Indice de Defensa de la Hispanidad

Filipinas y el Oriente Página de Hispanidad La vuelta de las misiones

DEFENSA DE LA HISPANIDAD, Ramiro de Maeztu

El fin de las misiones

Pensad, en cambio, cuán diversa ha sido la suerte de la India. En la India predicó San Francisco Javier e hizo muchos miles de católicos. El propio santo ha referido la forma maravillosa en que aprendía los idiomas indígenas, hasta poder traducir a ellos los Mandamientos y oraciones principales, y cómo, campanilla en mano, iba convocando gentes en los pueblos y les hacía aprenderse de memoria los Mandamientos y después rezar las oraciones, para que Dios les ayudase a cumplirlos, y así efectuó por la India y la China y el Japón una obra incomparable de catequesis. Pero en la India faltó a la obra misionera el apoyo de un Gobierno como el español. La obra del Gobierno inglés tuvo un carácter mercantil y liberal: carreteras, ferrocarriles, bancos, orden público, sanidad, escuelas. El liberalismo prohibe a los ingleses mezclarse en la religión, ideas y costumbres de los hindús. Ello parece cosa muy bonita y aun excelsa; pero es en realidad muy cómoda y egoísta. El estado actual de la India, Gandhi lo ha descrito con un episodio de su vida. Gandhi estaba casado cuando tenía once años de edad y comenzaba sus estudios de segunda enseñanza. Gracias a estos estudios y a que tenía que pasar muchas horas del día separado de su mujer, no envejeció prematuramente, hasta inutilizarse, como le ocurrió a un hermano suyo, en análogas circunstancias. Toda la India o la mayoría de su pueblo, está envejecida y debilitada por abusos sexuales. Muchos niños se casan a la edad de cinco, seis u ocho años, y por eso 20.000 ingleses pueden dominar a 350.000.000 de indios. Están depauperados por su salacidad y porque no se les dice, con energía suficiente, que pueden corregirse y salvarse, como se les ha dicho a los filipinos, que en buena medida han conseguido vencer las tentaciones de su clima enervante.

Ese es el resultado del sistema británico. Comparad la India con las Filipinas y ahí está, en elocuente contraste, la diferencia entre nuestro método, que postula que los demás pueblos pueden y deben ser como nosotros; y el inglés de libertad, que a primera vista parece generoso, pero que, en realidad, se funda en el absoluto desprecio del pueblo dominador al dominado, ya que lo abandona a su salacidad y propensiones naturales, suponiendo que de ninguna manera podrá corregirse.

Ahora nos explicamos el orgullo con que Solórzano Pereira habla en el siglo XVII de la acción misionera de España, así como la persuasión de sus compatriotas, que veían en España la nueva Roma o el Israel moderno. Claro que Solórzano sustentó una tesis que la Santa Sede hizo perfectamente en no aceptar. En vista de que los españoles habíamos realizado esa magnífica obra misionera, Solórzano proclamaba nuestro Vice-vicariato, y en aquellos momentos, en efecto, no cabe duda de que España ejercía algo muy parecido al Vice-vicariato en el mundo. Lo que no podía imaginarse Solórzano era que ciento cincuenta años después, España estuviera gobernada, como lo estuvo en tiempos de Carlos III, por ministros masones, que iban a deshacer nuestra obra misionera.

Entonces empezó también a propagarse una teoría que ha destruido el prestigio de las misiones en los dos siglos últimos; la de que los hombres salvajes son superiores a los civilizados. Todo el ideario rusoniano, que ha hecho prevalecer la democracia y el sufragio universal, se funda precisamente en esta creencia de que el salvaje es superior al civilizado, de que el hombre natural es superior al que Rousseau creía deformado por las instituciones de la vida civilizada. De ello se dedujo que no hace falta que pasen los hombres por las Universidades para que sepan gobernar, que el juicio de cualquier analfabeto vale tanto como el del mejor cameralista, y que para gobernar no son necesarias las disciplinas que van formando el espíritu político y la capacidad administrativa de los hombres. Naturalmente, si los salvajes son superiores a los civilizados, ya no hacen falta nuestras misiones, sino las suyas, en todo caso, para que vengan a hacernos salvajes a nosotros. De ahí vino el decaimiento del espíritu misionero, que duró algún tiempo; pero al mostrarnos la realidad que numerosas tribus son antropófagas, que no conocen ninguna clase de vida honesta, que son mentirosas y ladronas, y que necesitan ser civilizadas para conducirse de un modo que podamos calificar de humano, aunque estén, de otra parte, familiarizadas con todos los vicios sexuales y con el uso de narcóticos, que solemos creer propios de pueblos decadentes, se ha vuelto poco a poco, a reconocer la necesidad de resucitar el espíritu misionero en el mundo.

En España, en parte, por la obra del P. Gil, en Oña, y por la del P. Sagarminaga, al fundar en Vitoria la cátedra de métodos modernos misioneros, indudablemente se ha rehecho la eficacia catequista y en estos cuarenta años han vuelto a hacerse cosas grandes en tierras de Ultramar por nuestras Ordenes Religiosas. Y hoy podemos enorgullecernos de que en alguna región española, como Navarra, el número de vocaciones misioneras es tan grande como en el siglo XVI*


Filipinas y el Oriente Indice de Defensa de la Hispanidad La vuelta de las misiones

Cartas al director, sugerencias y colaboraciones

Buzon Pulse aquí para enviar correo



"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y citando su origen.