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Revindicaciones políticas, económicas y territoriales
En este aspecto, estimamos un
error de enfoque el considerar, como lo han hecho algunos
escritores hispanoamericanos, la declaración de Salta -obsesos
por sus graves problemas de vecindad con los Estados Unidos-, que
lo más importante y urgente es conseguir la integridad de
Hispanoamérica y luego ofrecer un status especial a los países
peninsulares, toda vez que la ubicación europea de los mismos
les desplazan de aquella órbita continental.
Y decimos que esta corriente de opinión es equivocada porque la
urgencia por atender y cubrir frentes determinados no puede
oscurecer el enfoque del movimiento y la vastedad de la
estructura.
La Hispanidad, modo de ser, conjunto de principios vitales, anima
y federa una comunidad, a un puñado de pueblos que de ella se
alimentan con el fin de realizar, a través de los instrumentos
de ayuda y de trabajo que constituyen, su qehacer histórico.
Si en la hora prima de la fundación de la Comunidad estuviera
ausente alguno de nuestros pueblos, se apreciaría al instante,
en ese Amazonas del espíritu a que antes hacíamos referencia,
no solo una falta de caudal, sino también la especia o
ingrediente propio de una forma especifica de vivir la Hispanidad
por el ausente.
Por otro lado, el destino de la Hispanidad es ecumenico y
necesita realizarse en todas las latitudes. Habrá pues una
hispanidad operante en Europa, en América y en Asia que
adoptará, acomodándose a las necesidades del clima y a las
cooyunturas del momento, las formas de actuación que estime
prudentes y acertadas.
Cada una de nuestras naciones, aisladas o desconfiante,
devendría estéril y acabaría siendo anulada o absorbida. El
ejemplo que nos ofrece la nación filipina, combatiendo a solas
en el mar de la indiferencia, que ahora tan sólo comienza a
transformarse en simpatía, pero que aún no ha llegado a cuajar
en ayudas prácticas y concretas, es espectáculo y escándalo
para todos y ejemplo bastante para no reducir y acotar nuestros
puntos de mira.
El enfoque del movimiento hispánico y el conjunto de la
estructura formal y jurídica en que el mismo se manifiesta, ha
de reconocer como efectivo y operante el hecho de que en América
constituimos, desde Méjico hasta la extremidad patagónica, como
dice Federico García Godoy, "un gran todo sólidamente
coohesionado" , y que en Europa los dos países hipánicos
peninsulares, y en el Oriente Lejano la nación filipina están
unidos por vinculos que nada ni nadie pueden desconocer o
ignorar.
Estos vínculos hacen que la anhelada comunidad de naciones
hispánicas sea mucho más hacedera de aquello que nosotros
-encima de la menudencia y prolijidad de los hechos- nos
figuramos.
Vivimos en la era de los grandes sujetos supranacionales. La
Comunidad Británica, la Liga Arabe, las organizaciones de
cooperación en Europa, la Agrupación Regional Soviética, la
Seato, la misma Organización de Estados Americanos nos indican
con claridad meridiana que ha llegado el mimento de hacer
efectiva esa homogeneidad de que hacemos gala, y superar las
disputas entre naciones pequeñas que sólo redundan en beneficio
de las grandes; de consumar la unidad antes de que otros la
consoliden y antes, incluso, de que nos sea impuesta con un signo
ideológico distinto.
Porque el problema no está en si esa unión de nuestros pueblos,
esa comunidad que armonice lo diverso y variado ha de consumarse.
o no, sino en si tal fenómeno ha de producirse como señala
Mario Amadeo bajo el lema "Cristianismo y libertad" o
bajo el lema de "Comunismo y tiranía".
Vamos, pues, como dice el Padre Juan Ramón Sepich, a construir
nuestro mundo según nuestro ser, a aúnar a la "gran
familia", como añoraba el poeta uruguayo Alagarinos
Cervantes, fundador de la "Revista española de ambos
mundos", y a llevar a termino su doble tarea, una que mire
hacia dentro de la comunidad y otra que mira hacia fuera.
