XV.-Una observación sencillísima que acabará de poner en su verdadero punto de vista la cuestión. Indice de "El liberalismo es pecado XVII.-De varios modos con que sin ser liberal un católico puede hacerse no obstante cómplice del Liberalismo.

El liberalismo es pecado, Félix Sardà i Salvany

XVI ¿Cabe hoy en lo del Liberalismo error de buena fe? .

 

He hablado arriba de liberales de buena fe, y me he permitido cierta frase de duda sobre si hay o no hay in reram natura algún tipo de esta rarísima familia. Inclínome a creer que pocos hay, y que apenas cabe hoy día en la cuestión del Liberalismo ese error de buena fe, que podría alguna vez hacer excusable su profesión. No negaré en absoluto que tal o cual caso excepcional puede darse, pero ha de ser verdaderamente caso fenomenal.

En todos los períodos históricos dominados por una herejía se han dada casos frecuentísimos de algún o algunos individuos que, a pesar suyo, arrollados en cierta manera por el torrente invasor, se han encontrado participantes de la herejía, sin que se pueda explicar tal participación más que por una suma ignorancia o buena fe.

Forzoso es, no obstante, convenir en que si algún error se presentó jamás con ningunas apariencias que le hiciesen excusable, fue este del Liberalismo. La mayor parte de las herejías que han asolado el campo de la Iglesia procuraron encubrirse con disfraces de afectada piedad, que disimulasen su maligna procedencia. Los Jansenistas, más hábiles que ningún otro de sus antecesores, llegaron a tener adeptos en gran número, a quienes faltó poco para que el vulgo ciego tributase los honores sólo debidos a la santidad. Su moral era rígida, sus dogmas tremendos, el aparato exterior de sus personas ascético y hasta iluminado. Añádase que la mayor parte de las antiguas herejías versaron sobre puntos muy sutiles del dogma, sólo discernibles por el hábil teólogo, y que no podía por sí propia formar criterio la indocta multitud, como no fuera sometiéndose confiada al criterio de sus maestros reconocidos. Por donde, era natural que caído en el error el superior jerárquico de una diócesis o provincia, cayesen con el igualmente la mayor parte de sus subordinados que tenían depositada en su Pastor la mayor confianza; máxime cuando las comunicaciones, en otro tiempo menos fáciles con Roma, hacían menos accesible a toda la grey cristiana la voz nunca errada del Pastor universal. Esto explica la difusión de muchas antiguas herejías, que nos permitiremos calificar de meramente teológicas; esto da la razón de aquel angustioso grito con que exclamaba San Jerónimo en el siglo IV, cuando decía: Ingemuit universus orbis se esse arianum. "Gimió el mundo entero asombrado de encontrarse arriano". Y esto hace comprender como en medio de los mayores cismas y herejías, como son los actuales de Rusia e Inglaterra, es posible tenga Dios muchas almas suyas en quienes no está extinguida la raíz de la verdadera fe por más que ésta, en su profesión externa, aparezca deforme y viciada. Las cuales, unidas al cuerpo místico de la Iglesia por el Bautismo, y a su alma por la gracia interior santificante, pueden llegar a ser con nosotros partícipes del reino celestial.

¿Acontece esto con el Liberalismo? Presentóse envuelto con el disfraz de meras formas políticas; pero éste fue ya desde el principio tan transparente, que muy ciego hubo de ser quien no le adivinó al ruin disfrazado toca su perversidad. No supo contenerse en los embozos de la mojigatería y del pietismo con que le envolvía alguno que otro de sus panegiristas; rompió al momento por todo, y anuncio con siniestros resplandores su abolengo infernal. Saqueó iglesias y conventos; asesinó Religiosos y clérigos, dio rienda suelta a toda impiedad; hasta en las imágenes más veneradas cebo su odio de condenado. Acogió al momento bajo su bandera a toda la hez social; fue su precursora y aposentadora en todas partes la corrupción calculada.

No eran dogmas abstractos y metafísicos los nuevos que predicaba en sustitución de los antiguos; eran hechos que bastaba tener ojos para verlos y simple buen sentido para abominarlos. Gran fenómeno se vio en esta ocasión, y que se presta mucho a serias meditaciones. El pueblo sencillo e iletrado, pero honrado, fue el más refractario a la novedad. Los grandes talentos corrompidos por el filosofismo fueron los primeros seducidos. El buen sentido natural de los pueblos hizo justicia en seguida a los atrevidos reformadores. En esto, como en todo, se confirmó que veían más claro, no los listos de entendimiento, sino los limpios de corazón. Y si esto podía decirse del Liberalismo en sus albores, ¿qué no se podrá decir hoy de él, cuando tanta luz se ha hecho sobre su odioso proceso? Nunca error alguno tuvo en contra sí más severas condenaciones de la experiencia, de la historia y de la Iglesia. Al que no quiera creer a ésta como buen católico, han de forzarle aquéllas a que se convenza como hombre de mera honradez natural.

El Liberalismo en menos de cien años de reinar en Europa ha dado ya de si todos sus frutos; la generación presente está recogiendo los últimos que traen harto amargado su paladar y perturbada su tranquila digestión. El argumento del divino Salvador que nos encarga juzgar del árbol por sus frutos, rara vez tuvo aplicación más oportuna.

Por otra parte, ¿no se vio muy claro desde el principio cuál era el parecer de la Iglesia ante la nueva reforma social? Algunos desdichados ministros de ella fueron arrastrados por el Liberalismo a la apostasía; este era el primer dato con que habían de juzgar los simples fieles de una doctrina que tales prosélitos arrastraba. Pero el conjunto de la jerarquía, ¿cuándo no fue refutado con gran razón como enemigo del Liberalismo? ¿Qué significa el dictado de clericalismo con que se ha honrado por los liberales a la escuela más tenaz enemiga de sus doctrinas, sino una confesión de que la Iglesia docente fue siempre enemiga de ellas? ¿Por qué se ha tenido al Papa? ¿Por qué a los obispos y Curas? ¿Por qué a los frailes de todo color? ¿Por qué al común de las gentes de piedad y de sana conducta? Por clericales siempre, es decir, por antiliberales. ¿Cómo puede, pues, nadie alegar buena fe en un asunto en que aparece tan claramente deslindada la corriente ortodoxa de la que no lo es? Así los que comprenden claramente la cuestión pueden ver las razones intrínsecas de ella; los que no la comprenden tienen de sobra autoridad extrínseca para formarlo en todas las cosas que se Tocan con su fe un buen cristiano. Luz no ha faltado por la misericordia de Dios; lo que ha sobrado son indocilidad, intereses bastardos , deseo de ancha vida. No engañó aquí la seducción que deslumbra al entendimiento con falso resplandor, sino la que le obscurece ensuciando con negros vapores el corazón.

Creemos, pues, que salvas muy raras excepciones, sólo grandes esfuerzos de ingeniosísima caridad pueden hacer que, discurriendo sean rectos principios de moral, se admita hoy en el católico la excusa de buena fe en el asunto del Liberalismo' particularmente en los liberales teóricos.

 



XV.-Una observación sencillísima que acabará de poner en su verdadero punto de vista la cuestión. Indice de "El liberalismo es pecado XVII.-De varios modos con que sin ser liberal un católico puede hacerse no obstante cómplice del Liberalismo.