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II ¿Qué es el Liberalismo? .
Al estudiar un objeto cualquiera,
después de la pregunta: an sit? hacían los antiguos
escolásticos la siguiente: quid sit? y ésta es la que nos va a
ocupar en el presente capítulo.
¿Qué es el Liberalismo? En el orden de las ideas es un conjunto
de ideas falsas; en el orden de los hechos es un conjunto de
hechos criminales, consecuencia práctica de aquellas ideas.
En el orden de las ideas el Liberalismo es el conjunto de lo que
se llaman principios liberales, con las consecuencias lógicas
que de ellos se derivan. Principios liberales son: la absoluta
soberanía del individuo con entera independencia de Dios y de su
autoridad; soberanía de la sociedad con absoluta independencia
de lo que no nazca de ella misma; soberanía nacional, es decir,
el derecho del pueblo para legislar y gobernar con absoluta
independencia de todo criterio que no sea el de su propia
voluntad, expresada por el sufragio primero y por la mayoría
parlamentaria después; libertad de pensamiento sin limitación
alguna en política, en moral o en Religión; libertad de
imprenta, asimismo absoluta o insuficientemente limitada;
libertad de asociación con iguales anchuras. Estos son los
llamados principios liberales en su más crudo radicalismo.
El fondo común de ellos es el racionalismo individual, el
racionalismo político y el racionalismo social. Derívanse de
ellos la libertad de cultos más o menos restringida; la
supremacía del Estado en sus relaciones con la Iglesia; la
enseñanza laica o independiente sin ningún lazo con la
Religión; el matrimonio legalizado y sancionado por la
intervención única del Estado: su última palabra, la que todo
lo abarca y sintetiza, es la palabra secularización, es decir,
la no intervención de la Religión en acto alguno de la vida
pública, verdadero ateísmo social, que es la última
consecuencia del Liberalismo.
En el orden de los hechos el Liberalismo es un conjunto de obras
inspiradas por aquellos principios y reguladas por ellos. Como,
por ejemplo, las leyes de desamortización; la expulsión de las
ordenes religiosas; los atentados de todo género, oficiales y
extraoficiales, contra la libertad de la Iglesia; la corrupción
y el error públicamente autorizado en la tribuna, en la prensa,
en las diversiones, en las costumbres; la guerra sistemática al
Catolicismo, al que se apoda con los nombres de clericalismo,
teocracia, ultramontanismo, etc., etc.
Es imposible enumerar y clasificar los hechos que constituyen el
procedimiento práctico liberal, pues comprenden desde el
ministro y el diplomático que legislan o intrigan, hasta el
demagogo que perora en el club o asesina en la calle; desde el
tratado internacional o la guerra inicua que usurpa al Papa su
temporal principado, hasta la mano codiciosa que roba la dote de
la monja o se incauta de la lámpara del altar desde el libro
profundo y sabihondo que se da de texto en la universidad o
instituto, hasta la vil caricatura que regocija a los pilletes en
la taberna. El Liberalismo práctico es un mundo completo de
máximas, modas, artes, literatura, diplomacia, leyes,
maquinaciones y atropellos enteramente suyos. Es el mundo de
Luzbel, disfrazado hoy día con aquel nombre, y en radical
oposición y lucha con la sociedad de los hijos de Dios, que es
la Iglesia de Jesucristo.
He aquí, pues, retratado, como doctrina y como práctica, el
Liberalismo.