Desde el punto de vista interno, la Comunidad tiene que partir de
un hecho evidente, a saber: que bajo su rubrica no solo se
federan los Estados, sino que se aglutinan también los hombres
de la Hispanidad. ¡Ojo Colmeiro observa con exactitud que
"los hispánicos no llegan entre si a considerarse
extranjeros". Mariano PicorT Salas dice que "aún
cuando empleen pabellones distintos, un chileno esta
emocionalmente más cerca de un mejicano que un habitante de
Australia de otro del Canada", y Calor Lacalle, avanzando
aún más, estima "que es necesario fomentar la conciencia
íntima de que el ser ciudadano de un país hispánico supone
-con los derechos y deberes consiguientes- la afiliación a la
Hispanidad".
No es -como dijera Menéndez Pelayo, todavía perplejo por la
incertidumbre de su época -que "gentes con un mismo origen,
un mismo culto y un mismo idioma, pueden ser de distintas
naciones, pero ante Dios forman una sola familia"; no se
trata de crear simplemente una pura nacionalidad literaria común
que haga ciudadanos de nuestro mundo, sin vinculaciones
provinciales, a Agustín de Foxa, a Enrique Larreta, a Gabriela
Mistral y a Juan de Ibarbourou; no se trata, en fin, de una
imprecación unamunesca: "la sangre de mi espíritu es mi
lengua y mi patria esta allí donde resuene". Lo que se
busca es la declaración y reconocimiento de la "común
nacionalidad" que pide Barreda Laos, del hecho traslucido de
que "somos parte de una misma nación", como dice
Gustavo Kosling; de abolir entre hispánicos las fronteras, que
el escritor salvadoreño Viera Altamirano considera malditas, y
proclamar la existencia de la unidad supranacional hispánica que
propugna Ycaza Tijerino, y que Menéndez Pelayo, en la villa
europea de la Hispanidad, conoce por "Hispania Mayor",
y José Enrique Rodó, desde la villa opuesta, denomina, con
entusiasmo y con orgullo, "Magna Patria".
En esta línea, el Congreso Hispano-Luso-Americano y Filipino de
Derecho Internacional, celebrado en Madrid en el año 1951,
estudió la ponencia de Federico Castro Bravo sobre "El
problema de la doble nacionalidad", recomendando la
formación de un proyecto de ley uniforme y la concesión, por
cada país, a los hispánicos de las otras naciones, de una
condición jurídica especial que les separe de la rúbrica de
extranjeros y les vaya gradualmente equiparando a los nacionales.
En España, la nueva Ley de 15 de julio de 1954, que ha derogado
los artículos correspondientes del Código civil, admite la
doble nacionalidad y, recogiendo las disposiciones especiales que
se habían venido dictando, facilita la adquisición de la
ciudadanía española a hispanoamericanos y filipinos.
Mas no basta, en el frente interior, con llegar, como sin duda
llegaremos, a ser ciudadanos de la Hispanidad. Hace falta
constituirnos en bloque cultural, económico y castrense.
El bloque cultural postula un libre intercambio y una
circulación sin trabas aduaneras de libros y revistas; una
depuración de nuestros textos escolares, arrancando de los
mismos todo resabio de hostilidad y planteando en ellos el
acontecer hispánico en un clima fraterno y de conjunto; un
intercambio reciproco de profesores entre las facultades
universitarias; un encuentro periódico de estudiantes,
graduados, profesionales y artistas, como pretenden nuestros
Colegios Mayores "Nuestra Señora de Guadalupe",
"Hernán Cortes" y "Junípero Serra", y el
propio Instituto de Cultura Hispánica, nacido en aquellas
reuniones históricas celebradas en San Lorenzo de El Escorial en
el verano de 1946; un especial interés por la pureza del idioma,
apasionando en la tarea a periodistas y hombres de la radio; una
validez universal de nuestros títulos académicos; una creciente
unificación legislativa, que tiene su punto de arranque en un
derecho histórico común y en una forma análoga de vivirlo y de
aplicarlo; una sincera y eficaz colaboración en la esfera
cinematográfica, y una agencia, en fin, de noticias, como
aquella que propugna Fernando Mora, subdirector de Novedades, de
Méjico, que transmita con fidelidad el latido diario de nuestro
vivir, que evite el silencio de la noticia importante o su
difusión con falta de espíritu constructivo de lo que,
refiriéndose a otras agencias extrañas al mundo hispánico, se
quejaba el colombiano Alberto Lleras, siendo secretario de la
Organización de Estados Americanos.
