|
IV De la especial gravedad del pecado del Liberalismo.
Enseña la teología católica que no
todos los pecados graves son igualmente graves, aun dentro de su
esencial condición que los distingue de los pecados veniales.
Hay grados en el pecado, aun dentro de la categoría de pecado
mortal, como hay grados en la obra buena dentro de la categoría
de obra buena y ajustada a la ley de Dios. Así el pecado directo
contra Dios, como la blasfemia, es pecado mortal más grave de
sí que el pecado directo contra el hombre, como es el robo.
Ahora bien, a excepción del odio formal contra Dios y de la
desesperación absoluta, que rarísimas veces se cometen por la
criatura, como no sea en el infierno, los pecados más graves de
todos son los pecados contra la fe. La razón es evidente. La fe
es el fundamento de todo orden sobrenatural; el pecado es pecado
en cuanto ataca cualquiera de los puntos de este orden
sobrenatural; es, pues, pecado máximo el que ataca el fundamento
máximo de dicho orden.
Un ejemplo lo aclarará. Se ocasiona una herida al árbol
cortándole cualquiera de sus ramas; se le ocasiona herida mayor
cuando es más importante la rama que se le destruye; se le
ocasiona herida máxima o radical si se le corta por su tronco o
raíz. San Agustín, citado por Santo Tomás, hablando del pecado
contra la fe, dice con fórmula incontestable: Hoc est peccatum
quo tenentur cuncta peccata: "Pecado es éste en que se
contienen todos los pecados". Y el mismo Ángel de las
Escuelas discurre sobre este punto, como siempre, con su
acostumbrada claridad. "Tanto, dice, es más grave un
pecado, cuanto por él se separa más el hombre de Dios. Por el
pecado contra la fe se separa lo más que puede de El, pues se
priva de su verdadero conocimiento; por donde, concluye el santo
Doctor, el pecado contra la fe es el mayor que se conoce"
Pero es mayor todavía cuando el pecado contra la fe no es
simplemente carencia culpable de esta virtud y conocimiento, sino
que es negación y combate formal contra dogmas expresamente
definidos por la revelación divina. Entonces el pecado contra la
fe, de suyo gravísimo, adquiere una gravedad mayor, que
constituye lo que se llama herejía. Incluye toda la malicia de
la infidelidad, más la protesta expresa contra una enseñanza de
la fe, o la protesta expresa a una enseñanza que por falsa y
errónea es condenada por la misma fe.
Añade al pecado gravísimo contra le fe la terquedad y
contumacia en él, y una cierta orgullosa preferencia: la da
razón propia sobre la razón de Dios.
De consiguiente, las doctrinas heréticas y las obras hereticales
constituyen el pecado mayor de todos, a excepción de los arriba
dichos, de los que, como ya dijimos, sólo son capaces por lo
común el demonio y los condenados.
De consiguiente, el Liberalismo, que es herejía, y las otras
liberales, que son obras hereticales, son el pecado máximo que
se conoce en el código de la ley cristiana.
De consiguiente (salvo los casos de buena fe, de ignorancia y de
indeliberación), ser liberal es más pecado que ser blasfemo,
ladrón, adúltero u homicida, o cualquier otra cosa de las que
prohibe la ley de Dios y castiga su justicia infinita.
No lo comprende así el moderno Naturalismo; pero siempre lo
creyeron así las leyes de los Estados cristianos hasta el
advenimiento de la presente era liberal, y sigue enseñándolo
así la ley de la Iglesia, y sigue juzgando y condenando así al
tribunal de Dios. Sí, la herejía y las obras hereticales son
los peores pecados de todos, y por tanto el Liberalismo y los
actos liberales son ex genere sue, el mal sobre todo mal.