|
Altivez contra servilismo
La combinación de la confianza
en sí mismo con la grandeza y el arrojo dan de sí,
inevitablemente, la altivez y casi diríamos el orgullo. En esta
cualidad el caballero cristiano peca un tanto por exceso -aunque
hay casos en que, como dice Aristóteles, es preferible pecar por
exceso que por defecto-. El caballero cristiano, huyendo del
servilismo, incide gustoso en la altivez. Como no estima ninguna
cosa nunca tanto como su propia persona, guardaráse muy mucho
siempre de mostrar aprecio a cosas ajenas, de aparecer rendido,
obsequioso, y de manifestar que encuentra fuera de sí mismo
valores que apeteciera poseer. El caballero, si es rico, se ufana
de menospreciar su riqueza; y si es pobre, se ufana de serlo y
subraya su pobreza con su altivez. En todo caso el caballero se
precia de ser más que de poseer, y opone el desdén a todo
oropel adventicio y material.
Esta altivez, en unión con el arrojo, de donde procede,
manifiéstase también como afirmación inquebrantable del
propósito. El caballero no gusta de componendas, apaños ni
medias tintas. Aparece en la vida -y es en verdad- intransigente
y a veces terco. Pero es la intransigencia y la terquedad del que
se siente llamado a cumplir una misión. Es la intransigencia que
abre vía a las iniciativas particulares, individuales. Es la
intransigencia fecunda que permite a todo propósito sincero
desenvolver su propia esencia hasta el término final y completo.
Mas como el caballero funda su acción y su conducta en la alta
idea que de sí mismo tiene, resulta que nunca aspira a ser otro
que el que es; y si se complace y alegra en el trato de los
demás hombres, es sólo en cuanto que son en efecto hombres y
caballeros, pero no porque ocupen puestos elevados o sean de
categoría o alcurnia superior. Nada más lejos del alma
española que el moderno vicio del snobismo. El español no puede
ser snob. Tiene de sí harto elevada opinión y tan profunda
conciencia de su ser personal, que prefiere ser quien es -por
humilde que sea su condición y posición- a incidir en
ridículas y serviles actitudes, saliéndose de su media y
categoría humana. El español ha sabido realizar con maravillosa
naturalidad y sencillez la síntesis más difícil que pueda
imaginarse: servir con dignidad, estar en su sitio sin
humillación ni vergüenza y desempeñar con desenvoltura y
gravedad al mismo tiempo los más humildes menesteres.
Dos matices de conducta completarán el cuadro de la altivez del
caballero: el silencio y la grandilocuencia. El caballero
castellano es hombre silencioso y aun taciturno, grave en su
apostura y de pocas palabras en el comercio común. Pero cuando
se ofrece ocasión solemne o momento de emoción punzante, el
caballero sabe alzar la voz y encumbrarse a formas superiores de
la elocuencia y de la retórica. Gustará, entonces, de hablar en
términos escogidos y aun, si se quiere, rebuscados; en los
términos que él juzga congruentes con el valor de su persona,
pensamiento y voluntad.
*
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a
disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y
citando su origen.