En este orden, los esfuerzos de la Oficina de Educación
Iberoamericana, cuyo III Congreso acaba de celebrarse en Santo
Domingo, y los de la joven Asociación Iberoamericana de
Periodistas, son un trampolín brindado y abierto a las mas
anchas e ilusionadas ambiciones.
Y junto al bloque cultural, el bloque económico, cuyos
postulados fundamentales han de ser los siguientes: la Hispanidad
constituye un área económica y un mercado común. Sobre esta
base, es preciso superar el estadio presente de coloniaje
económico, salir del monocultivo (estaño en Bolivia, cobre y
nitrato en Chile, petroleo en Venezuela, café en Colombia y
Brasil, azúcar en Cuba y Santo Domingo, cane y 1ana en la
Argentina y Uruguay), diversificando la producción; crear
corrientes comerciales nuevas que eviten la tiranía de los
monopolios, especializar la mano de obra; industrializar, de
acuerdo con las necesidades generales, evitando los planes
inorgánicos y haciendo posible que una fábrica de botones en
Costa Rica, con una población de 800.000 habitantes, pueda
construirse a sabiendas de que esta destinada no solo a saturar
el reducido mercado del país, sino a suministrar el producto a
una población adecuada de consumidores y de usuarios.
Las reuniones de la C. E. P. A. L. y las conferencias económicas
celebradas al amparo de la Organización de Estados Americanos,
han puesto de relieve la urgencia de la llamada emancipación
económica. Mientras el ingreso anual per capita en los Estados
Unidos excede de los 1.900 dólares, en los países
iberoamericanos dicho ingreso alcanza solamente a 211,45, y ello
a pesar de que Iberoamérica es hoy el mercado más grande para
las exportaciones norteamericanas, la fuente principal de
importaciones y el campo de mayor inversión privada en el
extranjero.
Aúnque las cifras son engorrosas, tienen valor edificante y es
necesario reproducirlas. Así, en el año 1953 Iberoamérica
provee a los Estados Unidos del 100 por 100 del quebracho que
importa; del 100 por 100 del asbesto; del 98 por 100 del cuarzo
en cristales; del 65 por 100 de la bauxita; del 62 por 100 del
antimonio; del 42 por 100 del berilio; del 43 por 100 del sisal;
del 37 por 100 del cadmio; del 29 por 100 del cobre; del 25 por
100 del espatofluor; del 23 por 100 del manganeso; del 20 por 100
del vanadio; del 18 por 100 del estaño, y del 17 por 100 del
wolframio.
En el mismo año, Iberoamérica importo de los Estados Unidos el
27 por -100 de su producción de maquinaria industrial; el 33 por
100 de la maquinaria eléctrica; el 52 por 100 de autobuses y
camiones; el 43 por 100 de automóviles, y el 35 por 100 de
grasas, leche, carne y otros productos alimenticios.
El desequilibrio de la balanza de pagos se debe, en gran parte, a
que cuando el dólar norteamericano va a Hispanoamérica, en pago
de material primas, materiales estratégicos o productos
agrícolas, ese dólar sirve para pagar el salario de un hombre
en un día; en cambio, cuando ese dólar retorna a los Estados
Unidos solo alcanza a pagar el salario de un hombre en media
hora.
