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XIV Si en vista de esto es lícito o no al buen católico aceptar en buen sentido la palabra "Liberalismo", y asimismo en buen sentido gloriarse de ser liberal.
Permítasenos sobre esto trasladar aquí
íntegro un capítulo de otra obrita nuestra (Cosas del día), en
que se da contestación a esta singular consulta. Dice así:
"Válgame Dios, amigo mío, con las palabritas Liberalismo y
liberal! Andas realmente enamorado de ellas, y tráete ciego el
amor como a todos los enamorados. ¿Qué inconvenientes tiene su
uso? Tantos tiene para mí, que en él llego a ver hasta materia
de pecado. No te asustes, sino escúchame con paciencia. Vas a
entenderme pronto y sin dificultad. Es indudable que la palabra
Liberalismo tiene en Europa en el presente siglo significación
de cosa sospechosa y que no concuerda del todo con el verdadero
Catolicismo. No me dirás que planteo el problema en términos
exagerados. Efectivamente. Me has de conceder que en la acepción
ordinaria de la palabra, Liberalismo y Liberalismo católico son
cosas reprobadas por Pío IX. Prescindamos por ahora de los pocos
o muchos que pretenden poder continuar profesando un cierto
Liberalismo, que en el fondo quizá no lo sea. Pero lo cierto es
que la corriente liberal en Europa y América, en el siglo XIX en
que escribimos, es anticatólica y racionalista. Pasa revista al
mundo. Mira qué significa partido liberal en Bélgica, en
Francia, en Alemania, en Inglaterra, en Holanda, en Austria, en
Italia, en las repúblicas hispanoamericanas y en las nueve
décimas partes de la prensa española. Pregunta a todos qué
significa en el idioma común, criterio liberal, corriente
liberal, atmósfera liberal, etc., y mira si de los hombres que
se dedican a estudios políticos y sociales en Europa y América
los noventa y nueve por ciento no entienden por Liberalismo el
puro y crudo racionalismo aplicado a la ciencia social.
Ahora bien. Por más que tú y unas cuantas docenas más de
caballeros particulares os empeñéis en dar un sentido de cosa
indiferente a lo que la corriente general ha sellado ya con el
sello de cosa anticatólica, es lo cierto que el uso, árbitro y
norma suprema en materia de lenguaje, sigue teniendo al
Liberalismo como bandera contra el Catolicismo. Por consiguiente,
aunque con mil distingo y salvedades y sutilezas logres formarte
para ti solo un Liberalismo que nada tenga de contrario a la fe,
en la opinión de los más, desde que te llames liberal,
pertenecerás como todos a la gran familia del Liberalismo
europeo, tal como todos lo entienden; tu periódico, si lo
redactas. y lo llamas liberal, será en la común creencia un
soldado más entre los que bajo esta divisa combaten de frente o
por el flanco a la iglesia católica. En vano será que te
excuses alguna que otra vez. Estas excusas y explicaciones no las
puedes dar todos los días, que fuera cosa asaz pesada; en cambio
la palabra liberal has de usarla en cada párrafo; serás, pues,
en la común creencia nada más que un soldado como tantos otros
que militan bajo esta divisa, y por más que en tus adentros seas
tan católico como el Papa (como de eso se jactan algunos
liberales), lo cierto es que en el movimiento de las ideas, en la
marcha de los sucesos, influirás como liberal, y aun a pesar
tuyo, un satélite que no podrás menos de moverte dentro de la
órbita general en que gira el Liberalismo. ¡Y todo por una
palabra! ¡Vea V., no mas que por una palabra! Sí, amigo mío.
Esto sacarás de llamarte liberal y de llamar liberal a tu
periódico. Desengáñate. El uso de la palabra te hace casi
siempre y en gran parte solidario de lo que se ampara a su
sombra. Y lo que a su sombra se ampara, ya lo ves y no me lo has
podido negar, es la corriente racionalista. Escrúpulo tendría
yo, pues, en mi conciencia de aceptar esta solidaridad con los
enemigos de Jesucristo.
