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Leyenda negra
En esta línea de pensamiento,
al proyectar sin celajes la mirada sobre el tremendo episodio de
la conquista y del trasvase subsiguiente por España a los
pueblos de América del tesoro envidiable de la cultura cristiana
y occidental, que otros países europeos, por contraste,
guardaron con celo para sí, se multiplican las frases, los
párrafos, las estrofas, los libros de admiración, de
agradecimiento y de sorpresa.
En Ecuador, Montalvo no vacila en decir: "¡España! Lo que
hay de puro en nuestra sangre y de noble en nuestro corazón, de
claro en nuestro entendimiento, de ti lo tenemos, a ti lo
debemos. Yo, que adoro a Jesucristo y que hablo la lengua de
Castilla, ¿cómo habría de aborrecerla?" Y Benjamín
Carrión estampa sin miedo esta frase tan bella: "España,
que nos hizo la visita de las carabelas, nos dejo la herencia de
la cruz y la lengua, la lealtad, el honor y la aventura". Y
José Rumazo, el poeta de hoy, escribe: "Recordada en la
sangre, España mía."
"Renegar de España, el punto de partida -escribe el
argentino Manuel Ugarte- , es edificar en el viento".
"España -dice el también argentino Julio Soler Miralles-
nos ha dado la concepción del hombre cabal. Por ello y porque
nos ha dado aquello que vale más que la vida, que es el estilo y
la fe, que Dios la bendiga." Y hasta el propio Juan Domingo
Perón, hubo de afirmar: "Si la América española olvidara
la tradición que enriquece su alma... y negara a España,
quedaría instantáneamente baldía."
"Si hemos de mantener alguna personalidad colectiva
-argumenta el uruguayo José Enrique Rodó- necesitamos
conocernos en el pasado, divisarlo por encima de nuestro suelto
velamen y confesar la vinculación con el núcleo primero. Sólo
así -concluye- tendremos conciencia de continuidad histórica,
abolengo, solar y linaje en las tradiciones de la humanidad
civilizada."
"Hemos sido educados en la leyenda negra -grita con ademán
airado el chileno Augusto Fontaine Aldunate- cuando nos son
precisas y con urgencia lecciones de hispanidad, es decir, de un
modo noble y señorial de ser y de comportarse como hombre."
«¿Por qué se oculta en las historias oficiales de mi país
-nos dice el mejicano Alberto Escalona Ramos- que durante los
siglos virreinales Méjico era la capital de un mundo que se
alargaba desde Honduras. al Canadá?» «¿Es qué acaso se
quiere -como protesta Vasconcelos con su indignación
justificada- que reneguemos de un pasado grandioso, que
liquidemos nuestra médula cristiana y española y nos
transformemos y convirtamos en parias del espíritu?» «¿Es
qué se olvida que tan sólo España es -como afirma don Alfonso
Reyes- el camino de nuestra América?» «¿Es qué acaso España
no es la Madre y -como asegura Porfirio Díaz- sigue siéndolo,
porque las maternidades no prescriben?»
"Nosotros somos, amigos europeos -dice como en una arenga el
nicaragüense José Coronel Urtecho-, la España americana"
"España está en nosotros" -escribe su compatriota
Ycaza Tijerino-. "Y nosotros -agrega el colombiano Eduardo
Caballero Calderón- salvaremos la levadura española en los
pueblos de Hispanoamérica, porque España es como una levadura
sin la que el pan puede, desde luego, fabricarse, mas con el
castigo casi bíblico de que ni la masa crece ni el pan se
degusta.»
España está así como metida en el alma de Hispanoamérica, y
son los versos, la expresión más alta y encendida de la
belleza, los que se desbordan en rimas subyugantes.
En Méjico, Amado Nervo, en su poema "&AACUTEguilas y
leones", escribe:
¡Oh España...!
Los pueblos hermanos que en ti fijos
tienen los grandes ojos, negros. soñadores,
te brindan sus estrellas, sus manos enlazadas,
sus vivos gorros frigios.
¡Somos de raza de águilas y de leones!
Tengamos esperanza.
Y en Guatemala, Manuel José Arce y Valladares, en "Los
argonautas vuelven», dice:
Y una raza -india, núbil- desgarrada
en la violencia del primer encuentro;
y el abrazo de sangre del mestizo
como tierno maíz al sol granado.
La cruz proliferó las selvas vírgenes,
de sol de fe de España jamás puesto,
y mi sol tropical hinchó de zumos,
de oro y de glorias nuevas toda España.
Y en Panamá, Enrique Grenzier, grita:
¡Mentira! Tú no estás en decadencia,
noble, gloriosa, bendecida España.
No estás en decadencia como dicen,
estás en gestación cual la crisálida.
Y en Venezuela, Andrés Eloy Blanco, en su "Canto a
España", casi reza:
Yo me hundí hasta los hombros en el mar de Occidente.