El sistema actual, que se reduce, en suma, a vender barato y a
precios determinados por el comprador, y a comprar cada vez mas
caro, sólo puede romperse estimulando el comercio entre las
naciones hispánicas, viendo la forma de autoabastecerse dentro
de la Comunidad, reduciendo las tarifas aduaneras, dándose el
trato reciproco de nación más favorecida, utilizando los
servicios de la Organización Iberoamericana de Cooperación
Económica y creando la Unión Iberoamericana de Pagos que, al
facilitar la compensación múltiple, evite el movimiento
improcedente de divisas y engrase y haga mas fluido el engranaje
total de la economía.
Dentro de esta consideración económica, no puede olvidarse el
aspecto demográfico. Hoy tiene Iberoamérica más de 160
millones de habitantes, es decir, una población absoluta
superior a la de los Estados Unidos; y decimos absoluta porque la
relativa es de 6,7 por kilometro cuadrado para Iberoamérica y de
27,4 pare la Unión. El aumento entre los años 1920 y: 1940 ha
sido del 41 por 100 para la primera y del 26 por 100 pare los
Estados Unidos. Pues bien, si el ritmo actual persiste, en 1970
las naciones americanas de origen peninsular tendrán una
población de 225 millones que, unidos a los de los países
fundadores y a los de Filipinas, hacen un total de 300 millones
de habitantes.
Esta población no ha de verse obligada a buscar puestos de
trabajo fuera de la órbita comunitaria. El caso de los
"espaldas mojadas" de Méjico, que atraviesan a nado y
clandestinamente el Río Bravo, y cuya situación ilegal
aprovechan los granjeros norteamericanos haciéndoles efectivos
salarios inferiores a los normales, es un motivo de sonrojo para
la Hispanidad, como lo es, igualmente, la política de exterminio
a base de prácticas neomalthusianas que oficialmente se divulgan
en Puerto Rico por las entidades oficiales y por la Organizacion
Mundial de la Salud, para limitar el incremento de la población
puertorriqueña y cortar de raíz su inmigración a los Estados
Unidos. Con una economía mas fuerte y: con un nivel de vida más
alto, la Comunidad de naciones hispánicas, con tantas y tan
fabulosas posibilidades, las ofrecerá sin duda y sin reservas a
sus hermanos de Méjico y Puerto Rico.
En este orden de cosas, las corrientes migratorias debieran ser
organizadas evitando que el ingreso masivo de grupos étnicos y
espiritualmente distintos ahoguen y desfiguren la fisonomía del
país. No se trata de adoptar una absurda política migratoria de
puerta cerrada. Se trata de buscar una fórmula prudente que
equilibre y armonice el legítimo derecho a desplazarse para
encontrar un puesto de trabajo desde sitios o lugares donde
dichos puestos no existen, y el derecho también legitimo a
mantener la continuidad histórica de la nación.
De aquí que haya de buscarse preferentemente la cantera para las
nuevas aportaciones demográficas en los países que integran la
Comunidad de naciones hispánicas, o en aquellos otros que
presenten con los mismos el mayor número de afinidades, pues la
realidad demuestra que los grupos emigratorios muy diferenciados,
se enquistan y endurecen dentro del país, hacen dentro del mismo
su pequeño mundo y tardan en incorporarse plenamente al quehacer
nacional. Por el contrario, la inmigración española o
portuguesa a las naciones de su lengua, ha puesto de relieve que,
a la primera generación se funde y entrana con el país al que
estima y considera como su patria.
Todo el esfuerzo que en esta dirección se realice ha de ser
coordinado y con una visión muy amplia y de gran alcance de la
política migratoria. Así, nos parece equivocada, en principio,
la emigración española al Canadá y a Bélgica, como nos
pareció desafortunada la emigración masiva que hace unos años
se produjo con dirección a Argelia y al entonces Marruecos
francés. E1 balance ha sido una contribución humana de calidad
insuperable al desarrollo de la riqueza de estos últimos
países, y una deshispanización progresiva de los emigrantes.
