XXIV.-Resuélvese una objeción a primera vista grave contra la doctrina de los dos capítulos precedentes. Indice de "El liberalismo es pecado XXVI.-Continúa la hermosa y contundente cita de "La Civiltá Cattolica".

El liberalismo es pecado, Félix Sardà i Salvany

XXV Confírmase lo últimamente dicho con un muy concienzudo artículo de "La Civiltá Cattolica".

 

Dudamos se encuentre salida a este argumento, porque no la tiene. Mas como la materia es trascendentalísima, y ha sido objeto en estos últimos tiempos de acalorada controversia; siendo además escasa y de flojo peso nuestra autoridad para fallar sobre ella en definitiva; habrán de permitirnos nuestros lectores aduzcamos aquí en pro de nuestras doctrinas voto de más reconocida, por no decir de incontestable y de incontestada competencia.

Es el de La Civiltá Cattolica, periódico religioso el primero del mundo, no oficial en su redacción, pero sí en su origen, pues fue fundado por Breve especial de Pío IX, y por él confiado a los Padres de la Compañía de Jesús. Este periódico, pues, que no deja sosegar con sus artículos, ya en serio, ya en sátira, a los liberales de su país, se vio varias veces reprendido de falta de caridad por esos mismos liberales. Para contestar a estas farisaicas homilías sobre la templanza y la caridad, publicó dicha Civiltá un artículo donosísimo y lleno de chiste, a la por que de profunda filosofía Vamos a reproducirlo aquí para consuelo de nuestros liberales y desengaño de tantos pobres católicos resabiados que les hacen coro, escandalizándose a todas horas por nuestra tan anatematizada falta de moderación.

Dicho artículo se titula: "¡Un poco de caridad!", y es como sigue:

"Dice De Maistre que la Iglesia y los Papas nunca pidieron para su causa más que verdad y justicia. Todo al revés de los liberales, quienes, por cierto saludable horror que deben naturalmente de tener a la verdad y mucho más a la justicia, no hacen más que pedirnos a todas horas caridad.

"Cerca de doce años ha que estamos por nuestra parte asistiendo a este curioso espectáculo que nos dan los liberales italianos, los que no cesan un punto de mendigar lacrimosamente fastidiosamente, desvergonzadamente nuestra caridad, suplicándonos, puestos los brazos en cruz, en prosa y en verso, en folletos y periódicos, en cartas públicas y privadas, anónimas y seudónimas, directa o indirectamente, que ¡por Dios! tengamos con ellos un poco de caridad; que no nos permitamos ya más hacer reír al prójimo a su costa; que no nos entretengamos en examinar tan al por menor y con tantos perfiles sus elevados escritos; que no seamos tan pertinaces en sacar a luz sus gloriosas hazañas; que hagamos vista gorda y oídos sordos para con sus descuidos, solecismos, mentiras, calumnias y mistificaciones; que (en una palabra) les dejemos vivir en paz.

Pues en definitiva, caridad es caridad; y que no la tengan los liberales, está muy en su lugar y se comprende perfectamente; pero que no la usen escritores como los de La Civiltá Cattolica, este sí, que es otro cantar.

"Justo castigo de Dios es que los liberales, que tanto han aborrecido siempre la publica mendicidad, hasta el punto de prohibirla en muchos países bajo pena de cárcel, se vean ahora forzados a hacerse públicos pordioseros, pidiendo de puerta en puerta, como pícaros reaccionarios... un poco de caridad.

Con cuya edificante conversión al amor de la mendiguez, han imitado los liberales aquella otra no menos célebre y edificante conversión de un rico avaro a la virtud de la limosna. El cual, habiendo asistido una vez al sermón y oído una exhortación muy fervorosa a la práctica de ella, de tal suerte se conmovió, que llegó a tenerse por verdaderamente convertido. Y a la verdad, habíale gustado sobremanera el sermón, tanto que (decía él al salir del templo) es imposible que esos buenos cristianos que lo han escuchado no me den de vez en cuando y desde hoy en adelante alguna cosa por caridad. Así nuestros siempre estupendos liberalazos, después de haber demostrado con hechos y escritos (cada cual según sus alcances) que le tienen a la caridad el mismo amor que el diablo al agua bendita: cuando después, oyendo hablar de aquélla, vuelven en sí y recuerdan que hay en el mundo algo que se llama la virtud de la caridad, y que esa puede en ocasiones serles de algún provecho, muéstranse de repente furiosamente enamorados de ella y vanla pidiendo a voz en cuello al Papa, a los Obispos, al clero, a los frailes, a los periodistas. a todos... hasta a los redactores de La Civiltá.

