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XV Una observación sencillísima que acabará de poner en su verdadero punto de vista la cuestión.
Mil veces me he hecho una reflexión que
no sé cómo no les ha ocurrido cada día a los liberales de
buena fe, si alguno hay que merezca aún esta caritativa
atenuación de su feo apellido. Es la siguiente:
Tiene hoy todavía el mundo católico en justo y merecido
concepto de impiedad el calificativo de librepensador, apIicado a
cualquier persona, periódico o institución. Academia
librepensadora, sociedad de librepensadores, periódico escrito
con criterio librepensador, son todavía frases horripilantes y
que les ponen los pelos en punta a la mayor parte de nuestros
hermanos, aun a los que afectan más desvío por la feroz
intransigencia ultramontana. Y sin embargo, véase lo que son las
cosas y cuán necia importancia se da por lo común a meras
palabras. Persona, asociación, libro o Gobierno a los que no
preside en materias de fe y moral el criterio único y exclusivo
de la Iglesia católica, son liberales. Y se reconoce que lo son,
y se honran ellos con serlo, y nadie se escandaliza con eso más
que nosotros, los fieros intransigentes. Cambiad, empero, la
palabra; llamadlos librepensadores. Al punto le rechazan el
epíteto como una calumnia, y gracias si no os piden
satisfacción por el insulto. ¿Pero qué, amigos míos, curtam
varie? ¿No habéis rechazado de vuestra conciencia, de vuestro
gobierno o de vuestro periódico o academia el veto absoluto de
la Iglesia? ¿No habéis erigido un criterio fundamental de
vuestras ideas , resoluciones la razón libre?
Pues, decís bien: sois liberales, y nadie os puede regatear este
dictado. Pero, sabedlo: sois con eso librepensadores, aunque os
sonroje tal denominación. Todo liberal, de cualquier grado o
matiz que sea, es, ipso facto, librepensador. Y todo
librepensador, por odiosa que sea y aun ofensiva a las
conveniencias sociales esta denominación, no pasa de ser un
lógico liberal. Es doctrina precisa y exacta, como de
matemáticas, y no tiene vuelta de hoja, corno se suele decir.
Aplicaciones prácticas. Sois católicos más o menos
condescendiente o resabiado, y pertenecéis, por malos de
vuestros pecados, a un Ateneo liberal. Recogeos un momento, y
preguntaos: ¿Seguiría perteneciendo yo a ese Ateneo si mañana
se declarase pública y paladinamente Ateneo librepensador?
¿Qué os dicen la conciencia y la vergüenza? Que no. Pues
mandad que os borren de las listas de ese Ateneo, porque no
podéis como católico, pertenecer a él.
Tenéis un periódico y lo leéis y dais a leer a los vuestros
sin escrúpulo, a pesar de que se llama y discurre como liberal.
¿Seguiríais suscrito a el si de repente apareciese en su
primera página el titulo de periódico librepensador? Paréceme
que de ninguna manera. Pues cerradle desde luego las puertas de
vuestra caso; el tal liberal, manso o fiero, años ha que era ni
más ni menos que librepensador.
¡Ah! ¡De cuántas preocupaciones nos corregiríamos con sólo
fijar un poco la atención en el significado de las palabras!
Toda asociación científica, literaria o filantrópica,
liberalmente constituida, es asociación librepensadora Todo
Gobierno, liberalmente organizado, es Gobierno librepensador.
Todo libro o periódico, liberalmente escrito, es periódico o
libro de librepensadores. Hacer asco a la palabra y no hacerlo a
la realidad por ella representada es manifiesta obcecación.
Piénselo bien aquellos de nuestros hermanos que, sin escrúpulo
alguno de su o endurecida o demasiado blanda o acomodaticia
conciencia, forman parte de Círculos, Certámenes, Redacciones,
Gobiernos u otra clase cualquiera de instituciones erigidas con
entera independencia del magisterio de la fe. Tales instituciones
son liberales y son por lo mismo librepensadoras. Y a una
agrupación librepensadora no puede pertenecer católico alguno,
sin dejar de serlo por el mero hecho de aceptar como suyo el
criterio librepensador de la agrupación consabida. Luego tampoco
puede pertenecer a una agrupación liberal.
¡Cuántos católicos, no obstante, sirven muy buenamente al
diablo con obras de este jaez! iSe van convenciendo ahora de
cuán perversa cosa es el Liberalismo, ¿de cuán merecido es el
horror con que debe mirar un buen católico las cosas liberales,
y de cuán justificada es y natural nuestra feroz intolerancia
ultramontana?.