Todo este potencial de riqueza y de hombres debe pensar en su
defensa armada frente al agresor. No esta el mundo,
desgraciadamente, en un lecho de rosas, sino en el carácter
amenazador de un volcán que, de vez en cuando, manifiesta, con
sus esporádicas erupciones, la temperatura del subsuelo.
En este trance, el bloque económico y cultural del mundo
hispánico necesita completarse con un bloque militar. La
unificación de táctica, armamento, enseñanza y altos mandos;
el encuentro periódico de los Estados Mayores; la recepción por
las Academias Militares de las distintas Armas y Cuerpos de
alumnos procedentes de países donde tales Academias no existan y
que hoy cursan sus estudios en naciones extrañas a la Comunidad;
la coordinación de los ejércitos terrestres, marítimos y
aereos y de sus programas de construcción y de compras en el
futuro; el montaje de una industria con fines militares, cuyo
secreto, como el de toda industria, no es otro que capital
bastante, aprovisionamiento seguro, técnica competente y
capacidad de absorción en el mercado, circunstancias todas ellas
que si no concurren en cada uno de nuestros países, concurren,
desde luego, en la comunidad que los integra; Y, sobre todo, la
necesidad imperiosa de fortalecer en el soldado -el que combate
con las armas y el que dirige la operacion -la conciencia de que
sirve, no solo a su Patria-Argentina, Méjico o España-, sino a
la Hispanidad entera, a la "Hispania Mayor" o a la
"Magna Patria", a que antes hicimos referencia, son
tareas y objetivos a través de los cuales puede y debe
constituirse el bloque militar hispánico.
Pero de nada nos serviría este triple bloque cultural,
económico y castrense, si los Estados que integran la Comunidad
Hispánica no se proponen el servicio del bien común, si no
hacen suyo un programa de justicia social de lucha y de combate
contra la miseria, de aumento del nivel de vida de nuestras
clases menesterosas.
Y ello por fidelidad a nuestro propio ideario, no por copia y
mimetismo de proclamas sociales de signo diverso.
Toda esta atmósfera de resentimiento social y de lucha de clases
que nos rodea y existe en el mundo, no puede imputarse a quienes,
como nosotros, hemos permanecido ausentes del mismo. Lo que no es
licito es afirmar que somos países subdesarrollados, económica
y culturalmente inferiores, y luego sumarnos a la vorágine de
las ideas creadas por una civilización industrial, inhumana y
desaprensiva que ha nacido a nuestras espaldas.
Esa civilización y esos países que se dejaron arrastrar por el
ansia de riqueza y por la filosofía de la acción, que dieron
origen al proletariado de las urbes y a la alta burguesía de las
grandes empresas, que asuman la responsabilidad absoluta de su
obra y que nos dejen libres pare edificar nuestro mundo con un
ansia de justicia social que no pretende mantener con alguna
concesión determinadas prebendas, sino hacer efectiva la
hermandad entre los hombres que nos predica el Evangelio.
Si vuestra justicia social -podemos decirles -es la justicia del
miedo, la nuestra es y ha de ser la política del amor.
Y porque en el amor se cifra y resume todo el secreto de la
convivencia fraterna y no en un amor filantrópico y vocinglero
que se desmadeja y evapora al primer incidente, sino en aquel que
fluye incesante de Dios, a la vez Creador, Redentor y
Santificador, la Comunidad de los pueblos hispánicos tiene que
vertebrales religiosamente, ahondar en Su espíritu católico
romano, tradicional y verdadero, y vivirlo y practicarlo a fondo.
La época agnóstica y laica es ya, pare nosotros, anacrónica La
humanidad, de vuelta de los errores del pasado, retorna la mirada
a Jesucristo y entiende de nuevo que sólo en la Cruz y en el
Sagrario están las palabras hermosas y los silencios humildes de
la salvación y de la paz.
