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I.-¿Existe hoy día algo que se llama Liberalismo?.
Ciertamente: y parecerá ocioso que nos
entretengamos en demostrar este aserto. A no ser que todos los
hombres de todas las naciones de Europa y de América, regiones
principalmente infestadas de esta epidemia, hayamos convenido en
engañarnos y en hacer del engañado, existe hoy día en el mundo
una escuela, sistema, partido, secta, o llámase como se quiera,
que por amigos y enemigos se conoce con el nombre de Liberalismo.
Los periódicos y Asociaciones y Gobiernos suyos se apellidan con
toda franqueza liberales; sus adversarios se lo echan en rostro,
y ellos no protestan, ni siquiera lo excusan ni atenúan. Más
aún: se lee cada día que hay corrientes liberales, tendencias
liberales, reformas liberales, proyectos liberales, personajes
liberales, fechas y recuerdos liberales, ideales y programas
liberales; y al revés, se llaman antiliberales, o clericales, o
reaccionarios, o ultramontanos, todos los conceptos opuestos a
los significados por aquellas expresiones Hay, pues, en el mundo
actual una cierta cosa que se llama Liberalismo, y hay a su vez
otra cierta cosa que se llama Antiliberalismo. Es, pues, como muy
acertadamente se ha dicho, palabra de división, pues tiene
perfectamente dividido el mundo en dos campos opuestos.
Mas no es sólo palabra, pues a toda palabra debe corresponder
una idea; ni es sólo idea, pues a tal idea vemos que corresponde
de hecho todo un orden de acontecimientos exteriores. Hay, pues,
Liberalismo, es decir, hay doctrinas liberales y hay obras
liberales, y en consecuencia hay hombres, que son los que
profesan aquellas doctrinas y practican estas obras. Tales
hombres no son individuos aislados, sino que viven y obran como
agrupación organizada, con jefes reconocidos, con dependencia de
ellos, con fin unánimemente aceptado. El Liberalismo, pues, no
sólo es idea y doctrina y obra, sino que es secta.
Queda, pues, sentado que cuando tratamos de Liberalismo y de
liberales no estudiamos seres fantásticos o puros conceptos de
razón, sino verdaderas y palpables realidades del mundo
exterior. ¡Harto verdaderas y palpables por nuestra desdicha!
Sin duda habrán observado nuestros lectores, que la
preocupación primera que se nota en tiempos de epidemia es
siempre la de pretender que no existe tal epidemia. No hay
memoria en las diferentes que nos han afligido en el siglo
actual, o en los pasados, de que ni una sola vez haya dejado de
presentarse este fenómeno. La enfermedad lleva ya devoradas en
silencio gran número de víctimas cuando se empieza a reconocer
que existe, diezmando la población. Los partes oficiales han
sido alguna vez los más entusiastas propagadores de la mentira;
y casos se han dado en que por la Autoridad han llegado a
imponerse penas a los que asegurasen que el contagio era verdad.
Análogo es lo que acontece en el orden moral de que estamos
tratando. Después de cincuenta años o más de vivir en pleno
Liberalismo, todavía hemos oído a personas respetabilísimas
preguntarnos con asombrosa candidez: "¡Vaya! ¿Tomáis en
serio eso del Liberalismo? ¿Son éstas, por ventura, más que
exageraciones del rencor político? ¿No valdría más hacer caso
omiso de esa palabra que a todos nos trae divididos y enconados?,
¡Tristísima señal cuando la infección está de tal suerte en
la atmósfera, que por la costumbre no la perciben ya la mayor
parte de los que la respiran!
Hay, pues, Liberalismo, caro lector; y de esto no te permitas
nunca dudar.