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Se ama lo que se estima
La historia es ya antigua. El
30 de marzo de 1751 escribía el marqués de la Ensenada al
embajador Figueroa: "Ha siglos que no ha habido ministros
que mirasen por el bien de esta Monarquía, que no ha sido
arruinada mil veces porque Dios no lo ha permitido... Nunca
supimos expender a tiempo diez escudos, ni los teníamos tampoco,
porque hemos sido unos piojosos llenos de vanidad y de
ignorancia". Esta desprecio de lo propio e infatuación de
lo postizo y extranjero es lo que nos indujo a la pérdida de la
fe y a la revolución. Como escribe el padre Miguélez es su
Historia del jansenismo y regalismo en España: "El Rey se
puso la tiara y los Ministros oficiaban de Obispos in partibus
infidelium". Y es que muchos de nuestros abuelos no tardaron
en hacerse infieles. Era la moda entre los extranjeros y los
españoles teníamos que seguirla. En la Península sobrevino el
cambio antes que en América, pero fue más tenaz en ella la
resistencia de la tradición. Probablemente acabará por
salvarnos, quizás cuando aún no sepan los pueblos criollos lo
que hacerse para defender su independencia contra las ambiciones
extranjeras. Pero el problema es el mismo en ambos Continentes.
Pueblos que no son fieles a su origen son pueblos perdidos, y el
origen no ha de buscarse en las nebulosidades de la prehistoria,
sino en el acceso a la luz del Espíritu. El ser de los pueblos
es la defensa de sí mismos, en cuanto tienen de valioso.
No hay muchos medios de defensa, por desgracia. Por todas partes
parecen que se cierran los caminos de la Hispanidad. Todos los
pueblos hispánicos de América fueron ricos en algún momento y
todos ellos, unos tras otros, parecen estar cayendo en la
pobreza. Es que también para ser ricos hay que tener conciencia
de un ideal y de una misión. Esaú vendió por un plato de
lentejas sus derechos de primogenitura, y esta es una de las
parábolas de más extensa aplicación que se han escrito.
¿Cuantas veces no habrán hecho otro tanto los politicastros de
la América hispánica y hasta los de la misma España!¿No hemos
visto a los hombres de las mejores familias disputarse las
representaciones de las firmas extranjeras, sin dárseles una
higa de que estaban enajenando la economía nacional al poner en
manos extrañas lo que debiera hacerse con las propias? La razón
última de todo ello es siempre la misma: la desnacionalización
que padecemos desde que Ensenada nos consideraba como piojosos
llenos de vanidad y de ignorancia. Ensenada, que era un gran
patriota, quería con ello suscitar nuestro amor propio, para
lanzarnos a conquistar las técnicas y medios de riqueza que
engrandecían a otros pueblos. Pero no se daba cuenta de que, al
cabo, sólo se ama lo que se estima y lo que no vale tampoco se
quiere. De cuando en cuando se producen grandes pesimistas, como
Cánovas y Ramón y Cajal, que son también grandes patriotas y
saben ser al mismo tiempo, según la divisa de Chesterton:
"místicos en el credo y cínicos en la crítica". En
la obra de Cánovas se nota, sin embargo, el pesimismo. Un
optimista hubiera fundado la Restauración en la verdad, que era
la necesidad de convivir republicanos y carlistas bajo el amparo
de una Monarquía militar. Un pesimista prefirió fundarla en el
falseamiento de las elecciones, a base de caciquismo. Pero los
más de los hombres necesitan atribuir valor a sus afectos, para
no perderlos. No es improbable que el juicio de Ensenada sobre
los españoles, compartido como lo sería por los virreyes y
gobernadores del Nuevo Continente, fuera una de las causas
fundamentales de la separación de América. Tampoco de que haya
producido el tipo del político de carrera carente de ideales; el
del rentista que se gasta sus bienes en el extranjero; el del
escritor que nunca lee a sus compatriotas, por suponer que no le
pueden decir nada interesante. En el pecado suele llevar la
penitencia, porque, por talento que tenga, acaba también por no
decir nada que interese a su pueblo, ya que éste no es sino la
tradición misma, convertida en receptáculo emotivo, que sólo
se asimila lo que le es afín.
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"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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