En este aspecto se abre todo un amplio horizonte de actuación:
emprender una campaña por el denso tejido de nuestra sociedad
que afiance la fibra y el sentimiento religiosos; cubrir los
baches de vocación con ayudas y envíos de sacerdotes como
quiere el Papa y como hace la Obra Hispanoamericana de
Cooperación Sacerdotal; luchar contra quienes, con espíritu
suicida, abren las fronteras a determinadas propagandas que
pretender romper el don inestimable de la unidad católica del
mundo hispánico; y entrañar, aún más si cabe, la devoción a
la Señora, viva en nuestros pueblos, seguros de que Ella, la
Madre, la regina Hispaniorum gentium arrancará del Señor todas
las gracias que nos fueran precisas para el logro de tan nobles y
elevados fines.
En este marco, viviremos en la "pax hispánica". Las
diferencias que tienen que existir como inherentes a la
contextura humana de la tarea serán dirimidas por la
conversación y el arbitraje. Por ello, uno de los objetivos
inmediatos de la comunidad tiene que ser el arreglo de los
litigios que hoy día nos preocupan: estado permanente de ruptura
de relaciones, litigios de fronteras, salidas al mar de los
pueblos mediterráneos..., seguros de que la solución será
fácil porque previamente, al crear el bloque cultural y
económico, habrá quedado resuelta la inquietud y la desazón
que provocan los mencionados conflictos.
Tal es, apresurada y casi esquemáticamente expuesta, la cara
interior de la Comunidad de naciones hispánicas Pero, al lado de
la misma, existe una cara exterior, un frente orientado hacia
fuera que es necesario considerar.
En primer lugar, el mundo hispánico tiene que actuar, como lo
viene haciendo afortunadamente, como un solo bloque, como una
unidad granítica en la esfera internacional. Solo así será
estimado y tenido en cuenta. Para el futuro, es decir, pare el
tiempo que subsiga a la creación de la Comúnidad, las
directrices de la politica externa de nuestros pueblos debe ser
decidida en reuniones periódicas de Cancilleres, y en aquellas
otras de urgencia que los acontecimientos históricos hagan
necesario. En todos los supuestos, cuando un miembro de la
organización hable o se presente a las elecciones mediante las
cuales ha de ser provisto un cargo, quien habla o quien arriesga
su nombre en la urna no es una nación concreta, sino el conjunto
todo de la Hispanidad.
La unánime comparecencia del bloque hispánico reforzará su
potencia pare exigir la plena satisfacción de las
revindicaciones territoriales y aún culturales de la hispanidad.
Son muchas las situaciones de coloniaje que persisten en nuestra
amplia geografía y contra las cuales han sido infructuosas las
reclamaciones aisladas y aún las formulades colectivamente en la
X Conferencia Interamericana de Caracas de marzo de 1954.
En el sur de la Península Ibérica, Gibraltar, que el New
English Dictionary de Historics Principles, publicado por la
Universidad de Oxford, define como territorio español y
posesión británica y que la misma Enciclopedia de este nombre
tiene que reconocer, haciendo historia de su adquisicion por los
ingleses durante la guerra de sucesión, que en esa coyuntura el
Gobierno de la Gran Bretaña procedió con falta absoluta de
principios.
En Oceanía, la isla de Guam, en el archipiélago de las
Marianas, que como indica y prueba Pastor y Santos, sigue siendo
de iure tierra filipina.
En América, yendo de Norte a Sur, Belice, en manos de
Inglaterra, que la sigue usurpando a Guatemala, cuya
Constitución de 1945 reconoce a dicha zona como territorio
nacional, considerando nacionales a aquellos que nacen en la
misma.
La zona del Canal, cuya concesión a los Estados Unidos por la
joven república panameña, no supone, como de hecho sucede,
abandono de la soberanía.