Yo me hundí hasta los hombros en el mar de Colón,
frente al sol, las pupilas, contra el viento la frente,
y en la arena sin mancha, sepultado el talón.
Halla en España mimos y en América arrullos,
¡el mismo vuelo tiendan al porvenir las dos!
y el mundo estupendo verá las maravillas
de una raza que tiene por pedestal tres quillas
y crece como un árbol hacia el cielo, hacia Dios.
Y en Colombia, José Joaquín Ortiz, se expresa de este modo
El recuerdo de España
seguíamos doquiera.
Todo nos es común: su Dios, el nuestro,
la sangre que circula por sus venas
y el hermoso lenguaje;
sus artes, nuestras artes, la armonía
de sus cantos, la nuestra;
sus reveses,
nuestros también, y nuestras
las glorias de Bailén y de Pavía.
Y en Chile, Gabriela Mistral, en "Salutación",
amonesta:
"Y he dicho al descartado que destiñe lo nuestro que en
español es más profundo el Padrenuestro. Soy vuestra y ardo
dentro la España apasionada como el diente en el rojo millón de
la granada. Os fue dada por Dios una virtud tremenda: el ganar el
botín y abandonar la tienda; perder supieron sólo España y
Jesucristo, y el mundo todavía no aprende lo que ha visto."
Y en Argentina, Ignacio B. Anzoátegui, en , proclama:
Presencia
del cielo de España
que puso una cruz en el cielo,
para que la ausencia
tuviera un poco de España y de anhelo.
Y en Paraguay, José Antonio Bilbao, se emociona:
Tú, madre España, patria antigua, gozas
tu piel de mar a mar bien extendida
-camino de tu sangre y de tus rosas-
estás con sangre a nuestra piel cosida.
En Filipinas, Manuel Bernabé, canta:
Filipinas, la Virgen marinera
salta de una ribera a otra ribera
montante en trampolín de nipa y caña,
y os trae, como regalos del Oriente,
los dos soles que bailan en su frente:
la fe de Cristo y el amor a España.
Y Claro Mayo Recto, en Elogio del Castellano, nos arenga:
No en vano por tres siglos tus ejércitos
han levantado en mi solar sus tiendas,
y vieron el prodigio de mis lagos
y de mis bellas noches el poema;
no en vano en nuestras almas imprimiste
de tus virtudes la radiosa estela
y gallardos enjoyan tus rosales
plenos de aroma las nativas sendas.
No morirás en este suelo
que ilumina tu luz; quien lo pretenda
ignora que el castillo de mi raza
es de bloques que dieron tus canteras.
Pero no basta con este cambio de mente. Era preciso que un soplo
de primavera llegara hasta nosotros e hiciera florecer en nuestro
invierno helado las flores fraternales de una misma esperanza.
Fue Rubén, el poeta de los cisnes, las princesas y las
crisálidas el que nos trajo el mensaje de las ínclitas razas
ubérrimas, el que infundió, al brindarnos la estupenda y
melodiosa, energías nuevas para deshacer la farándula
deambulante y perezosa de la vida nacional y convertirla en una
empresa dinámica, tensa y contagiosa:
"¿Quién será el pusilánime
que al vigor español niegue músculo
que al alma española
juzgase artera, ciega y tullida?
&UACUTEnanse, brillen, secúndense tantos vigores dispersos,
formen todos un solo haz de energía ecuménica.
Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente.
Juntas las testas ancianas ceñidas de lincos lauros
y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora.
¡Y así sea Esperanza la visión permanente en nosotros.
Inclitas razas ubérrimas, sangre de Hispana fecunda!"
Ganivet, en su Ideario español, ya había escrito: "Noli
foras ire: in interiori Hispaniae habitat veritas." Pero es
Ramiro de Maeztu, el convertido, el que había anhelado ir
"hacia la otra España", el que escribe, sembrando la
fe: "La obra de España, lejos de ser ruina y polvo, es una
fabrica a medio hacer, como la Sagrada Familia de Barcelona o la
Almudena de Madrid o, si se quiere, una flecha caída a mitad del
camino que espera el brazo que la recoja y lance al blanco, o una
sinfonía interrumpida que esta pidiendo los músicos que sepan
continuarla."
"E1 ideal hispánico esta en pie y, por mucho que se haga
por olvidarlo, mientras lleven nombres españoles la mitad de las
sierras del globo, la idea nuestra seguirá saltando de los
libros de la mística a las paginas graves y solemnes de la
historia universal."
Este bagaje ideológico y emotivo movilizo a los nuevos alarifes,
a los músicos noveles, a los guerreros barbilampiños a
continuar la obra interrumpida, la sinfonía inacabada, a
encorvarse hasta el suelo, a tomar la flecha y acerarla con
precisión pare abrirse camino en la fronda y en la maraña de
los errores, de las calumnias y las desidias.
Ahí estaban las más recientes interpretaciones de la América
española, que era preciso examinar con agudeza y desenmascarar
con denuedo. *
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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