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Primogenitura no española
La tradición hispánica
pertenece por igual a las dos. naciones peninsulares, como
pertenece y forma parte del de Hispanoamérica. E1 secreto con la
continuidad, en contribuir y en mantener y desarrollar este
sentimiento de tradición, en darnos cuenta del fraterno quehacer
que se nos brinda y comprender a fondo aquellas palabras de
Menéndez y Pelayo, según las cuales los pueblos no pueden
renunciar a la cultura que les es propia, sin mengua de la parte
mas noble de su ser, sin comenzar una segunda infancia muy
próxima a la imbecilidad senil.
Tal es la tarea de nuestra generación y de nuestro tiempo: dar
plenitud de vigencia al ser histórico de las naciones
hispánicas. Cierto que son muchos los impacientes a los que
ahoga y desespera la lentitud, que son muchos los que ambicionan
una superación inmediata del estadio floral, pero también es
cierto que, con independencia y aún a pesar de las
disquisiciones líricas y de las evocaciones sentimentales,
nuestra obra esta en marcha.
En un mundo industrial y mecanizado como el mundo moderno, la
enorme empresa hispánica parece caminar con lentitud, con una
engañosa impresión de retraso, más ello se debe, como apunta
Coronel Urtecho, a que la misma no opera, en primer lugar, sobre
la superficie de la tierra, modificando los aspectos aparentes de
la civilización, sino que trabaja secretamente, como un
fermento,
Un patrimonio cultural que consiste en rendir culto a un esfuerzo
colectivo un sentimiento de tradición, en hacer que se nos
brinda, en las profundidades oscuras de la vida del hombre, en la
entraña insondable de las naciones, en el subsuelo de la cultura
y en el humus fecundante del sentido católico de nuestros
pueblos.
En este operar callado, hemos visto aparecer, limpia y recortada,
la figura de Hispanoamérica, es decir, de un conjunto de
naciones que, por encima y por debajo de su lozana diversidad,
tienen el común apellido de hispánicas. Más al occidente de
América, el archipiélago filipino, que los españoles
descubrieron y civilizaron, constituye una nación de la misma
raíz y estirpe. Por último, en Europa, Portugal y España, los
dos países ibéricos, peninsulares y fundadores, son también, y
por las razones señaladas, substantivamente hispánicos.
Es decir, que además de los hispanoamericanos, existen los
hispanofilipinos y los hispanopeninsulares. Todos ellos gozan de
la hispanofiliacion e integran, por consiguiente, la Hispanidad.
Pero la Hispanidad no es solo el conjunto de hombres que gozan de
la hispanofiliación, ni el marco geográfico y político en que
los mismos habitan Hispanidad es, sobre todo, como apunta Lain
Entralgo, un modo de ser o, como nosotros indicábamos al
comienzo, el conjunto de principios vitales que un día cuajaron
en un cuerpo político y que hoy, por tener como nunca el más
alto grado de vigencia histórica, pueden y deben operar y
manifestarse de nuevo.
La diferencia en el modus operandi radica, con respecto al
pasado, en que en la oportunidad presente, no es España (y
Portugal con ella) la nación portadora de tales principios. Si
las naciones peninsulares fueron entonces las que infundieron
Hispanidad, ahora es el conjunto de pueblos en que la Hispanidad
quedo trascendida, los que, de un modo solidario, han de
incorporarse a la tarea. No es, por consiguiente, que
Hispanoamérica, como han dicho Pablo Antonio Cuadra y Alfredo
Sánchez Bella, comience en los Pirineos; es que la unidad de
Hispanoamérica procede de España y luego la comprende con el
nombre de Hispanidad. Lo hispánico no es, por consiguiente, lo
español; la Hispanidad no fluye, en consecuencia, de la España
del momento, sino que, partiendo de la España de entonces, mana
a través de los pueblos hispánicos y nutre o deja nutrir la
corriente del gran Amazonas de nuestro espíritu. La Hispanidad
es como una llama que, encendida con la leña ancestral de los
olmos, los robles y las encinas de la Peninsula, prende y a la
vez se nutre, vigoriza y alimenta -como con bella metafora ha
dicho el uruguayo Alejandro Gallinal -con las maderas y los
troncos de vuestros montes y vuestras cordilleras vírgenes.
La España actual es una entre los pueblos hispánicos, tan hija
de la España progenitora, como pueden serlo Ecuador o Venezuela.
La Madre Patria de que hablan con tanto amor como respeto
hispanoamericanos y filipinos, es también la madre de nuestra
España, a la que solo corresponde, por razón de su mayorazgo,
la custodia y no la propiedad de los viejos papeles de familia.
E1 centro de gravedad de los pueblos hispánicos, su nivel, no
esta aquí ni allá, en Europa, en América o en Oceanía, está
en aquel grupo de hombres que representen, en cada instante, de
un modo mas fiel, exacto y preciso, los ideales de la Hispanidad.
Por eso ha podido escribirse desde América que si España dejara
de existir, tragada por el mar, o hiciera traición a sus propias
esencias hispánicas, la Hispanidad realizaría su propia misión
sin España, esforzándose como un primer objetivo en
reconstituirla y en rehacerla.
Si la Hispanidad es, por consiguiente, un fluir de vida y
exigencias, se equivocan aquellos que la reducen, empequeñecen y
esterilizan, confundiéndola con una mera contemplación embobada
y narcisista de España en los estratos históricos superados. *
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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