Las Guayanas, que se acuestan sobre la ancha y extensa joroba de
la América del Sur y sobre las cuales tres países europeos
mantienen un sistema de explotación colonial que hasta en las
zonas mas atrasadas ha entrado en fase de completa liquidación.
Las Guayanas, que descubriera Yañez Pinzón y que recorrieran y
colonizaran Diego de Ordaz, Jerónimo de Altar y los Gobernadores
de Venezuela, pertenecen al mundo hispánico. Por ello, Venezuela
ha protestado siempre contra aquel arbitraje leonino de 1889,
dictado por un tribunal internacional reunido en París, que le
arrebato, para la Guayana inglesa, un área de 200.000
kilómetros cuadrados, y ha hecho saber, pública y oficialmente,
que continuara reclamando contra el despojo de una zona que con
legítimo derecho le pertenece.
Las Islas Nuevas, Magallánicas o Malvinas, al pie de la América
del Sur, ocupadas también, como un sino tragico, por Inglaterra,
que las llama con el nombre extraño de Falkland. Al apoderarse
de tales islas, Inglaterra no se hizo cargo de un archipiélago
que mereciera la consideración de res nullius, sino de un
territorio que en 1816 la Argentina soberana había heredado de
la monarquía española, y que había sido parte del antiguo
Virreinato del Río de la Plata.
Y más abajo, en la Antártida, de nuevo frente a la pretensión
inglesa de adueñarse de su enorme extensión Chile y Argentina
reivindican los sectores vecinos, y esta última, desde el año
1904 mantiene como prueba incontestable de sus legítimos
derechos, servicios públicos adecuados en la zona demarcada a su
propia soberanía.
Pues bien, todo este conjunto de tierras, hoy en manos foráneas,
deben reintegrarse a los países de la Comunidad hispanica. Un
objetivo primordial de la misma es patrocinar y hacer suyo el
irredentismo con la voz incallable de la verdad y la doctrina del
uti possidetis, que sirve de fundamento a una gran parte de las
reivindicaciones apuntadas, y oponerse a todo intento de
consagración definitiva del estado actual o de evolución hacia
fórmulas ambiguas como los Estados Unidos de Guayana o la
Federación Británica del Caribe.
Pero el bloque hispánico no tiene ante si únicamente
revindicaciones de carácter territorial. Hay otras, tan
importantes como estas, que es preciso defender con ahínco. En
efecto, si un país de estirpe hispánica puede haber sufrido
ciertas amputaciones materiales e incluso haberlas confirmado con
su explícito asentimiento en el orden de la cultura, la
Comunidad de naciones hispánicas no puede aceptar ni refrendar
el desgaje y la separación. Así, la extensa faja que corre al
norte del río Bravo y que integran California, Arizona, Nuevo
México y Texas, actuales Estados de la Unión; la amplia zona
que incluye a la Luisiana y a la Florida y que bordea el golfo de
Méjico, y los archipiélagos de Carolinas, Marianas y Palaos
cedidos por España el 30 de junio de 1899 al imperio alemán,
pertenecen, sin perjuicio de su actual encuadramiento político,
al ámbito cultural del mundo hispánico. La comunidad de
nuestros pueblos no puede tolerar ni consentir el progresivo
desalojo de su cultura por el simple hecho de un cambio de
soberanía. Ahí están los vestigios históricos de una época
gloriosa, la subsistencia de un pueblo autóctono, la
conveniencia de mantener con el respeto integro hacia esa
cultura, los principios de democracia y libertad que se predican,
como argumentos innegables pare defender la tesis por nosotros
mantenida.
Por si ello fuera poco, en este aspecto de la reivindicación
cultural podría presentarse, desde un ángulo de vista distinto
al acostumbrado, la misma historia de los Estados Unidos.
Bastaría con seguir cronológicamente los establecimientos
europeos en el territorio de la Unión y partir, no de las
colonias fundadas por los peregrinos del Mayflower, sino del
pueblo de San Agustín, el primero y mas antiguo de
Norteamérica, fundado por españoles.. *
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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