Vamos a otra reflexión. Es también indudable que de los que
leen tus periódicos y oyen tus conversaciones, pocos están en
el caso de poder hilar tan delgado como tú en materia de
distinciones entre Liberalismo y Liberalismo. Es, pues, evidente
que una gran parte tomará en el sentido general, y creerá que
la empleas en igual sentido. Tú no tendrás esta intención,
pero contra tus intenciones producirás este resultado, adquirir
adeptos al error racionalista. Dime ahora, pues, ¿sabes lo que
es escándalo? ¿sabes lo que es inducir al prójimo a error con
palabras ambiguas? ¿sabes lo que es, por cariño más o menos
justificado a una palabra, sembrar dudes, desconfianzas, hacer
vacilar en la fe a las inteligencias sencillas? Yo, a fuer de
moralista católico, veo en esto materia de pecado, y si no te
abona una suma de buena fe o algún otro atenuante, materia de
pecado mortal. Óyeme una comparación. Sabes que ha nacido casi
en nuestros días una secta que se llama de los viejos
católicos. Ha tenido la humorada de llamarse así, y paz con
todos. Haz cuenta, pues, que yo, que por la gracia de Dios,
aunque pecador soy católico, y por añadidura soy de los mas
viejos porque mi Catolicismo data del Calvario y del Cenáculo de
Jerusalén, que son fechas en que fundo un periódico y viejas,
haz cuenta, digo, ó más o menos ambiguo y le llamo con todas
las letras Diario viejo católico. ¿Diré mentira? Nítido de la
palabra Pero ¿a qué, me dirás por que adoptar un titulo mal
sonante, que es divisa de un cisma, y que dará lugar a que crean
los incautos que soy cismático, y a que tengan un alegrón los
viejos católicos de Alemania, creyendo que acá les ha nacido un
nuevo cofrade? ¿a qué, me dirás, escandalizar a los sencillos
-Pero yo lo digo en buen sentido- Es verdad, pero ¿no sería
mejor no dar lugar a que se crea que lo dices en sentido malo?
"He aquí, pues, lo que diría yo a quien se empeñase en
sostener todavía como inofensivo el dictado de liberal, que es
objeto de tantas reprobaciones por parte del Papa, y de tanto
escándalo por parte de los verdaderos creyentes. ¿A qué hacer
gala de títulos que necesitan explicación? ¿A qué suscitar
sospechas que luego procurarse a desvanecer? ¿A que contarse en
el número de Ios enemigos y hacer gala de su divisa, si en el
fondo se es de los amigos')
"¡Que las palabras, dices, no tienen importancia! Más de
lo que te figuras, amigo mío. Las palabras vienen a ser la
fisonomía exterior de las ideas, y tú sabes cuán importante es
a veces en un asunto una buena o mala fisonomía. Si las palabras
no tuviesen importancia alguna, no cuidarían tanto los
revolucionarios de disfrazar el Catolicismo con feas palabras; no
andarían llamándole a todas horas oscurantismo, fanatismo,
teocracia, reacción, sino pura y sencillamente Catolicismo; ni
harían ellos por engalanarse a todas horas con los hermosos
vocablos de libertad, progreso, espíritu del siglo, derecho
nuevo, conquistas de la inteligencia, civilización, luces etc.,
sino que se dirían siempre con su propio y verdadero nombre:
revolución
"Lo mismo ha pasado siempre. Todas las herejías han
empezado por ser Juego de palabras, y han acabado por ser lucha
sangrienta de ideas. Algo de esto debió ya pasar en tiempo de
San Pablo o previó el bendito Apóstol que pasaría en los
tiempos futuros, cuando dlrigiéndose a Timoteo (I ad Timot. VI,
20), le exhorta a vivir prevenido, no sólo contra la falsa
ciencia oppositinones falsi nominis scientiae, sino contra las
simples novedades en la expresión o palabra profanas vocum
novitates. ¿Qué diría hoy el Doctor de las gentes si viese a
ciertos católicos adornarse con el adjetivo de liberales, en
oposición a los que se llaman simplemente con el apellido
antiguo de la familia , y desentenderse de las repetidas
reprobaciones que sobre esta profana novedad de palabras ha
lanzado con tanta insistencia la Cátedra apostólica? ¿Qué
diría al verles añadir a la palabra inmutable Catolicismo ese
feo apéndice que no conoció Jesucristo, ni los Apóstoles, ni
los Padres, ni los Doctores, ni ninguno de los maestros
autorizados que constituyen la hermosa cadena de la tradición
cristiana?
"Medítalo, amigo mío, en tus intervalos lúcidos, si
alguno te concede la ceguedad de tu pasión, y conocerás la
gravedad de lo que a primera vista te parece mera cuestión de
palabras. No, no puedes ser católico-liberal, ni puedes llamarte
con este nombre reprobado, aunque por medio de sutiles
cavilaciones llegues a encontrar un medio secreto de conciliarlo
con la integridad de la fe. No; te lo prohibe la caridad
cristiana, esta santa caridad que está a todas horas invocando,
y que, según comprendo, es en ti sinónima de la tolerancia
revolucionaria. Y te lo prohibe la caridad, porque la primera
condición de la caridad es que no haga traición a la verdad,
que no sea lazo para sorprender la buena fe de tus hermanos menos
avisados. No, amigo mío, no; no puedes llamarte liberal."
Y nada más nos ocurre decir aquí sobre este punto,
completamente resuelto para un hombre de buena fe. Además de que
hoy los mismos liberales hacen ya menos uso que antes de este
apellido; tan gastado y desacreditado anda él, por la
misericordia de Dios. Más frecuente es todavía encontrar
hombres que, renegando cada día y cada hora del Liberalismo, le
tengan aún metido hasta los tuétanos, y no sepan escribir y
hablar y obrar sino inspirados por él. Estos son en el día los
más de temer.