IV, cuando decía: Ingemuit
universus orbis se esse arianum. "Gimió el mundo entero
asombrado de encontrarse arriano". Y esto hace comprender
como en medio de los mayores cismas y herejías, como son los
actuales de Rusia e Inglaterra, es posible tenga Dios muchas
almas suyas en quienes no está extinguida la raíz de la
verdadera fe por más que ésta, en su profesión externa,
aparezca deforme y viciada. Las cuales, unidas al cuerpo místico
de la Iglesia por el Bautismo, y a su alma por la gracia interior
santificante, pueden llegar a ser con nosotros partícipes del
reino celestial.
¿Acontece esto con el Liberalismo? Presentóse envuelto con el
disfraz de meras formas políticas; pero éste fue ya desde el
principio tan transparente, que muy ciego hubo de ser quien no le
adivinó al ruin disfrazado toca su perversidad. No supo
contenerse en los embozos de la mojigatería y del pietismo con
que le envolvía alguno que otro de sus panegiristas; rompió al
momento por todo, y anuncio con siniestros resplandores su
abolengo infernal. Saqueó iglesias y conventos; asesinó
Religiosos y clérigos, dio rienda suelta a toda impiedad; hasta
en las imágenes más veneradas cebo su odio de condenado.
Acogió al momento bajo su bandera a toda la hez social; fue su
precursora y aposentadora en todas partes la corrupción
calculada.
No eran dogmas abstractos y metafísicos los nuevos que predicaba
en sustitución de los antiguos; eran hechos que bastaba tener
ojos para verlos y simple buen sentido para abominarlos. Gran
fenómeno se vio en esta ocasión, y que se presta mucho a serias
meditaciones. El pueblo sencillo e iletrado, pero honrado, fue el
más refractario a la novedad. Los grandes talentos corrompidos
por el filosofismo fueron los primeros seducidos. El buen sentido
natural de los pueblos hizo justicia en seguida a los atrevidos
reformadores. En esto, como en todo, se confirmó que veían más
claro, no los listos de entendimiento, sino los limpios de
corazón. Y si esto podía decirse del Liberalismo en sus
albores, ¿qué no se podrá decir hoy de él, cuando tanta luz
se ha hecho sobre su odioso proceso? Nunca error alguno tuvo en
contra sí más severas condenaciones de la experiencia, de la
historia y de la Iglesia. Al que no quiera creer a ésta como
buen católico, han de forzarle aquéllas a que se convenza como
hombre de mera honradez natural.
El Liberalismo en menos de cien años de reinar en Europa ha dado
ya de si todos sus frutos; la generación presente está
recogiendo los últimos que traen harto amargado su paladar y
perturbada su tranquila digestión. El argumento del divino
Salvador que nos encarga juzgar del árbol por sus frutos, rara
vez tuvo aplicación más oportuna.
Por otra parte, ¿no se vio muy claro desde el principio cuál
era el parecer de la Iglesia ante la nueva reforma social?
Algunos desdichados ministros de ella fueron arrastrados por el
Liberalismo a la apostasía; este era el primer dato con que
habían de juzgar los simples fieles de una doctrina que tales
prosélitos arrastraba. Pero el conjunto de la jerarquía,
¿cuándo no fue refutado con gran razón como enemigo del
Liberalismo? ¿Qué significa el dictado de clericalismo con que
se ha honrado por los liberales a la escuela más tenaz enemiga
de sus doctrinas, sino una confesión de que la Iglesia docente
fue siempre enemiga de ellas? ¿Por qué se ha tenido al Papa?
¿Por qué a los obispos y Curas? ¿Por qué a los frailes de
todo color? ¿Por qué al común de las gentes de piedad y de
sana conducta? Por clericales siempre, es decir, por
antiliberales. ¿Cómo puede, pues, nadie alegar buena fe en un
asunto en que aparece tan claramente deslindada la corriente
ortodoxa de la que no lo es? Así los que comprenden claramente
la cuestión pueden ver las razones intrínsecas de ella; los que
no la comprenden tienen de sobra autoridad extrínseca para
formarlo en todas las cosas que se Tocan con su fe un buen
cristiano. Luz no ha faltado por la misericordia de Dios; lo que
ha sobrado son indocilidad, intereses bastardos , deseo de ancha
vida. No engañó aquí la seducción que deslumbra al
entendimiento con falso resplandor, sino la que le obscurece
ensuciando con negros vapores el corazón.
Creemos, pues, que salvas muy raras excepciones, sólo grandes
esfuerzos de ingeniosísima caridad pueden hacer que,
discurriendo sean rectos principios de moral, se admita hoy en el
católico la excusa de buena fe en el asunto del Liberalismo'
particularmente en los liberales teóricos.