"¡Y es preciso oírles cuán bellas razones saben aducir en su abono! A creerles a ellos, no hablan en eso por interés propio, ¡santo Dios! sino por el interés de nuestra Religión santísima, que tienen ellos en las entretelas del corazón, y que no puede menos que salir muy perjudicada del modo tan poco caritativo con que nosotros la defendemos. Hablan por el interés de los mismos reaccionarios, y especialmente (¡quién lo creyera!) por el de nosotros mismos, los redactores de La Civiltá Cattolica. "¿Qué necesidad tenéis, en efecto (así dicen en tono confidencial), de meteros en esas peleas? ¿No tenéis bastantes hostilidades que arrostrar? Sed tolerantes, y lo serán con vosotros vuestros adversarios. ¿Qué os ganáis con este ruin oficio de perros aullando siempre al ladrón? Y si a la postre salís de eso molidos y apaleados, ¿a quién debéis la culpa sino a vosotros mismos, que os lo andáis buscando, al parecer, con el mayor empeño?"

"Sabia y desinteresada manera de discurrir, que no tiene otro defecto que el de ser muy parecida a aquella que en la novela I pro messi spossi recomendaba a Renzo Tramaglino el comisario de policía, cuando a las buenas quería llevarle a la cárcel, porque presumía que a las malos el mancebo no se había de dejar conducir "Creedme (le decía a Renzo), creedme a mí, que soy práctico en esas cosas. Caminad pasito y en derechura, sin ladearos acá ni allá, sin que os noten; así nadie reparará en nosotros, nadie advertirá lo que hay, y conserváis así vuestro honor.

"Mas aquí observa Manzoni que "de tan galanas razones Renzo no creía ni una, ni que el comisario le quisiese a él, ni que tomase muy a pecho su honra y reputación, ni que de veras tuviese intención alguna de favorecerle. De suerte que tales exhortaciones no sirvieron más que de confirmarle en el designio ya preconcebido de portarse enteramente al revés."

"Designio que (hablando en plata) estamos muy tentados de formar también nosotros. Porque no sabemos, a fe, persuadirnos de que a los liberales les importe poco o mucho el daño mucho o poco que podamos causar a la Religión, o de que se tomen gran pena por lo que realmente a nosotros pueda convenirnos. Creemos, al contrario, que si los liberales juzgasen verdaderamente que nuestro modo de vivir perjudicaba a la Religión, o siquiera a nosotros mismos, no solamente guardaríanse de advertírnoslo, sino que antes bien nos alentarían con aplausos.

"Y se nos figure que ese hacerse el celoso y ese rogarnos que modifiquemos nuestro estilo, son clara señal de que nada pierde en eso por culpa nuestra la Religión, y que nuestros escritos tienen algunos lectores, lo cual para el escritor no deja de ser siempre algún consuelo.

"Y por lo que toca a nuestro interés y al principio utilitario, toda vez que los liberales han sido con justa razón tenidos siempre por grandes maestros en este particular, y tienen fama de haber aplicado este principio más bien en provecho propio que en favor nuestro, habrán de permitirnos creer, como hasta hoy hemos creído, que en todo este negocio que se ventila sobre nuestro modo de escribir contra ellos, no somos nosotros los que más perjudicados salimos, ni es la Religión.

"Por lo cual habiendo manifestado esta nuestra pobre opinión! y supuesto que las razones que podríamos llamar intrínsecas e independientes del principio utilitario, que alegan los liberales en favor propio y contra nuestro modo de escribir, han sido muchas veces refutadas en las pasadas series de La Civilta Cattolica, no nos restaría aquí más que despedir con buenos modos a esos mendigos de nuevo cuño, advirtiéndoles hagan en adelante su oficio de abogados en causa propia, mejor de lo que lo hacían con Renzo aquéllos dichos esbirros del siglo XVII. Mas porque no dejan aun alguno de ellos de seguir pordioseando, y recientemente han publicado en Perusa un opúsculo con el título: "¿Qué es el llamado partido católico?" en que no se hace más que mendigarle a La Civiltá Cattolica un poco de caridad, no será inútil repitamos una vez más en. el principio de esta quinta serie las mismas antiguas respuestas contra las mismas antiguas objeciones. Y también será eso gran obra caritativa. No ciertamente aquella que nos piden los liberales, sino otra que tiene también su mérito, cual es el de escucharlos con paciencia, no sabemos ya si por la centésima vez.

No merece menos el tono humilde y quejumbroso con que de algún tiempo acá nos andan pidiendo un poco de caridad.

 



XXIV.-Resuélvese una objeción a primera vista grave contra la doctrina de los dos capítulos precedentes. Indice de "El liberalismo es pecado XXVI.-Continúa la hermosa y contundente cita de "La Civiltá Cattolica".